ROMA, lunes, 6 junio 2005 (ZENIT.org).- La proclamación de la beata María Elisabetta Hesselblad, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, como «justa entre las naciones» por parte de Israel es un motivo de esperanza para Benedicto XVI.
Así lo manifiesta el telegrama que envió en su nombre el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, con motivo de la entrega de este reconocimiento que entrega el Instituto «Yad Vashem» de Jerusalén a quienes se entregaron en la obra de salvar a personas judías durante la persecución nazi en la segunda guerra mundial.
El «saludo de buen auspicio» del Papa fue leído este viernes por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, este 3 de junio en la ceremonia que se celebró en el Palacio de la Cancillería, territorio vaticano en Roma, moderada por Leone Paserman, jefe de la comunidad judía de Roma.
El mensaje pontificio espera que esta condecoración sea una oportunidad que ayude a renovar los esfuerzos para promover el valor de la paz y de la solidaridad.
El reconocimiento fue entregado por Shai Cohen, consejero de la Embajada de Israel en Italia a la sobrina de la beata, la señora Britten Hesselblad Hede y a la madre Tekla Famiglietti, abadesa general de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida.
En el encuentro participaron también el alcalde de Roma, Walter Veltroni, y Piero Piperno, una de las personas salvadas por la madre Elisabetta al ser acogidas en el Convento de la Orden, en la Plaza Farnese de Roma.
«Si en la visión cristiana la ley suprema y la norma fundamental es el amor al prójimo –afirmó monseñor Sandri–, independientemente del pueblo o raza a los que pertenezca, todo esto alcanza un valor todavía más intenso y profundo en relación con los hermanos judíos, que han recibido los mismos dones de la revelación y de la alianza divinas y son depositarios de las mismas promesas».
La Madre Tekla tomó la palabra para reconocer que «a primera vista, podría sorprender el que las Autoridades de Israel hayan entregado este prestigioso y significativo reconocimiento a una mujer de Suecia, que, convertida al catolicismo, se convirtió en religiosa y fundadora de una orden religiosa».
«Sin embargo, más allá de la pertenencia social y religiosa –añadió–, se percibe en este honroso reconocimiento la conciencia del carácter central de la persona, el alto e ineludible valor de todo ser humano y de su vida, como derecho y deber que hay que defender, promover, y desarrollar».
Por su parte, el rabino Abramo Alberto Piattelli recordó que, según el Talmud, quien salva una vida es como si salvara el mundo.
Las familias judías romanas Piperno y Sed, después de haber tenido que desplazarse por diferentes lugares de Italia a causa de la ocupación nazi, a partir del 8 de septiembre de 1943, decidieron volver a la ciudad eterna y encontraron refugio en el Convento de Santa Brígida.
La madre les enseñó cuáles eran los lugares en los que podían esconderse, en caso de que hubiera una irrupción de la policía, y prestó atención para que no se les obligara a participar en las oraciones cristianas.
Uno de estos huéspedes judíos, Piero Piperno afirmó en la ceremonia: «la madre Elisabetta nos restituyó nuestra plena dignidad acogiéndonos y respetando totalmente nuestra vida y religión».
«Buscábamos desesperadamente refugio en el convento brigidino donde nos presentamos con documentos falsos. Mi madre reveló después a la beata Elisabetta nuestra identidad y su buena hospitalidad se convirtió en óptima».
La madre Hesselblad, convertida del luteranismo a la Iglesia católica, fundó en 1911 la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida, difundida hoy en 16 países. Juan Pablo II la beatificó el 9 de abril de 2000.