Colegialidad: Debate del consistorio

Los cardenales discuten sobre la metodología de los Sínodos

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CIUDAD DEL VATICANO, 24 mayo 2001 (ZENIT.org).- ¿Cómo hacer más fluidas y eficaces las relaciones de los obispos entre sí y de los obispos con el Papa y la Curia romana? Este ha sido uno de los debates más claros del consistorio extraordinario de cardenales celebrado del 21 al 24 de mayo en Roma.

En términos teológicos se trata de la cuestión de la así llamada «colegialidad», el gobierno de la Iglesia católica del Papa en comunión con los obispos de todo el mundo. El argumento no se ha afrontado en el sentido más proprio del término, que es el Concilio ecuménico, sino que se ha hablado de la colegialidad en términos menos formales y más amplios.

Al menos ocho de los sesenta cardenales que tomaron la palabra afrontaron la cuestión. De hecho, Juan Pablo II la había puesto sobre el tapete de la discusión del consistorio. En su carta apostólica Novo millennio ineunte (n. 44), explica: «el nuevo siglo debe comprometernos más que nunca a valorar y desarrollar aquellos ámbitos e instrumentos que, según las grandes directrices del Concilio Vaticano II, sirven para asegurar y garantizar la comunión. ¿Cómo no pensar, ante todo, en los servicios específicos de la comunión que son el ministerio petrino y, en estrecha relación con él, la colegialidad episcopal?».

«Se trata de realidades que tienen su fundamento y su consistencia en el designio mismo de Cristo sobre la Iglesia –respondía el Papa–, pero que precisamente por eso necesitan de una continua verificación que asegure su auténtica inspiración evangélica».

El pontífice, en la carta, reconoce que «se ha hecho mucho, desde el Concilio Vaticano II, en lo que se refiere a la reforma de la Curia romana, la organización de los Sínodos y el funcionamiento de las Conferencias Episcopales».

Ahora bien, concluye, «queda ciertamente aún mucho por hacer para expresar de la mejor manera las potencialidades de estos instrumentos de la comunión, particularmente necesarios hoy ante la exigencia de responder con prontitud y eficacia a los problemas que la Iglesia tiene que afrontar en los cambios tan rápidos de nuestro tiempo».

Como se puede ver, el debate estaba servido. Uno de los primeros pururarlos en afrontarlo en el consistorio fue el cardenal británico de Westiminster, Cormac Murphy-O’Connor, quien pidió «un examen serio del método de trabajo de los Sínodos». «Nunca Pedro sin los once (es decir, los demás apóstoles, ndr), pero nunca los once sin Pedro», explicó.

El cardenal sirio Ignace Moussa I Daoud, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales solicitó que «se tenga más consideración por la función de los Sínodos orientales en el nombramiento de los obispos».

El cardenal Achille Silvestrini, hasta hace poco tiempo prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, constató que los Sínodos en ocasiones se convierten en «monólogos sin debate y sin respuesta».

El que más importancia ha dado a este argumento ha sido quizá el cardenal belga Godfried Danneels, arzobispo de Malines-Bruselas, quien llegó a convocar una rueda de prensa a la que fueron invitados el miércoles pasado particularmente los periodistas de lengua francesa para afrontar personalmente este argumento.

El primado de Bélgica propuso una idea que lleva barajando desde hace tiempo: ofrecer al obispo de Roma una consultación más frecuente de los obispos que están «sobre el terreno». Para ello, el purpurado propone que los obispos del mundo se reúnan en sínodos celebrados con otra metodología.

«Tal y como está organizado, el Sínodo no favorece el desarrollo de una auténtica cultura del debate dentro del «colegio» de los obispos reunido en torno al Papa –explicaba este jueves Danneels en una entrevista concedida a «Il Corriere della sera», el diario de mayor circulación en Italia–. En el aula sinodal no se da una auténtica discusión. Primero se asiste a una larga serie de intervenciones libres, donde se habla de todo durante dos semanas. Después falta el tiempo para concentrar la atención sobre los puntos específicos y para sacar conclusiones eficaces. Se escribe algo en una noche y se deja todo en las manos del Papa».

El cardenal Bernard Francis Law, arzobispo de Chicago, con típico sentido práctico estadounidense, ofreció una propuesta muy concreta a la asamblea del consistorio. Propuso que se tengan «Sínodos anuales sin tema», más breves y de intercambio libre sobre las cuestiones del momento.

En la homilía de la misa de conclusión del consistorio, este jueves, Juan Pablo II ofreció interesantes sugerencias en este sentido.

«La naturaleza misionera de la Iglesia, que parte de Cristo, encuentra apoyo en la colegialidad episcopal y es alentada por el sucesor de Pedro, cuyo ministerio apunta a promover la comunión en la Iglesia, garantizando la unidad en Cristo de todos los fieles».

El tema será afrontado el próximo mes de octubre, durante el Sínodo que afrontará precisamente la figura del obispo. El Papa lo reveló así en la eucaristía conclusiva: «El consistorio ha reflexionado ampliamente en algunos de estos problemas, desarrollando análisis profundos y proponiendo soluciones. Varias cuestiones serán retomadas en el próximo Sínodo de los obispos, que se ha demostrado un válido y eficaz instrumento de la colegialidad episcopal, al servicio de las Iglesias locales».

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ZENIT Staff

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