El Papa: la misión de la Iglesia, anunciar el amor misericordioso de Dios

Intervención con ocasión del “Regina Caeli”

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CASTEL GANDOLFO, domingo 11 de abril de 2010 (ZENIT.org).- La misión de la Iglesia es mostrar el rostro misericordioso de Dios, recordó Benedicto XVI este domingo, durante el rezo del Regina Caeli en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, donde está transcurriendo algunos días de descanso tras las celebraciones pascuales.

El Papa recordó que el II Domingo de Pascua se llama desde la antigüedad in albis, del nombre latino alba, «que se daba por la vestidura blanca que los neófitos llevaban en el Bautismo la noche de Pascua».

Juan Pablo II, añadió, dedicó este mismo domingo a la Divina Misericordia, con ocasión de la canonización de sor María Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.

“Hoy domingo concluye la Octava de Pascua, como un único día ‘hecho por el Señor’, marcado con el distintivo de la Resurrección y por la alegría de los discípulos al ver a Jesús”, observó.

El pasaje del día, tomado del Evangelio de san Juan (20,19-31), recuerda la visita de Jesús a los discípulos atravesando las puertas cerradas del Cenáculo.

“Jesús muestra los signos de la pasión, hasta concediendo al incrédulo Tomás que los tocara. ¿Cómo es posible, sin embargo, que un discípulo pueda dudar?”, se preguntó el Papa.

“En realidad, la condescendencia divina nos permite sacar provecho también de la incredulidad de Tomás además que de los discípulos creyentes. De hecho, tocando las heridas del Señor, el discípulo vacilante cura no sólo su propia desconfianza, sino también la nuestra”.

La visita del Resucitado, prosiguió, “no se limita al espacio del Cenáculo, sino que va más allá, para que todos puedan recibir el don de la paz y de la vida con el ‘Soplo creador’”.

“De hecho, en dos ocasiones dijo Jesús a los discípulos: ‘¡Paz a vosotros!’, y añadió: ‘Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo’. Dicho esto, sopló sobre ellos, diciendo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’”.

“Esta es la misión de la Iglesia, perennemente asistida por el Paráclito: llevar a todos el alegre anuncio, la gozosa realidad del Amor misericordioso de Dios, para que – como dice san Juan – creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre».

A la luz de esto, en el Año Sacerdotal en curso, Benedicto XVI exhortó particularmente a “a todos los Pastores a seguir el ejemplo del santo Cura de Ars que, “en su tiempo, supo transformar el corazón y la vida de tantas personas, porque fue capaz de hacerles percibir el amor misericordioso del Señor”.

“Urge también en nuestro tiempo un anuncio semejante y un semejante testimonio de la verdad del Amor», concluyó el Pontífice. “De esta forma haremos cada vez más familiar y cercano a Aquel que nuestros ojos no han visto, pero de cuya infinita Misericordia tenemos certeza absoluta”.

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ZENIT Staff

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