Encuentro y amistad entre un papa y un rabino

A propósito del libro »El jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio SJ»

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El diario vaticano L’Osservatore Romano, del 18-19 de marzo, publica un artículo del rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka, que corresponde al prólogo del libro de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, titulado en español El jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, SJ , (Buenos Aires, Vergara, 2010). Reproducimos a continuación el citado texto.  

El libro del rabino prologado por el cardenal Bergoglio, que se cita en este artículo, se titula ¿Hacia un mañana sin fe?, (Buenos Aires, Longseller, 2006).

«Que yo sepa, debe ser la primera vez en dos mil años de historia que un rabino escribe el prólogo de un texto que recoge los pensamientos de un sacerdote católico. Hecho que asume mucha importancia ya que este sacerdote es el arzobispo de Buenos Aires, primado de Argentina y cardenal creado por Juan Pablo II»: esta frase, con la cual se abren estas reflexiones, la escribí en 2006, pero cambiando el orden de los nombres y de los títulos respectivos, para la presentación de uno de mis libros, con un prefacio del cardenal Bergoglio.

No se trata de un intercambio de cortesías, sino del testimonio sincero y exacto de un diálogo profundo entre dos amigos, en la vida de los cuales la búsqueda de Dios y de la dimensión de espiritualidad, que reside en el fondo de todo ser humano, ha sido y es siempre, una preocupación constante.

El diálogo entre las religiones, que asumió una importancia particular a partir del concilio Vaticano II, comienza habitualmente con una fase de encuentros y de simpatía, para pasar a continuación a la del diálogo que sabe abordar los temas más espinosos. Con Bergoglio, no hubo fases. La aproximación comenzó con un intercambio de réplicas «ácidas» sobre los equipos de fútbol de los que éramos unos seguidores, para pasar inmediatamente después a la franqueza del diálogo que conoce la sinceridad y el respeto. Cada uno expresó al otro su visión particular sobre los múltiple temas que dan forma a la vida. No hubo cálculos ni eufemismos, sino conceptos claros y directos. Cada uno abrió su corazón al otro, como en la verdadera amistad tal como la define el Midrash (cf. Sifre Devarim, Piska 305).

Podemos estar en desacuerdo, pero cada uno se esfuerza siempre por comprender el sentimiento profundo y el pensamiento del otro. Y con todo lo que emerge de nuestros valores comunes, los que emanan de textos proféticos, hubo un compromiso que supo plasmarse en múltiples acciones. Más allá de las interpretaciones y de las críticas que otros pudieron hacer, caminamos juntos con nuestra verdad, con la convicción común de que los círculos viciosos que degradan la condición humana pueden ser rotos. Persuadidos de que el sentido de la historia puede y debe ser cambiado, que la visión bíblica de un mundo rescatado, descrito por los profetas, no es una simple utopía sino una realidad que se puede alcanzar. Que hacen falta solamente personas comprometidas para realizarla.

Este libro es un testimonio de la vida de Bergoglio –y prefiero titularlo El pastor más bien que El jesuita– que el ha confiado a todos aquellos con quienes compartió la parábola de su existencia, y en particular a su rebaño. El lector encontrará allí a menudo las expresiones: «pequé, me equivoqué, he aquí cuales fueron mis errores, el tiempo, la vida me enseñaron». Hasta sobre los temas espinosos que concernían a la realidad argentina, el comportamiento dela Iglesia y sus artimañas en los años sombríos, el lector descubrirá un relato expuesto con humildad y con un esfuerzo constante por comprender y por escuchar a su prójimo, sobre todo al que sufre.

Algunos no estarán de acuerdo con su evaluación, pero más allá de toda crítica plausible, todos estarán de acuerdo con el espíritu de humildad y de comprensión con el que afronta cada tema.

La preocupación de Bergoglio, que atraviesa todo su libro como un leitmotiv, puede ser definida en dos palabras: encuentro y unidad. Comprendiendo este último término como un estado de armonía entre los hombres, en el cual cada uno, inspirado por un sentimiento de amor, contribuye al crecimiento material y espiritual del otro a partir de su propia identidad.

Siguiendo el texto bíblico, Bergoglio pone en la base de sus reflexiones la palabra «amor» que nos reenvía, entre otros versículos bíblicos, a éstos: «Amarás al Señor, tu Dios» (Dt 6, 5), «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19, 18), «Amarás al extranjero como a ti mismo» (Lv 19, 34). Son considerados por el rabino Akiba (cf. Bereshit Rabbah, Parashah 24) como la síntesis de todas las enseñanzas de la Torah, y citadas en este sentido por Jesús, según los evangelios (cf. Mt 22, 34-40; Lc 10, 25-28). Es la palabra que expresa el sentimiento más elevado del hombre que es, para Bergoglio, fuente de inspiración para realizar sus acciones y confirmar su mensaje.
El lector encontrará en este texto la visión del cardenal sobre los problemas con los que debe enfrentarse la Iglesia católica hoy en día, teniendo en cuenta sus deficiencias sin reservas y con un lenguaje crítico y claro. Del mismo modo, encontramos las intervenciones del cardenal para rehabilitar los valores de nuestro entorno, palabras que le llevaron a enfrentarse a situaciones complejas con algunas autoridades gubernamentales, que no supieron enlazar con los mensajes de críticas sociopolíticas de las cuales los profetas tenían la costumbre de hacerse los portadores en su época. El maestro en la fe, según la visión bíblica del mundo debe expresar su crítica ante todos los miembros de la sociedad en la cual el predica, en la tribuna del espíritu que está lejos de todo interés partidista. Los fracasos sociales que ha podido percibir a través de su encuentro con Dios, no pueden permanecer en el silencio de nuestro ser como está escrito por el profeta: «El Señor ha hablado, ¿quién no profetizará?«(Amos 3, 8).

Cuando yo era niño, mi padre, un inmigrante nacido en Polonia, tenía la costumbre de llevarme, con mi hermano, a visitar los lugares de la historia de nuestro país. Saliendo del Cabildo , nos hacía observar la representación que se encuentra en la fachada de la catedral. Representa el encuentro de José con sus hermanos, nos dijo. Yo había oído hablar de los episodios de antisemitismo que mis antepasados ​​habían sufrido en Polonia y, por esta razón, esta escultura que se destacaba sobre una iglesia me llenaba de esperanza. Llegará un día, pensé, donde cada uno reconocerá el vínculo de fraternidad que le unirá a su prójimo. 

Veo en este libro, y en los numerosos episodios que relata, un homenaje a esta esperanza que compartimos como hermanos desde hace muchos años, que ha enriquecido nuestra espiritualidad, y que sin duda nos ha acercado a aquel que sopló el aliento de vida de cada ser humano.
 

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ZENIT Staff

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