Haití: Un país en manos de la criminalidad, denuncia la Iglesia

Declaraciones del arzobispo coadjutor de Puerto Príncipe

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PUERTO PRÍNCIPE, 27 mayo 2001 (ZENIT.org).- Haití se ha convertido en víctima de las bandas organizadas de criminales haitianos expulsados de Estados Unidos. Esta es la dura constatación que hace monseñor Serge Miot, arzobispo coadjutor de Puerto Príncipe.

Desde que Jean-Bertrand Aristide asumió la presidencia por segunda ocasión en febrero pasado, Haití se ha visto azotado por violencia política que ha dejado al menos tres muertos y decenas de heridos. Sin embargo, los asesinatos «ordinarios» prácticamente escapan a todo control.

El país se encuentra en una auténtica crisis institucional después de que en noviembre se celebraran las elecciones de noviembre que permitieron a Aristide recuperar el poder, pero que fueron denunciadas como fraudulentas por la coalición Convergencia, que aglutina a 15 grupos de oposición.

En declaraciones al diario de los católicos italianos Avvenire, el arzobispo Miot constata, sin embargo, que la raíz social del problema va más allá todavía: Haití desde 1986 se encuentra en una fase de transición política, sin ningún proyecto político, social o de desarrollo.

La corrupción política ha detenido la financiación e inversión internacionales, aclara. Ante la situación de miseria, la población trata de responder emigrando a la capital (que hoy supera los 2 millones de habitantes, pero que tiene las mismas infraestructuras que hace 40 años, cuando había 500.000) o saliendo del país, ya sea a la República Dominicana (para trabajar en la caña de azúcar) o a Estados Unidos o Canadá, viajes estos últimos legalmente imposibles para quien no tiene ya allí familiares.

Los criminales haitianos que han sido expulsados de Estados Unidos han llegado a la isla «sin raíces culturales ni afectivas, actúan con una nueva mentalidad –explica Miot–. Las bandas están formadas por estos nuevos profesionales. Están bien armados, saben disparar, asaltar, secuestrar. Antes existían, pero ahora han alcanzado proporciones nunca antes vistas».

La Iglesia católica, ante esta situación, responde en dos direcciones. En primer lugar, promueve el diálogo nacional entre el partido Familia Lavalas de Aristide y la oposición con el deseo de desbloquear la situación que paraliza el país. Ahora bien, monseñor Miot explica que con el regreso a la presidencia de Aristide esta labor se ha hecho casi imposible.

En segundo lugar, trata de ofrecer formación a los jóvenes «para preservarles del fenómeno de las bandas. Tratamos de darles a entender con nuestra actividad que contamos con ellos para construir una nueva sociedad».

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ZENIT Staff

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