Juan Pablo II: El Concilio Vaticano II, inicio de la «nueva evangelización»

Intervención antes de rezar la oración mariana del «Angelus»

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CIUDAD DEL VATICANO, 13 octubre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II este domingo antes de rezar la oración mariana del «Angelus», al concluir la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro del Vaticano con motivo de la visita del patriarca Teoctist de la Iglesia ortodoxa de Rumanía.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!
1. He tenido la alegría, en estos días, de acoger a Su Beatitud Teoctist, patriarca de la Iglesia ortodoxa de Rumanía. A él y a todos los que le han acompañado les doy de nuevo de todo corazón las gracias por su apreciadísima visita. Me ha recordado lo que Dios me permitió vivir en Bucarest, en mayo de 1999. De aquellos encuentros surgió un sincero deseo de unidad. «Unitate», escuché proclamar a los jóvenes de Bucarest; «¡Unidad!», he escuchado repetir en la plaza de San Pedro el lunes pasado, en mi primer encuentro con Su Beatitud.

Esta sed de plena comunión entre los cristianos ha recibido un impulso notable desde el Concilio Vaticano II, que dedicó precisamente al ecumenismo uno de sus más significativos documentos, el decreto «Unitatis redintegratio».

Hace dos días, se cumplieron los cuarenta años de la apertura de aquella reunión histórica, convocada el 11 de octubre de 1962 por el Papa Juan XXIII, que ahora veneramos como beato. Tuve la gracia de participar también yo y conservo en el espíritu preciosos e inolvidables recuerdos.

En su discurso de apertura, el Papa Juan, lleno de esperanza y de fe, exhortó a los padres conciliares a permanecer por un lado fieles a la tradición católica y por otro lado a volverla a presentar de un modo adaptado a nuestros tiempos. En cierto sentido, el 11 de octubre de hace cuarenta años ha marcado el inicio solemne y universal de la que es llamada «nueva evangelización».

3. El Concilio ha sido por así decir la «puerta santa» de esa nueva primavera de la Iglesia que se ha revelado en el gran Jubileo del año 2000. Por este motivo, con la carta apostólica «Novo millennio ineunte» he pedido a la comunidad eclesial que vuelva a tomar entre sus manos los documentos conciliares, que no pierden ni su valor ni su brillo. Deben ser conocidos y asimilados como «textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia» (Cf. n. 57). Por eso entregué simbólicamente estos documentos a las nuevas generaciones, con motivo de la jornada jubilar del apostolado de los laicos.

Que la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, nos ayude a comprender que en el Concilio se ha ofrecido a todos nosotros una brújula para orientarnos en el camino del siglo que comienza.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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