Juan Pablo II: «La violencia no es el camino»

Intervención del Papa con motivo del «Angelus» dominical

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CASTEL GANDOLFO, 22 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha propuesto aprovechar la tranquilidad de los días veraniegos para vivir un encuentro personal con Cristo a través de su contemplación y ha hecho un llamamiento contra la violencia que ha ensangrentado la reunión de los países más industrializados del mundo (G-8) que concluyó en Génova este domingo.

Ofrecemos a continuación las palabras que pronunció Juan Pablo II ante los peregrinos que rezaron con él la oración mariana del «Angelus» a mediodía en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo.

* * *

1. Acabo de regresar de las montañas del Valle de Aosta y con alegría me encuentro hoy, con motivo de la cita dominical del «Angelus», aquí, en Castel Gandolfo. Os dirijo un cordial saludo a vosotros, queridos ciudadanos de esta localidad. Gracias por la acogida siempre cálida que me ofrecéis. Saludo, en particular, al obispo de Albano, con su auxiliar, al alcalde, al párroco, y a todos los que han querido manifestarme de diferentes maneras su cercanía y cariño. He regresado con gusto entre vosotros y espero quedarme aquí hasta el próximo viaje apostólico que, si Dios quiere, realizaré a Kazajstán y Armenia, al final del mes de septiembre. Junto con los veraneantes y peregrinos, vosotros contribuís a hacer agradable mi permanencia. Gracias una vez más por vuestra viva y sincera cordialidad.

2. El Evangelio nos propone hoy el episodio de la visita de Jesús a Betania, en la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. Marta está totalmente dedicada a las labores, mientras que María se encuentra sentada tranquilamente a los pies del Maestro para escucharle. A Marta, que se lamenta porque la hermana no le ayuda, Jesús le responde que «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lucas 10, 42).

¿Cómo es posible no percibir en esta narración evangélica la llamada a la primacía de la vida espiritual, a la necesidad de alimentarse de la Palabra de Dios para dar luz y sabor a las ocupaciones cotidianas? Es una invitación que resulta particularmente oportuna durante el período veraniego. Las fiestas y las vacaciones, de hecho, pueden ayudar a volver a equilibrar el activismo con la contemplación, la prisa con ritmos más naturales, el ruido con el silencio precursor de la paz.

3. Otro estímulo en este sentido nos lo ofrece hoy la liturgia: el 22 de julio, de hecho, se celebra la memoria de santa María Magdalena, discípula del Señor y primer testigo de su Resurrección. La vicisitud de María Magdalena muestra la importancia decisiva para todo ser humano de encontrarse personalmente con Cristo. Cristo es quien comprende el corazón del hombre. Él puede colmar sus esperanzas y expectativas, así como dar respuesta a las preocupaciones y a las dificultades que la humanidad de hoy afronta en su camino cotidiano. A él queremos confiar hoy los resultados de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno que está concluyendo en Génova, expresando dolor y amargura por las hostilidades que allí han estallado, con graves consecuencias por desgracia. La violencia no es el camino para alcanzar una solución justa a los problemas existentes. A todos los que se preocupan de verdad por los derechos del hombre, renuevo el aliento a perseverar en el compromiso por un mundo más justo y solidario.

Invoquemos por este motivo a María, la Madre de Jesús y de todo el género humano. A ella nos dirigimos con el rezo del «Angelus».

[Traducción del italiano realizada por Zenit]
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CASTEL GANDOLFO, 22 julio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha propuesto aprovechar la tranquilidad de los días veraniegos para vivir un encuentro personal con Cristo a través de su contemplación y ha hecho un llamamiento contra la violencia que ha ensangrentado la reunión de los países más industrializados del mundo (G-8) que concluyó en Génova este domingo.

Ofrecemos a continuación las palabras que pronunció Juan Pablo II ante los peregrinos que rezaron con él la oración mariana del «Angelus» a mediodía en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo.

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1. Acabo de regresar de las montañas del Valle de Aosta y con alegría me encuentro hoy, con motivo de la cita dominical del «Angelus», aquí, en Castel Gandolfo. Os dirijo un cordial saludo a vosotros, queridos ciudadanos de esta localidad. Gracias por la acogida siempre cálida que me ofrecéis. Saludo, en particular, al obispo de Albano, con su auxiliar, al alcalde, al párroco, y a todos los que han querido manifestarme de diferentes maneras su cercanía y cariño. He regresado con gusto entre vosotros y espero quedarme aquí hasta el próximo viaje apostólico que, si Dios quiere, realizaré a Kazajstán y Armenia, al final del mes de septiembre. Junto con los veraneantes y peregrinos, vosotros contribuís a hacer agradable mi permanencia. Gracias una vez más por vuestra viva y sincera cordialidad.

2. El Evangelio nos propone hoy el episodio de la visita de Jesús a Betania, en la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. Marta está totalmente dedicada a las labores, mientras que María se encuentra sentada tranquilamente a los pies del Maestro para escucharle. A Marta, que se lamenta porque la hermana no le ayuda, Jesús le responde que «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lucas 10, 42).

¿Cómo es posible no percibir en esta narración evangélica la llamada a la primacía de la vida espiritual, a la necesidad de alimentarse de la Palabra de Dios para dar luz y sabor a las ocupaciones cotidianas? Es una invitación que resulta particularmente oportuna durante el período veraniego. Las fiestas y las vacaciones, de hecho, pueden ayudar a volver a equilibrar el activismo con la contemplación, la prisa con ritmos más naturales, el ruido con el silencio precursor de la paz.

3. Otro estímulo en este sentido nos lo ofrece hoy la liturgia: el 22 de julio, de hecho, se celebra la memoria de santa María Magdalena, discípula del Señor y primer testigo de su Resurrección. La vicisitud de María Magdalena muestra la importancia decisiva para todo ser humano de encontrarse personalmente con Cristo. Cristo es quien comprende el corazón del hombre. Él puede colmar sus esperanzas y expectativas, así como dar respuesta a las preocupaciones y a las dificultades que la humanidad de hoy afronta en su camino cotidiano. A él queremos confiar hoy los resultados de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno que está concluyendo en Génova, expresando dolor y amargura por las hostilidades que allí han estallado, con graves consecuencias por desgracia. La violencia no es el camino para alcanzar una solución justa a los problemas existentes. A todos los que se preocupan de verdad por los derechos del hombre, renuevo el aliento a perseverar en el compromiso por un mundo más justo y solidario.

Invoquemos por este motivo a María, la Madre de Jesús y de todo el género humano. A ella nos dirigimos con el rezo del «Angelus».

[Traducción del italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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