La Santa Sede reclama una energía nuclear “al servicio de la paz”

Monseñor Mamberti interviene en la Conferencia General de la AIEA

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VIENA, viernes 3 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Para que la familia humana pueda realmente desarrollarse es necesario promover «átomos de paz», afirmó el pasado lunes el arzobispo Dominique Mamberti, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados.

El prelado se había trasladado a Viena con ocasión de la 52ª sesión de la Conferencia General de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), que ha tenido lugar desde el pasado 29 de septiembre hasta hoy-. Monseñor Mamberti encabezaba la delegación de la Santa Sede, de la que formaban parte monseñores Michael Banach y Mirosław S. Wachowski y por los expertos Paolo Conversi, Marco Ferraris, Maria Wagner y Alfred Hefner.

Según monseñor Mamberti, «es necesario redefinir las prioridades y las jerarquías de valores sobre cuya base se pueda converger hacia un esfuerzo común mara movilizar los recursos, de cara a un desarrollo moral, cultural y económico».

Para promover una propuesta de este tipo, afirmó, «es indispensable favorecer un multilateralismo serio basado en un sentido colectivo renovado de seguridad, capaz de construis un verdadero clima de paz y confianza que reconozca que el desarrollo, la solidaridad y la justicia no son otra cosa que el verdadero nombre de la paz, para una paz duradera en el tiempo y en el espacio».

Por esto, el prelado subrayó «el deber de trabajar juntos, de compartir nuestra competencia, de construir un consenso común a través de un esfuerzo y de una tarea comunes».

Cada vez es más «evidente», reconoció, «que las políticas de desarrollo requieren una cooperación internacional auténtica, lleva adelante en base a decisiones tomadas conjuntamente y en el contexto de una visión universal que considere el bien de la familia humana, tanto para la generación presente como para las futuras».

Este «deber de trabajar juntos», explicó, tiene tres niveles, y el primero de ellos es «colaborar para la seguridad nuclear».

A propósito de esto, «la Santa Sede sostiene todos los esfuerzos para reforzar tanto la eficacia y la eficiencia del sistema de salvaguardia de la AIEA, como la elaboración e implementación, a través de esta agencia, de un régimen efectivo de seguridad mundial, basado en convenciones, estándares y asistencia».

La Santa Sede, explicó, «desea ver a todos los Estados trabajar juntos para ser parte de estos instrumentos cuya finalidad principal sea promover la seguridad nuclear.

Estos instrumentos, observó, «no sólo contribuirán a la lucha contra el terrorismo nuclear, sino también a la realización concreta de una cultura de la vida y de la paz capaz de promover de modo eficaz el desarrollo integral de los pueblos», objetivo «políticamente posible».

Un segundo nivel del deber de colaboración es «trabajar juntos para el uso de la tecnología nuclear segura y pacífica, respetando el ambiente y recordando siempre a las poblaciones más desfavorecidas».

Entre las «características particulares de la época en que vivimos», subrayó monseñor Mamberti, están «el fenómeno de la globalización, y unido íntimamente a él, la preocupación que debemos tener por el bien de la gente, por el bienestar de la sociedad, por lo que tradicionalmente llamamos el ‘bien común'».

La validez de un proyecto, añadió, «se medirá por el impacto que tenga sobre los valores culturales y sobre otros valores humanos, así como sobre el bienestar económico y social de un pueblo o de una nación», porque la promoción del bien común «requiere el respeto de las culturas de las naciones y los pueblos, que debe ir unido a un sentido de la solidaridad de todas las poblaciones bajo la guía de un Padre común».

El tercer nivel que el arzobispo subrayó fue «la cooperación para el desarme nuclear», para impedir que siga debilitándose el Tratado de No Proliferación Nuclear».

«La humanidad merece la plena cooperación de todos los Estados en este importante sector», observó.

En este sentido, la Santa Sede «reza y anima a cuantos detentan la autoridad a que se reúnan para retomar con mayor determinación las conversaciones para una desmantelación progresiva yb concordada de las armas nucleares existentes».

«La seguridad global no debe basarse en las armas nucleares», concluyó.

Por este motivo, monseñor Mamberti mostró su confianza en que la AIEA y sus Estados miembros renueven su intención de «realizar el sueño y la idea de los ‘átomos por la paz’, para la seguridad, el desarrollo y el bienestar de la única familia humana».

Por Roberta Sciamplicotti, traducción de Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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