Los desafíos del nuevo custodio de Tierra Santa

Entrevista con el nuevo superior, fray Pierbattista Pizzaballa ofm

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ROMA, domingo, 16 mayo 2004 (ZENIT.org).- «Ser apasionados, pero no dejarse poseer por las pasiones». Este es el reto que tienen que afrontar en el actual conflicto entre israelíes y palestinos los franciscanos, afirma el nuevo superior de la Custodia de Tierra Santa.

Según un decreto de la Santa Sede, anunciado este sábado, fray Pierbattista Pizzaballa ofm, sustituye como custodio de Tierra Santa a fray Giovanni Battistelli ofm que ha ejercido esta labor durante los últimos seis años.

Fray Pizzaballa, de 39 años de edad, es uno de los custodios más jóvenes de la historia. Entró al noviciado de La Verna (la montaña donde san Francisco de Asís recibió los estigmas) el 22 de septiembre de 1984. Fue ordenado sacerdote el 15 de septiembre de 1990.

En 1993, se licenció en Teología con especialización bíblica en el Estudio Bíblico Franciscano de Jerusalén. Hizo su especialización en lenguas semíticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén (1995-1999). Está preparando su doctorado sobre la liturgia en hebreo y ha traducido varios textos litúrgicos en hebreo para las comunidades católicas de lengua hebrea.

Ha sido asistente general de monseñor Jean-Baptiste Gourion, obispo auxiliar del Patriarcado Latino de Jerusalén para el cuidado pastoral de los católicos de lengua hebrea en Israel.

La presencia de los franciscanos en Tierra Santa se remonta a los albores mismos de la Orden de los Frailes Menores. En el Capítulo General de 1217, nació la Provincia de Tierra Santa. La visitó el propio san Francisco de Asís, que permaneció varios meses en Egipto, Siria y Palestina, de 1219 a 1220.

La Custodia de Tierra Santa trabaja en Israel, Jordania, Egipto, Siria, Líbano, Chipre, Rodas gracias al servicio de unos 340 religiosos provenientes de 32 naciones, que se valen de la colaboración de un centenar de religiosas de varias congregaciones femeninas. Los santuarios confiados a su custodia son 74. El ministerio pastoral se despliega en 29 parroquias y 79 iglesias y capillas.

En esta entrevista, enviada a Zenit por la Oficina de Comunicación de la Orden de los Frailes Menores, fray Pizzaballa afronta los desafíos que afrontan los franciscanos y los cristianos en Tierra Santa.

–¿Qué es para usted la Custodia de Tierra Santa?

–Fray Pizzaballa: La Custodia es una presencia radicada en Oriente Medio, en lo que nosotros cristianos llamamos Tierra Santa. Es una presencia puente, un encuentro (a veces enfrentamiento) entre dos culturas, la oriental y la occidental. Creo, además, que no hay otro lugar del mundo como Jerusalén en el que todas las confesiones religiosas cristianas estén presentes. Más allá de las evidentes dificultades de relación, Tierra Santa posee un encanto que es único, hasta el punto de que el mismo Pablo VI la llamó «el quinto Evangelio». Aquí nosotros, los franciscanos, somos una presencia histórica y a lo largo de los siglos hemos aprendido mucho incluso a dialogar con los otros cristianos. A nivel interreligioso, somos una pequeña realidad respecto a las dos grandes presencias: judía e islámica, pero es hermoso ver cómo, sin ser parte de estas culturas, asumimos algunos aspectos de sus tradiciones y logramos comunicar algo de la nuestra. En este sentido, nos encontramos en el corazón de la vida de la Iglesia y del mundo. No obstante las limitaciones debidas a la escasez de personal, a la dificultad de las lenguas ahí habladas, etc, logramos siempre ofrecer hospitalidad, acoger peregrinos y fieles de todas partes del mundo y dialogar con quien no piensa como nosotros. Tierra Santa es un lugar de contrastes, que presenta retos; y el desafío mayor ante el cual nos encontramos es el de no limitarnos a padecer las difíciles situaciones en que nos encontramos, sino lograr integrarnos en ellas con una actitud positiva y crítica.

–¿Cuáles son las prioridades que se ha fijado para su mandato como Custodio?

–Fray Pizzaballa: Mi prioridad es sobre todo la formación. Precisamente por el hecho de estar radicados en Tierra Santa, desde siempre formamos parte del paisaje, pero no podemos correr el riesgo de vivir de rentas: el «status quo», a veces, puede convertirse en un modo de pensar. Creo que es necesario sacudir nuestras conciencias, en la formación inicial y permanente, porque en Tierra Santa las cosas cambian y, en consecuencia, también nosotros estamos llamados a cambiar, si bien permaneciendo en el surco de la tradición.

–Según su punto de vista, ¿qué obstaculiza el cambio y la renovación?

–Fray Pizzaballa: El primer obstáculo que identifico es la falta de personal, que, ente otras cosas, es un problema de buena parte de la Orden. Otro obstáculo es la división por grupos lingüísticos. La internacionalidad en la Custodia es una riqueza, que se convierte en un límite, cuando los grupos aislados tienden a cerrarse, mientras cada uno debería ser considerado como una riqueza para el otro. Es necesario también considerar que Tierra Santa es una tierra cargada de pasiones. La situación ambiental obliga en un cierto sentido a tomar parte en las situaciones, pero esto comporta algunos riesgos; cuando la pasión se hace visceral, se adueña de las propias posiciones. Es necesario ser apasionados, pero no dejarse poseer por las pasiones, porque esto quita la libertad frente al otro. Creo que conservar la libertad de amar a todos es fundamental hoy, sobre todo en Tierra Santa. Nosotros, Hermanos Menores, a ejemplo de Francisco de Asís, debemos conservar el amor por todos como un comportamiento profético y para ello nuestro próximo Capítulo tendrá como tema «Profetas de reconciliación y de paz». Es profeta quien es solidario con todos y está cerca de todos.

–¿Qué se espera de la Orden de Hermanos Menores?

–Fray Pizzaballa: La Custodia es una parte de la Orden de Hermanos Menores: somos una sola familia. La Custodia por sí misma no puede afrontar todas las exigencias y las dificultades que existen en Oriente Medio; la Custodia necesita de la Orden y, creo, que también la Orden necesita de la Custodia. Si la Custodia intenta renovarse preguntándose «qué es» y «cómo quiere estar presente en Tierra Santa», no podrá encontrar una respuesta sin un diálogo con la Orden. Necesitamos no sólo personal, sino también ideas y proyectos en los que tomen parte los Hermanos de todas las latitudes.

–¿Qué desearía en particular?

–Fray Pizzaballa: Una participación mayor por parte de las Provincias. La Custodia es definida como la «perla de las misiones», pero permanece como mera expresión. Frecuentemente se habla de misiones sin considerar entre ellas la presencia en Tierra Santa. Incluso en la formación permanente es urgente involucrar a la Orden y a las Provincias. Queremos estar en sintonía con el camino de la Orden. Creo que es una posibilidad, incluso una necesidad, el colaborar.

–El reconocimiento del Estudio Bíblico de la Flagelación por parte de la Iglesia, es la confirmación de uno de los aspectos peculiares de la presencia franciscana en Tierra Santa.

–Fray Pizzaballa: El papel del Estudio Bíblico Franciscano y de los otros Centros de Estudio es indispensable para la Custodia. No se puede prescindir de la aportación científica y formativa de estos Centros. Debemos ciertamente confirmar, potenciar y coordinar nuestros Centros de Estudio para que no haya dispersión de fuerzas. Nosotros somos una pequeña presencia numérica en un ámbito interreligioso, pero, precisamente por ello, debemos aportar una contribución de calidad. El reconocimiento que la Iglesia ha dado al Estudio Bíblico Franciscano confirma nuestro compromiso en este sentido. Por ello será necesario continuar invirtiendo y enfocando nuestras energías en este campo.

–¿Piensa que es necesaria una actitud diferente en las relaciones con las autoridades civiles?

–Fray Pizzaballa: Debemos recuperar la libertad ante todos. Existe la tendencia, sea de parte de las autoridades locales, sea de las internacionales, a instrumentalizar nuestra presencia. Se da el riesgo de que algunos acontecimientos sean utilizados e instrumentalizados. Pienso que es muy importante para nosotros mantener un lenguaje que no sea político y una actitud libre, que esté fuera de los esquemas de la política. Debemos comenzar a utilizar un lenguaje y a asumir una actitud profética. Esto no significa desinteresarse por lo que sucede en torno a nosotros, sino conservar nuestra autonomía y libertad sin prejuicios hacia nadie.

–Dos peculiaridades de la presencia franciscana en Tierra Santa han llamado la atención de los peregrinos y de los cristianos locales. Una de las acciones concretas que la Custodia ha llevado a cabo es la construcción de viviendas para los cristianos. ¿Piensa que es útil continuar con este tipo de actividad?

–Fray Pizzaballa: El problema de las casas para los cristianos de Tierra Santa es muy serio. Es necesario estar atentos a no convertirnos en un ministerio de construcción. Por más casas que se puedan construir, no se logrará jamás resolver el problema de la supervivencia de los cristianos. En esta perspectiva estamos llamados a aportar nuestra contribución concreta.

–La construcción de las viviendas tiene como finalidad evitar la emigración: muchos cristianos se van de Tierra Santa…

–Fray Pizzaballa: En los Territorios ocupados, la emigración es un problema verdaderamente dramático, mientras que para los cristianos que viven en Israel los problemas son muy variados. Esto es tan cierto como que la Custodia no construye casas para ellos. Se debe también tener presente que los pobres no se irán nunca, permanecerán siempre con nosotros, ya que no cuentan con el dinero necesario para emigrar. Un problema grave es la disminución de la presencia cristiana cualificada, porque quien cuenta con los medios necesarios y una buena formación prefiere emigrar, ya que no ve perspectivas de futuro. En los Territorios Palestinos este problema existe, y se debe sobre todo a la situación política y a la falta de opciones económicas. En este caso, construir edificios es importante, pero la Custodia no puede limitarse a esto. Los Franciscanos debemos ser más solidarios, menos asistencialistas y hacernos más presentes. La gente no sólo tiene necesitad de dinero; pide esperanza, quiere que se le ayude a creer en el futuro.

–¿Qué piensa del muro de separación?

–Fray Pizzaballa: Comprendo el miedo y la angustia de Israel. Estoy seguro de que el muro no es la respuesta. Israel quiere defenderse de los ataques terroristas, pero el muro divide el pueblo, las tierras; la escuela, de los niños; el hospital de los enfermos; todo esto es difícil de comprender. La historia, además, enseña que todos los muros antes o después caen. Es una respuesta generada por el miedo, que no tiene perspectivas de futuro, porque la fuerza de las ideas y la fuerza de la vida superan cualquier barrera.

–Ha vivido de cerca la realidad de las comunidades cristianas, de origen judío o palestino. ¿Cómo afrontan esta situación dramática?

–Fray Pizzaballa: Lo que he notado en las comunidades cristianas es que hay un gran cansancio psicológico y espiritual. Los cristianos no son un pueblo en sí mismo, porque ser cristiano no quiere decir pertenecer a una entidad nacional y la fe no se identifica con una identidad nacional. Los cristianos están de una y de otra parte y cada uno se identifica con el propio pueblo. Los cristianos palestinos son solidarios con los palestinos, mientras los cristianos de origen judío son solidarios con los israelíes, aunque muchas veces no comparten las decisiones de los propios gobernantes.

–¿Cuáles son las perspectivas para el futuro de la Custodia en la actual situación?

–Fray Pizzaballa: El punto de partida de la presencia franciscana en Oriente Medio es el encuentro de san Francisco con el sultán Melek el Kamil. En aquel contexto de guerra, durante las cruzadas, Francisco de Asís superó las trincheras para ir a hablar, a dialogar con el Sultán, que era considerado el enemigo por excelencia, el infiel. El futuro está en el gesto profético del diálogo. Tiene que actualizarse y vivirse antes que nada en las relaciones entre nosotros, los frailes, que provenimos de diversos países y de diversas culturas, y después en las relaciones con los hombres y las mujeres que viven en Tierra Santa. Es necesario comenzar desde los orígenes, desde las motivaciones por las que Francisco de Asís deseó emprender su viaje para revivir la experiencia de Jesucristo, para ver con los propios ojos los lugares donde el Hijo de Dios nació, vivió, murió y resucitó para la salvación del hombre.

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ZENIT Staff

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