Monseñor Lahham: “La etapa post-revolución, una travesía por el desierto”

El arzobispo de Túnez habla de la transición democrática después de Ben Ali

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TÚNEZ, martes 26 de julio de 2011 (ZENIT.org).- “La revolución es el paso del Mar Rojo, la manifestación del deseo de libertad, de justicia y de paz. El periodo post-revolución es la travesía por el desierto, un periodo largo y duro, caracterizado por recoger la propia historia”. Así define la fase de transición que afecta a Túnez, monseñor Maroun Lahham, arzobispo de Túnez.

En la carta pastoral “He aquí que hago nuevas todas las cosas”, que será difundida el próximo 24 de julio y anticipada a algunos periodistas italianos durante un encuentro en Túnez con la Cáritas italiana, monseñor Lahham se detiene en la lectura de los recientes acontecimientos desde el punto de vista de la Palabra de Dios.

La revolución de los jazmines

El pasado 14 de enero, la “revolución de los jazmines” -una protesta mayoritariamente alimentada por los jóvenes a través de Internet- llevó a su fin al régimen de Zine El Abidine Ben Ali, que ha durado 23 años y se ha caracterizado por la corrupción y por los abusos realizados por los grupos de poder ligados al presidente. Desde entonces se inició en el país un proceso de democratización guiado por gobiernos de transición que llevará a las primeras elecciones libres el próximo 23 de octubre, para la Asamblea constituyente que deberá dar a Túnez su nueva estructura.

Un recorrido no carente de incertidumbres y de las protestas de quien reivindica una aceleración de las reformas, además de una fase de gran precariedad económica del país, acentuada por las repercusiones de la revolución sobre el turismo (que representa el 8% del PIB) con una estación comprometida en su mayoría, una tasa de paro muy elevada y el agravamiento de la crisis libia que ha provocado, además del drama de los desplazados, la vuelta de 50.000 trabajadores tunecinos que han hecho aumentar las cifras del paro y han puesto fin a las importaciones ligadas a ellos.

El 17 de julio en la ciudadela de Sidi Bouzid, la misma donde Mohamed Bouazizi, el comerciante ambulante que cansado de abusos se prendió fuego, encendiendo la chispa que incendió las plazas, murió un chico de 14 años, Thabet Belkacem, cuando le alcanzó un proyectil disparado por los policías durante las manifestaciones contra el gobierno.

El primer ministro provisional, Beji Caid Essebsi, denunció un plan de desestabilización por parte de las fuerzas contrarias a la revolución y a la democratización del país, señalando a los partidos políticos confesionales y a los movimientos extremistas ligados a ellos, que serían conscientes de no poder afrontar las elecciones de octubre y estarían, por consiguiente, moviéndose para impedirlas alimentando la violencia callejera.

En este país, que busca una nueva definición, está también la comunidad católica tunecina, pequeña -22.000 católicos en 10 millones de habitantes- pero viva y organizada en 11 parroquias, con 121 religiosas y 49 sacerdotes en la gestión de 11 escuelas católicas que teniendo en sus aulas a 6.000 alumnos musulmanes, ofrecen una importante contribución educativa para el futuro de Túnez.

Centinelas de la nueva realidad

“Es necesario acoger esta realidad en su novedad -escribe monseñor Lahham en la carta pastoral- y vivir con humildad la situación actual en la Iglesia”. Humildad significa, entre otras cosas, “aceptar ser una Iglesia en una sociedad musulmana casi al 100%” y por tanto “vivir la fe y testificar a Jesucristo en medio de un pueblo no cristiano”, además de “descubrir en la vida de este pueblo y en sus tradiciones culturales y religiosas, el don que el mismo Dios les ha hecho, para enriquecer nuestra fe y la de nuestra Iglesia”.

Entre otras cosas, sobre todo en esta fase de transición democrática, a la Iglesia católica (casi exclusivamente compuesta de no tunecinos que en su mayoría son occidentales), se le ofrece una gran oportunidad: “además del respeto recíproco, al diálogo de la vida que es nuestro pan cotidiano , tenemos la posibilidad, y quizás la misión, de hacer de puente entre estos dos mundos: el Magreb y Occidente, y en un modo más amplio, entre el corazón y la razón, las palabras y los conceptos, la trascendencia y la inmanencia de Dios, lo sagrado y lo profano”.

A propósito de las tensiones que atraviesan el país, “una cosa es la revolución -explicó el obispo de Túnez a los periodistas- y otra es la democracia”. Una fase constituyente, de hecho, representa un gigantesco paso adelante en esta dirección, pero establecer los valores de la democracia costará generaciones enteras”.

“Durante décadas -añadió monseñor Lahham- la gente ha tenido miedo de las autoridades, ahora son estas las que temen la opinión pública. Es un bien, por tanto, que los jóvenes se manifiesten sin embargo, no deben perder el sentido de la realidad porque no se puede tener todo enseguida”.

Y si los tiempos fijados para la transición democrática son todavía largos (“ en el fondo dos años son nada para la historia de una nación”), este tiempo de espera, de soñar con un espíritu positivo y optimista, a pesar de las dificultades, las inseguridades y las sorpresas que conocerá el país y nosotros con él”.

De esta transición, afirma monseñor Lahham, “nosotros somos centinelas optimistas y maravillados”. Es necesario, sin embargo, que Túnez sepa resistir “a las tentaciones del dominio, de la posesión y de los intereses personales para dejarle un sitio al más pequeño y al más frágil, para que solamente esta elección abre las puertas a la libertad, al respeto de todos en sus diferencias, al sentido del servicio auténtico y sobre todo al perdón de los errores pasados”.

Raíces religiosas

Por lo que respecta a la nueva estructura institucional, “nosotros estamos, ciertamente, afirma monseñor Lahham- por la separación de “la mezquita del Estado”, pero una sociedad democrática sana debe tener como base los valores que tienen una raíz religiosa: libertad, respeto, paz, igualdad, elección preferencial por los pobres, solidaridad”.

Para este propósito, Túnez puede tener presente la experiencia de Occidente, cuyos errores – “basta sólo con pensar en el problema de los inmigrantes”- nacen de la pérdida de esta perspectiva sobre las situaciones, inspirada por los valores evangélicos en los que se basaron los padres fundadores de Europa “en beneficio de los intereses personales de las personas y de los pueblos”.

“No por nada -afirma monseñor Lahham- los dos últimos Papas no han dejado de recordar a los políticos las raíces cristianas de Europa”.

A partir de estas consideraciones “nosotros esperamos -prosigue la carta pastoral- que Túnez pueda encontrar un buen camino para cada una de las aspiraciones espirituales y religiosas de sus ciudadanos y de sus huéspedes”. Se espera, además, que “el nuevo Túnez sepa vivir al mismo tiempo la transición democrática y la pertenencia al mundo árabe musulmán y que encuentre el camino para conciliar la fidelidad al Dios único con los dones de la modernidad”.

De este modo verdaderamente “la construcción democrática representa la llegada a la Tierra prometida”.

Laboratorio de democracia

El momento histórico que afecta a Túnez y el paso a una nueva fase de definición institucional es el mismo que están atravesando otros países del norte de África y de Oriente Medio.

“La primavera árabe es real”, destacó monseñor Lahham hablando a los periodistas. Según el arzobispo de Túnez, “los países árabes están viviendo, cada uno en su contexto particular, una prometedora primavera”. “Estamos invitados -concluyó monseñor Lahham- a seguir con realismo y optimismo todo lo que pasa en el mundo árabe-musulmán”.

Sin embargo “la primavera resiste, como demuestran los asuntos de Túnez y de
Egipto, su viene de la juventud con sus reivindicaciones de libertad, dignidad, transparencia, justicia, igualdad, posibilidad de elección personal”. Y termina, sin embargo, cuando se superponen visiones geo-políticas, estrategias económicas y de recursos energéticos, interferencias extranjeras”. Desde esta perspectiva, “Túnez representa un laboratorio de democracia para los países árabes: si el proceso hacia la transición democrática llega hasta aquí, lo mismo puede suceder en otras partes y quizás cambiar estructuras consolidadas en las relaciones internacionales”.

Es necesario, invitó el arzobispo de Túnez, “ayudar a la economía y levantar el turismo que da trabajo al 25% de la población”.

Por Chiara Santomiero

[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]

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ZENIT Staff

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