«No podemos construir solos la paz», alerta el arzobispo latino de Bagdad

Entrevista a monseñor Jean Benjamin Sleiman

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ROMA, domingo, 1 abril 2007 (ZENIT.org).- El 20 de marzo se cumplió el cuarto aniversario, de la presencia estadounidense en Irak y la situación parece complicarse cada vez más, lo que suscita muchos interrogantes sobre las posibles vías de salida y el destino de los cristianos en este país, según explica el arzobispo latino de Bagdad.

Monseñor Jean Benjamin Sleiman, de 57 años, de origen maronita, antiguo definidor general de la Orden Carmelita, obispo de todos los iraquíes de rito latino, hace en esta entrevista concedida a Zenit un balance de la situación.

–Antes de la invasión estadounidense de Irak, había muchas esperanzas de que Irak se librara de la dictadura y experimentara un renacer económico y social. ¿Cómo es posible que todas estas expectativas hayan fracasado?

–Monseñor Sleiman: Para empezar, diría que, en el momento de la invasión, Irak no era conocido por lo que es. Durante el régimen de Sadam Husein, se tenía la impresión de una sociedad que funcionaba bien. Pocos sabían que Irak era poco homogéneo y que ya se daban violencias esporádicas. Irak, en el fondo, ha seguido siendo tribal desde el punto de vista antropológico.

Los estadounidenses, acogidos como salvadores, han desilusionado progresivamente a la población. Tras la caída de Bagdad, dejaron hacer a los saqueadores que salieron a saquear las sedes del gobierno del Partido Bath, pero luego llegaron hasta a saquear y humillar a la gente. La gente estaba herida en su dignidad: los saqueadores entraban incluso en los hospitales y humillaban a la gente. La admiración de muchos por los estadounidenses se tornó en odio y miedo.

Durante tres meses, en Irak se dio un vacío de instituciones: no había ni gobierno, ni instituciones, ni seguridad. Estos tres meses fueron muy negativos para lo que siguió. Muchos grupos y milicias se formaron y armaron durante ese tiempo.

La infraestructura iba de mal en peor. Faltaba gasolina, gasóleo, gas y electricidad. Son cosas que a largo plazo cansan. Por no hablar de la seguridad, la policía se defiende a sí misma pero a la población civil no hay nadie que la defienda.

En vísperas de la invasión estadounidense, afirmé en una entrevista en la radio que estaba rezando intensamente por la paz, y me dijo el periodista: «pero la guerra será fácil», y mi respuesta fue: «la guerra será fácil, pero construir la paz será difícil». Y no era una profecía sino una simple constatación. Es posible hacer la guerra solos, pero no podemos construir solos la paz, se necesita la contribución de todos, y el último de los kamikazes puede desbaratar un plan de paz. De hecho, ahora no se está promoviendo la reconstrucción, pues los fondos para la reconstrucción se gastan en defensa y seguridad.

–Usted ha escrito en Francia un libro que presenta su visión de la cuestión iraquí. El título es sumamente sugerente: «En la trampa iraquí» («Dans le piège irakien») ¿Por qué habla de trampa?

–Monseñor Sleiman: Hablo de trampa porque me he dado cuenta de que todos los protagonistas de Irak se encuentran ahora ante una vía sin salida.

Los chiíes han ganado con creces, poseen el poder pero no pueden ir adelante, tanto por las resistencias internas como por las resistencias externas y por las contradicciones. Son la mayoría, pero no están todos de acuerdo entre sí, la lucha por el poder divide. Los suníes han provocado mucha violencia, han resistido, pero no han logrado dar la vuelta al curso de los eventos. Y se encuentran ante una elección: o seguir con la violencia o pararse sin haber obtenido todavía aquello a lo que aspiraban.

Los kurdos quizá son los grandes vencedores: presidente y ministro de Exteriores. Participan de manera efectiva en el Gobierno de Irak, ellos que estaban marginados. Pero tampoco ellos logran realizar todo lo que soñaban. Porque el federalismo no tiene el «plácet» de todas las facciones.

Las minorías cristianas y no cristianas están atrapadas en su miedo, están secuestradas, y entrampadas en su país.

–¿Y en qué situación se encuentran los estadounidenses?

–Monseñor Sleiman: Los estadounidenses son siempre protagonistas, pero esto no quiere decir que pueden con todo. También ellos dan la impresión de estar divididos frente a la difícil opción que hay que tomar: o salir de Irak y perderlo todo, o seguir para conseguir una victoria, afrontando una violencia que no da señales de cansancio.

Hay mucha juventud y los rebeldes reclutan a muchos. Los estadounidenses encarcelan a los rebeldes, pero los rebeldes siguen actuando de todos modos. Esto significa que el tren corrió muy veloz, y que los estadounidenses están en la trampa iraquí como todos los demás.

–¿Cómo ha cambiado la situación de los cristianos en Irak antes de la caída del régimen de Sadam y tras la invasión estadounidense?

–Monseñor Sleiman: Bajo el régimen, no había libertad pero había seguridad. Y como en todos los países islámicos se respetaban ciertas libertades de las minorías como el culto, pero sólo dentro de los muros de los lugares de culto. Había de todos modos miedo a expresar la propia opinión.

Como todo régimen en el mundo árabe, el régimen buscaba su continuidad, triunfo y seguridad. Quien estaba contra el régimen era amenazado, castigado y muerto. Esto no dependía de la religión sino de la postura política. Entre los chiíes, ha habido grandes ayatolás que rechazaron ciertas posiciones del régimen y fueron perseguidos. Había una regla no escrita: no penséis en la política, haced libremente todo el resto.

Tras la caída de Sadam, los cristianos tienen libertad pero no la pueden expresar. Hay libertad pero hay condiciones privadas de libertad. La primera persona armada con un fusil puede quitarla.

El cristiano, en ausencia de un estado de derecho, es débil. Ha caído el estado de derecho, y los cristianos se encuentran excesivamente vulnerables. No crean milicias y no hacen la guerra para protegerse porque no tienen la cultura de la violencia como medio de poder. Si hubiera un Estado, los cristianos podrían ofrecer una gran aportación, porque su existencia es pacífica, abierta a los demás.

En las últimas elecciones, no estaban unidos y no tuvieron listas propias, hay pocos cristianos elegidos pero en listas chiíes o kurdas, no pueden expresar lo que quieren sino lo que quiere su lista.

–En los últimos dos años, siete iglesias evangélicas se han abierto en Bagdad. Llegados tras los soldados estadounidenses, los predicadores reformados se han insertado en un contexto en el que cristianos y musulmanes conviven con acuerdo tácito de no intentar convertirse mutuamente. ¿Cómo influyen los predicadores en la situación actual de los cristianos en Irak?

–Monseñor Sleiman: Hay que decir que este fenómeno de los predicadores es un fenómeno mundial. En Irak llegaron tras la caída del régimen. Tienen un argumento: la libertad religiosa; pero en mi opinión no tienen respeto por las iglesias antiguas que hay aquí. Y queriendo convertir a los musulmanes crean muchas sospechas.

Su proselitismo no respeta la mentalidad de Irak. Los cristianos iraquíes tienen raíces y vivencias culturales similares a las de los musulmanes. No se puede venir así, de manera imperialista, para implantar el cristianismo. Esta postura aumenta la dosis de sospecha contra los cristianos y perjudica injustamente a los cristianos de Irak.

El cristianismo iraquí es en su mayoría apostólico, tiene su origen en el primer siglo, con excepción de la Iglesia latina, de los protestantes o de la Iglesia armenia, que se hizo importante durante la primera guerra.

Los cristianos en Irak no son un microbio en el cuerpo sino que son el cuerpo, y como tales están circundados de otras realidades. Baste recordar la aportación en
los tiempos de los califas: los grandes médicos de entonces eran cristianos y judíos. La traducción de los clásicos griegos la hicieron los cristianos.

Históricamente, el viaje de la filosofía de los griegos, por vía de los árabes hacia Europa, estuvo mediado por las traducciones de los monjes cristianos. Los cristianos de Irak son los hijos más antiguos de aquella tierra.

–El mensual iraquí «Al-Fikr Al-Masihi» («Pensamiento Cristiano») obtuvo la Medalla de Oro 2007, de la Unión Católica Internacional de Prensa (UCIP). ¿Qué significado tiene este premio para la revista y para los cristianos iraquíes?

–Monseñor Sleiman: «Al-Fikr Al-Masihi» nació en Irak en 1964, de la Congregación de Cristo Rey, y luego fue confiada a los dominicos. Como revista cristiana, tiene su impacto y los que trabajan en ella tiene mucha valentía. Pero creo que al premiar a «Al-Fikr Al-Masihi», la UCIP quiso ciertamente premiar la resistencia y la voluntad de avanzar de los cristianos en Irak.

–Se cumple el cuarto aniversario de la invasión estadounidense de Irak. La situación parece estancada, incluso parece empeorar. ¿Cuál es el mensaje que le urge lanzar a los protagonistas del dilema iraquí para salir de «trampa»?

–Monseñor Sleiman: Mi deseo más grande es que se alcance una solución a este dilema humano. Hay que comprender que la cuestión iraquí no es ya sólo iraquí, se ha convertido en una cuestión de Oriente Medio; si no se resuelve, puede convertirse en un incendio que se extenderá al Mediterráneo, quizá incluso a África del Norte.

Hay que aceptar la colaboración de los países limítrofes, porque también ellos tienen sus intereses y sus miedos. Creo que no es posible reconstruir la paz aislados, es siempre importante un consenso de las naciones. Hay que construir la paz en Irak para protegerla en otras partes. Si se da una guerra entre suníes y chiíes en Irak, un incendio enorme inflamará toda la zona. Seguramente se extenderá a otros países.

Estados Unidos impide un choque generalizado entre facciones, pero puede hacer más si favorece la reconciliación que quiere el gobierno actual. Hay que favorecer el encuentro político para lograr la reconciliación. Incluso el general de las fuerzas estadounidenses en Irak, David Petreus, afirma que la solución de la crisis no puede ser militar. Hay que poner orden pero para que el orden se mantenga se necesitan medidas políticas.

–Usted ha escrito un libro sobre la santa carmelita, Teresa Benedicta de la Cruz, «Edith Stein: Testigo para hoy, profeta del mañana». ¿La espiritualidad cristiana tiene algo que decir en todo este sufrimiento? ¿Cómo puede un cristiano ser profeta del mañana en Irak?

–Monseñor Sleiman: No se puede resistir al mal sin la experiencia espiritual. Muchos ven en Edtih Stein la figura de la mártir, pero ella no es sólo una mártir en Auschwitz. Edith Stein es una mujer que lleva una esperanza, ella vivía el cristianismo de una manera profética. Un profeta, en la acepción bíblica y cristiana, se convierte en espejo de Dios; no es alguien que conoce necesariamente lo que será. Es alguien que comprende y vive la palabra de Dios y revela sus riquezas.

Edith es una maestra de vida espiritual y vida de esperanza. Como mártir nos testimonia que el Señor es más grande que cualquier mal, nos hace comprender que el mal no es la última palabra. Todos estamos escandalizados por el mal y por la potencia de los malvados, pero quien profundiza comprende que el mal es la falta del ser, el mal existe porque el bien no ha hecho su parte.

En mis homilías, trato de ayudar a la gente a vivir la esperanza, que es el don de Dios. La esperanza consiste en saber que a pesar de todo el mal y la injusticia que sufrimos, no tiene la última palabra. Mi oración es sencilla: «Venga tu reino», y cuando lo digo tengo ante mis ojos a personas que en nombre de Dios están matando, en nombre de Dios quieren hacer limpieza étnica. Rezo por ellos para que el Reino de Dios se les revele como reino de paz, de perdón y de amor.

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ZENIT Staff

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