Para mí –como pienso para tantísima gente–, la eleccion del cardenal Jorge Mario Bergoglio a Obispo de Roma y Sumo Pontifice fue una sorpresa muy agradable.
Hay un aspecto en sus primeras catequesis y homilias que me ha hecho mucho bien. Su insistencia en la misericordia de Dios y, por tanto, en la misericordia de unos para con los otros.
Durante la homilia que el Santo Padre tuvo en la parroquia de Santa Ana, el pasado 17 de marzo, hay una afirmación impresionante: «Para mí, lo digo humildemente, este es el mensaje más fuerte del Señor: la misericordia…el Señor no se cansa de perdonar jamás, jamás…; somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdon». Es el mensaje de siempre, pero es un mensaje que hoy el mundo necesita de modo urgente y necesario.
Hay un segundo aspecto que me ha hecho mucho bien en estos primeros mensajes del Papa Francisco y es su llamamiento a la pobreza. A la pobreza como la vivió y enseñó Nuestro Señor y, despues de Él, todos los santos y, en particular, San Francisco de Asis.
Nos hace mucho bien en la Iglesia volver a la pobreza evangélica, cada uno según su estado y condición, pero sin poner el corazón en las riquezas ni en las cosas de la tierra, y considerando a los pobres como la verdadera riqueza de la Iglesia.
Es el único camino que la Iglesia tiene hoy para ser creíble en el mundo. Sin esta condición, el mensaje evangélico que la Iglesia anuncia no será creíble ante nuestros contemporáneos.
+ Celso Morga
Secretario de la Congregación para el Clero
