Nuevo arzobispo de Cali: Para cambiar la sociedad, convertir el corazón

Sustituye al asesinado monseñor Duarte Cancino

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CALI, 23 octubre 2002 (ZENIT.org).- El nuevo arzobispo de la localidad colombiana de Cali estaría dispuesto a mediar en la liberación de secuestrados, si la mediación fuera aceptada por las partes y condujera a resultados factibles. El empobrecimiento de los caleños, el desempleo y la calidad de la educación también figuran entre sus preocupaciones.

«Sobre todo, me preocupa que haya caleños, no sé cuántos, al margen de la Iglesia, de la fe en Jesucristo, que se olvidan de su condición de bautizados», añade este prelado, quien ha manifestado su disponibilidad y compromiso de servicio con la iglesia diocesana, «colaborando para que Cali sea cada vez más habitable y acogedora para todos los caleños», manifestó al Diario El País , de Cali.

En una ceremonia pública presidida por el Nuncio Apostólico, monseñor Beniamino Stella, en la Catedral de San Pedro, tomó posesión el nuevo arzobispo de Cali el fin de semana pasado, monseñor Juan Francisco Sarasti Jaramillo. El cardenal Pedro Rubiano Sáenz, cuarenta obispos y sacerdotes de Colombia, Panamá, Venezuela y autoridades civiles y militares fueron testigos del momento.

Sucesión de monseñor Isaías Duarte Cancino
«No voy a reemplazar a monseñor Duarte – anterior arzobispo de la localidad –, porque cada persona es irreemplazable y en la Iglesia no hay reemplazos sino sucesiones», puntualiza el nuevo arzobispo de Cali, quien tenía una profunda amistad con monseñor Isaías Duarte.

Éste fue asesinado el 16 de marzo pasado cuando subía a un automóvil tras haber celebrado una misa en la que casó a 70 parejas en la iglesia del Buen Pastor. El arzobispo era conocido por su posición contra la guerrilla y el narcotráfico en Colombia.

«Yo no busqué venir aquí, y vengo con toda la buena voluntad, generosidad que pueda y en obediencia de la Santa Sede –explica monseñor Sarasti refiriéndose a la circunstancia de llegar a una ciudad en la que su antecesor fue asesinado–. Alguien tenía que asumir esta responsabilidad, el Señor me la ha señalado a mí, debo tomarla con mucha serenidad confiando en las manos del Señor y colocándome a disposición de la Iglesia».

La compleja realidad de Cali
Dada la situación actual de Cali y su compleja realidad, para salir adelante, en opinión del nuevo arzobispo, «en último término y desde nuestra perspectiva del creyente hay que convertirse a Jesucristo, la última y la suprema respuesta».

«Esa conversión pasa por muchas mediaciones particulares: por la aplicación de la ley, la educación de los nuevos y antiguos ciudadanos, la convicción de que el mal no puede seguir, de que el mal no es la forma de vender la conciencia a través de ganancias fáciles», explica.

«Eso es parte de esa conversión profunda. Repito –dice monseñor Sarasti –, si el corazón no cambia, aunque cambiaran las leyes o las estructuras no podríamos lograr un cambio profundo de la sociedad».

Grupos armados, secuestros y amenazas
Monseñor Sarasti se dirige a los grupos armados directamente: «Quisiera decirles con todo respeto y franqueza que miren los resultados, el pasado, 40 años largos de conflictos y de confrontaciones que no han producido sino dolor y lágrimas, destrucción, empobrecimiento, que esta situación del país es demasiado compleja en lo internacional, en lo comercial y en lo económico para agravarla todavía más con esa búsqueda de cambios por la vía violenta».

A los secuestrados, una de las mayores preocupaciones del nuevo arzobispo de Cali, «los llevo en el corazón (…) porque sé todo lo que significan ellos para sus familias. Quisiera enviarles un saludo y una bendición. Que no pierdan la fe, la esperanza».

Además invita a los secuestradores a tener un gesto de generosidad y humanidad en su actitud, pues con el secuestro no se consigue nada, «al contrario, están dañando a mucha gente que ya no quiere saber nada de quienes actúan de esa forma».

El fenómeno de las amenazas –que ya no hace distinciones– no debe perderse de vista. «A todos nos debe preocupar, no sólo por su iglesia sino también por su ciudad», comenta monseñor Sarasti.

«Los ciudadanos comunes y corriente también están amenazados, permanecen secuestrados, están siendo objeto de extorsiones. Desafortunadamente, los sacerdotes también estamos en esa perspectiva», reconoce.

Monseñor Juan Francisco Sarasti Jaramillo, religioso de la Congregación de Jesús y María, nació en Cali el 30 de julio de 1938. Obtuvo la licencia en Filosofía en la Universidad Pontificia Javeriana y el doctorado en Teología en la Universidad Pontificia Gregoriana. En 1963 fue ordenado sacerdote en Roma.

En el ámbito de su Congregación religiosa, se dedicó sobre todo al sector de la formación: fue maestro de novicios y consejero general. Después fue rector del Seminario de Santa Rosa de Osos y secretario del Departamento para los Seminarios de la Conferencia Episcopal.

El 8 de marzo de 1978 fue elegido obispo auxiliar de Cali. El 23 de diciembre de 1983 fue nombrado obispo de Barrancabermeja y el 25 de marzo de 1993 promovido a la sede arzobispal de Ibagué.

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ZENIT Staff

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