¿Por qué es hoy necesario el «personalismo cristiano» en bioética?

Entrevista con monseñor Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 1 julio 2004 (ZENIT.org).- Ante planteamientos que orillan al hombre, o que incluso atentan contra el respeto a la vida, el personalismo cristiano «se revela como una opción de fondo imprescindible», explica el obispo Elio Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida.

Es además una plataforma cultural que ha unido espontáneamente a Centros e Institutos de Bioética dando origen hace poco más de un año en Roma, por iniciativa del Centro de Bioética de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, a la «Federación Internacional de Centros e Institutos de Bioética de Inspiración Personalista» (FIBIP) (Cf. Zenit, 23 de junio de 2003).

La Federación celebró el 21 y 22 de junio su segundo congreso –bajo el título «Perspectiva del Personalismo en Bioética»– en dicha universidad. Para profundizar en el personalismo cristiano y conocer la dimensión de la FIBIP, Zenit ha entrevistado a su presidente, monseñor Sgreccia.

–¿Qué se entiende por personalismo cristiano?

–Monseñor Sgreccia: Desde que hace veinte años la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Sagrado Corazón decidió poner en marcha el Instituto de Bioética se hizo una elección de contenido constructiva y sólida, esto es, poner en el centro de la reflexión bioética la dignidad de la persona humana, reconocida en todo ser humano desde la fecundación hasta la muerte natural, en todas las condiciones de vida, enfermedad, proximidad de la muerte, discapacidad.

Esta concepción corresponde a la postura del personalismo cristiano, sobre todo desde el punto de vista ontológico, que se refiere al ser humano, que debe ser valorado y promovido. Esta elección se ha revelado cada vez más como una opción de fondo imprescindible y caracterizadora.

–Existen otras escuelas de bioética que se dicen también más orientadas hacia la libertad…

–Monseñor Sgreccia: La libertad no subsiste sin responsabilidad. Por ejemplo, una familia que se construye en libertad sin responsabilidad quiere decir que está abierta al divorcio, al aborto, a las uniones de hecho o incluso a las uniones homosexuales.

No existe libertad sin el compromiso responsable hacia los otros seres humanos; por este motivo la libertad del personalismo es una libertad honrada y cargada de responsabilidad.

–Existe también una corriente de pensamiento que se define utilitarista…

–Monseñor Sgreccia: El utilitarismo se orienta a la solución de los problemas, a los enfermos de cáncer o a los enfermos terminales, sólo en función de la utilidad, y así propone la eutanasia y el no acceso a ciertos tratamientos o intervenciones quirúrgicas para ancianos.

El utilitarismo valora personas y tratamientos en función de la economicidad. Por esto propone tomar embriones humanos, porque podrían ser útiles para producir remedios o para producir líneas celulares, todo ello sin respetar la dignidad humana.

Nos oponemos igualmente al llamado contractualismo, en el que la ética está donde se encuentra la mayoría. Haciendo un contrato entre los agentes sociales se acaba por atropellar a quien en la sociedad no tiene voz, esto es, a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a los enfermos mentales, a los discapacitados.

Estas son personas que no pueden «contratar», mientras que existen personas que negocian por ellas y en su perjuicio. Este panorama cultural tan variado y diferente necesita dialogar con el personalismo, que es una concepción de pensamiento fuerte, por un diálogo comprometido que quiera apreciar todo el hombre y a todos los hombres, por el bien común –que no sólo es el bien de la mayoría, sino el bien de todos a través del bien de cada uno, sin descuidar a nadie, especialmente al más necesitado–.

–¿Qué tiene que ver el personalismo con la Federación de los Centros de Bioética?

–Monseñor Sgreccia: El personalismo es la plataforma cultural sobre la que se han encontrado diferentes centros de Bioética, entre ellos la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, y otros centros de Argentina, Chile, los Estados Unidos, etc.

Ha nacido de la voluntad espontánea de situarse juntos. Constituida el año pasado, después oficializada como Federación de Centros e Institutos de Bioética (FIBIP), ha asumido como base común el personalismo cristiano. La Federación cuenta con la adhesión formal de 31 centros presentes en los cinco continentes. Hemos recibido nuevas peticiones de adhesión que estamos examinando.

Junto a este organismo hemos organizado dos jornadas de estudio para ver cómo podemos afrontar, a través del personalismo, algunos problemas, no sólo de bio-medicina –que son muchos–, sino también de educación sanitaria, de economía sanitaria, de ecología, de bio-derecho.

–Acaba de estrenarse la Constitución europea y sobre todo en la concepción de la familia y en la mención de las raíces cristianas no parece ir precisamente en la dirección del personalismo cristiano. ¿Qué opina al respecto?

–Monseñor Sgreccia: Pienso que esta Constitución no respeta Europa en su realidad, porque desde un punto de vista objetivo es carente culturalmente y no dice la verdad. Europa tiene una relación plurisecular y plurigeneracional con la tradición cristiana. Negarlo es una falsedad histórica y cultural.

Además no pronunciarse sobre valores decisivos como los relativos a la familia –que es la célula fundamental de la convivencia civil y social–, no subrayar el respeto de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, no hacer referencia a estos valores fuertes significa prefigurar una Europa que carecerá de instrumentos culturales adecuados para su construcción.

Se sabe, por ejemplo, que Europa en términos demográficos se está suicidando: los porcentajes de fertilidad son muy bajos, el crecimiento está por debajo de cero, asistimos al fenómeno de las cunas vacías. Está claro que los hijos nacen de las familias. Desestabilizar las familias significa minar el proceso de procreación; no defender las familias y la vida quiere decir no prefigurar una Europa del futuro.

Es bien conocido que hasta la economía no puede prescindir de una familia sólida y de muchos hijos. Varios premios Nobel han demostrado que una economía es sólida cuando existe un número suficiente de hijos que nacen de familias sólidas.

La inmigración nos está ayudando, pero la población europea está retrocediendo. Europa debe elegir si quiere ser un viejo continente del que queden sólo las ruinas o si quiere ser una Europa en la continuidad y confrontar el capital humano con las otras culturas.

Es evidente que la pérdida de los europeos sería una pérdida para todo el mundo. Las cualidades culturales y civiles de Europa se han desarrollado gracias al cemento interior de la fe cristiana. Es una verdadera lástima ver nacer la Constitución bajo el viento de la secularización, un viento que deseo que esté pasando.

–En la Constitución Europea se cita la Carta de la Tierra, que algunos estudiosos católicos –como Michael Schooyans— definen neopagana. ¿Usted qué piensa?

–Monseñor Sgreccia: Pienso análogamente que la Carta de la Tierra tiene una aproximación biocéntrica en la que el hombre es un elemento entre los demás, definido incluso como el más perjudicial de la biosfera.

Sin embargo pienso que para custodiar la Tierra y mantener su gran patrimonio es necesario que se exalte la responsabilidad humana, porque el único ser responsable para los otros seres es el hombre: no se puede prescindir de su humanidad y de su responsabilidad. Querer rechazar la actividad del hombre en el universo significa dejar a la
deriva el patrimonio de todas las formas de vida.

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ZENIT Staff

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