ROMA, viernes, 23 julio 2004 (ZENIT.org–Avvenire).- El santuario que se acaba de inaugurar en San Giovanni Rotondo (Italia) dedicado al padre Pío de Pietrelcina está llamado a convertirse en una de las grandes obras arquitectónicas de inicios de milenio.
Los frailes capuchinos de la comunidad del religioso de los estigmas encomendaron el proyecto a uno de los arquitectos de mayor prestigio en el mundo, Renzo Piano. La obra, que fue inaugurada el 1 de julio, es capaz de acoger a unas ocho mil personas. La prensa la ha calificado como el templo católico más grande después de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
En esta entrevista, Piano revela confidencias sobre la manera en que ha llevado adelante el proyecto.
–¿Es verdad que fue difícil para los frailes capuchinos convencerle para aceptar el proyecto?
–Renzo Piano: Es verdad. Pero no porque no me interesara el tema del santuario. Todo lo contrario. Considero que es un gran honor el que me hayan propuesto el proyecto: soy católico de formación y de convicción. Pero, por mi experiencia, una iglesia adaptada al recogimiento, a la oración, a la meditación, no puede ser de grandes dimensiones. Un edificio imponente expresa potencia, grandilocuencia… algo diverso de lo que representó el padre Pío. Pero el padre Gerardo, responsable de la edificación del nuevo santuario, me mandaba todas las mañanas sus bendiciones: al final me convenció para que visitara el lugar. Conozco bien la belleza de los paisajes de Apulia, pero este valle, salpicado de piedra blanca, es algo especial. Me sedujo definitivamente. Entonces comencé a imaginar cómo podría ser el nuevo sanitario.
–¿Está satisfecho?
–Renzo Piano: Claro. En parte porque a lo largo de la elaboración y de la ejecución del proyecto las grandes dimensiones fueron reduciéndose a proporciones más adaptadas a la imagen que yo tenía de un lugar de oración. El aula puede acoger miles de personas, pero en su interior se mantiene el sentido de recogimiento, gracias a la disposición de los bancos y a la manera en que las vidrieras elaboran la luz interior.
–¿Cómo ha logrado este resultado?
–Renzo Piano: Me he hecho también yo algo capuchino: he observado la vida de los frailes. He dialogado atentamente con el liturgista Crispino Valenziano. He estudiado la historia de la liturgia y de la religión. Si hubiera proyectado una iglesia con nave, hubiera surgido una iglesia imponente, parecida en su tamaño a la Basílica de San Pedro del Vaticano. Opté por una estructura radial, centrada en el altar con la asamblea reunida en torno y dividida en sectores por grandes arcadas que se surgen del único centro. Además, he seleccionado materiales que expresan sencillez y solidez: la piedra local y la madera, así como el vidrio de las ventanas. La consecuencia ha sido un aula llena de vibraciones y de sonoridad ambiental, no sólo cuando se escucha el magnífico órgano, sino también por el efecto de la luz, que se filtra indirectamente en el ambiente y se sólo concentra directamente en el altar. Así están concebidas también las iglesias barrocas: un haz de luz penetra para indicar el centro de la celebración. Es un efecto dramático: la arquitectura es también el arte de construir emociones.
–Además de la luz, la acústica también es importante…
–Renzo Piano: Como ya hice en el auditorio de Berlín, he trabajado con el experto de acústica alemán Helmut Müller. El primer paso fue escoger dónde colocar el órgano. Esta iglesia tiene un tiempo de reverberación (el tiempo que tarda un sonido en regresar a su origen después de haber sido «rebotado» por las paredes, n. d. r.) más bien largo: entre cuatro y cinco segundos. Es algo propio de una gran aula eclesial, y se adapta a la música sagrada.
Además del aspecto acústico también está el metafórico. Pues música y arquitectura se asemejan, si bien una es evidentemente material y la otra aparentemente inmaterial. Ambas están hechas de «habitaciones», decía mi amigo, Luciano Berio, que ha puesto este nombre a su última composición, que me ha querido dedicar. Pues la música entra y sale, en sus movimientos, como por habitaciones sucesivas: como lo hace quien atraviesa una arquitectura. En esta iglesia, el espacio también tiene un ritmo…
–¿Cómo se le ocurrió una planta espiral, parecida a una concha?
–Renzo Piano: Me lo sugirió el lugar, pues los lugares también hablan, aunque los arquitectos en ocasiones no saben escucharlos. El pequeño valle que está detrás de la antigua iglesia tiene un carácter claro, evidente. Al bajar, sugiere la idea de un gran atrio que concluye abajo con un espacio circular: de ahí surge la forma de la iglesia. Se debe también al hecho de que si se quiere acercar lo más posible la asamblea al altar esta forma circular es la mejor. Las grandes arcadas separan el aula en gajos (o gallones) de dimensiones semejantes a las de una iglesia de unos trescientos o cuatrocientos puestos. De este modo, cada gajo es como una pequeña iglesia. La sensación de grandilocuencia de las grandes basílicas se debe al hecho de que en sus naves el espacio no está interrumpido. Aquí, sin embargo, está ritmado por los arcos de piedra que sostienen la cobertura, así como por los bancos de roble cuyas planchas son de diez centímetros de espesor. Los arcos son desiguales entre sí: y son de un tamaño creciente.
–Usted es conocido por utilizar tecnologías muy avanzadas…
–Renzo Piano: Provengo de una familia de constructores y creo que llevo en la sangre las ganas de experimentar. Lo hice en la Potsdamer Platz en Berlín así como en el centro cultural en Nuova Caledonia, con estructuras en forma de cabaña, con láminas de madera de hasta 28 metros de altura. Me gusta recuperar materiales antiguos y rejuvenecerlos con las tecnologías actuales: por eso he utilizado la piedra para el santuario. La técnica con la que hemos realizado los grandes arcos de San Giovanni Rotondo podría dar un nuevo empuje al uso de este material antiguo. Está claro que también hubieran podido hacerlo en la Edad Media, pero hubieran tenido que utilizar miles de cinceles durante quién sabe cuánto tiempo.
–¿Cómo ha trabajado con los artistas?
–Renzo Piano: Paso mi vida en diálogo continuo con los artistas. En este sentido también ha sido precioso el consejo de monseñor Valenziano. Llamamos a Roy Lichtenstein (1923-1997) para la capilla eucarística. Por desgracia falleció y hemos preferido que no fuera otro quien completara su obra. Arnaldo Pomodoro ha realizado la gran cruz que caracteriza el lugar del altar. Giuliano Vangi ha realizado el ambón. Mimmo Paladino la puerta. También Robert Rauschenberg ha trabajado durante mucho tiempo en la representación del Apocalipsis de la gran vidriera, pero su obra todavía tiene que encontrar su adaptación litúrgica y por el momento ha quedado en la reserva.
–¿Está preparado para otra iglesia?
–Renzo Piano: No crea: la primera vez no implica que sea más difícil proyectar un edificio en particular. También después es difícil. Mi profesión exige trabajar con la materia, pero también con las ideas. Y cada proyecto tiene su alma. Además, ahora me parecería casi traicionar a esta iglesia que acabo de terminar…