Roma dedica una jornada de reflexión a Paul Claudel, el «gigante invisible»

Entrevista con el organizador del encuentro, Andrea Monda

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ROMA, lunes, 21 febrero 2005 (ZENIT.org).- El próximo 23 de febrero se celebra en Roma la Sexta Jornada de reflexión sobre «Catolicismo y literatura en el siglo XX» promovida por el Consejo Pontificio de la Cultura, en colaboración con el Ente Teatral Italiano y la Fundación Primoli.

La edición de este año tratará la figura literaria de Paul Claudel (1868 -1955) en el quincuagésimo aniversario de la muerte de este gran escritor francés, ocurrida el 23 de febrero.

Zenit ha entrevistado a Andrea Monda, uno de los organizadores del encuentro.

–¿Por qué ha recaído la elección de este año en Claudel?

–Monda: La relación con Dios y con la fe cristiana son sin duda la raíz profunda de la obra de algunos protagonistas fundamentales de la literatura del siglo XX, y ésta aún vale más para Claudel y su catolicismo que, a partir del célebre episodio de la conversión, ocurrida la Navidad de 1886, en la catedral de Notre Dame de París, será para el artista una fuente continua de inspiración. Es interesante como Claudel llega a su fe de roca a través de un recorrido original.

Y justo en 1886 descubre las «Illuminations» de un gran poeta –y controvertido– Arthur Rimbaud, y este descubrimiento se revelará decisivo para la formación poética de Claudel que por fin podrá salir de la «prisión» del determinismo del siglo XIX y encaminarse hacia lo sobrenatural.

En este sentido, Claudel es un formidable símbolo, entre esos dos siglos dramáticos, y por lo tanto ha parecido oportuno no hacer que caiga en el olvido el quncuagésimo aniversario de su muerte.

Mientras en las anteriores ediciones se ha meditado en particular sobre las tradiciones literarias de algunas zonas geográficas como Francia, Europa Oriental o los países de lengua española, en la actual edición la perspectiva se ha concentrado en una figura individual, cuya enorme «estatura» ya se revela en el título.

–¿Qué significa este título, el gigante invisible?

–Monda: Dos cosas: de una parte Claudel es un gigante, un monumento de la literatura del siglo XX, pero diría más, de la cultura y de la historia del siglo XX. Se trata en efecto de un genio multiforme y poliédrico: escritor, poeta, dramaturgo, crítico y teórico de arte, diplomático.

Como ha escrito el poeta y profesor de literatura francés Valerio Magrelli en «Il Corriere della Sera» del 16 de febrero pasado, Claudel es una especie de «nudo inextricable». El hombre de teatro y el diplomático, el conservador y el seguidor de Rimbaud, el católico intolerante y el amante de las culturas orientales, el filósofo y el amigo-enemigo de Gide. Es imposible tratar de armonizar aspectos tan distintos.

Por otra parte, al acentuar todas estas contradicciones, se convirtió objetivo de los ataques de los surrealistas: «No se puede ser al mismo tiempo embajador de Francia y poeta». Sin embargo Claudel fue ambas cosas.

Me parece muy interesante este aspecto: el hombre, cada hombre, es un conjunto de contradicciones que no pueden ser simplificadas, radicalizadas, absolutizadas. Para decirlo religiosamente: cada hombre es un misterio. El cristiano lo sabe bien porque el cristiano es un misterio aún más grande y siempre representa un enigma para el mundo que a menudo no lo comprende, y no lo acoge.

Me viene a la memoria lo que escribía el teólogo Harvey Cox hace 40 años en su ensayo «El cristiano como rebelde»: «Los cristianos no se pueden explicar con términos del mundo, porque no viven para su clase o su raza, para sus intereses nacionales o sexuales. Ellos plantean al mundo un enigma, algo inexplicable por lo que la gente finalmente tiene que preguntar».

–¿Por qué este gigante es invisible?

–Monda: Hoy Claudel se ha convertido en invisible. Es un monumento transparente. Una montaña de la cual se ha perdido la memoria. Desde hace muchos años Claudel y su vasta obra viven una estación de olvido y «marginación». Si se va hoy a las librerías para adquirir un libro de Claudel, uno cualquiera, la respuesta siempre será la misma: «¿Claudel? ¿Quién es ése?».

Es prácticamente imposible encontrar un libro suyo en circulación. Quizás el carácter «monolítico» de la fe experimentada y practicada por Claudel ha provocado esta eliminación, no sabría decirlo. Ciertamente Claudel representa de modo eficaz toda una gran estación de la cultura francesa del siglo XX que ha alcanzado no sólo niveles altísimos en la literatura y que hoy parece algo anticuada, arqueológica.

Me vienen a la mente nombres como Mauriac, Bernanos, Peguy, Bloy, pero también filósofos como Marcel, Maritain, Mounier, Guitton y la teología con los grandes franceses como Congar, De Lubac, Danielou. Se trata de una estación excepcional cuya herencia yace, pero está como enterrada por la ceniza de la indiferencia, fenómeno quizás más insidioso que el ateísmo militante.

Pienso en la Francia de hoy que prohíbe el velo y el crucifijo y trata de borrar cada huella exterior de religiosidad en nombre de una malentendida idea de laicidad que sabe mucho de laicismo y me pregunto: ¿qué ha sucedido con la lección de aquellos grandes espíritus franceses de la primera mitad del siglo XX?

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ZENIT Staff

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