Santa Sede: La «píldora del día después», un producto abortivo

Declaración de la Academia Pontificia para la Vida

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 nov (ZENIT.org).- Como era de esperar, en Italia ha estallado la polémica en torno a la distribución en farmacias, que comenzó ayer, de la así llamada «píldora del día después», la Levornogestrel.

Según el Ministerio de Salud italiano (comunicado del 29 de septiembre), este producto químico es un «anticonceptivo de emergencia» al que se puede recurrir poco después de una relación sexual considerada como fecundante, en el caso en que se quiera impedir que continúe el embarazo no deseado.

Los científicos, médicos, bioéticos y teólogos de la Academia Pontificia para la Vida, institución creada por el mismo Juan Pablo II, han respondido a esta afirmación en un documento hecho público ayer, en el que aseguran que nos encontramos más bien ante un instrumento «abortivo».

Para aclarar el carácter de este producto, la Academia Pontificia para la Vida explica, en primer lugar, que la «píldora del día después» es un producto basado en hormonas que, si se asume antes de las 72 horas (no después) que siguen a una relación sexual, produce un mecanismo que impide la anidación del óvulo fecundado (que ya es un embrión humano) en la pared del útero. El embarazo, por tanto, queda truncado.

«El resultado final será, por tanto, la expulsión y la pérdida de este embrión», concluyen los académicos. Esto no es otra cosa que un aborto.

El producto, sigue explicando el comunicado oficial de la Academia Pontificia para la Vida, no sería abortivo en el caso en que la píldora precediera en unos días a la ovulación, bloqueándola. Pero esto es exactamente lo que hace la famosa píldora anticonceptiva.

Por este motivo, los académicos piden a las autoridades sanitarias, en general, y a las italiana, en particular, que sean rigurosas desde el punto de vista científico y que llamen a la «píldora del día después» por su nombre: no es un medio anticonceptivo; se trata de un instrumento «abortivo».

La declaración de los académicos concluye haciendo un llamamiento a médicos y farmacéuticos a que «apliquen con firmeza la objeción de conciencia moral» y que testimonien «con valentía y con los hechos el valor inalienable de la vida humana, especialmente frente a nuevas formas subrrepticias de agresión a los individuos más débiles e indefensos, como es el caso del embrión humano».

Este llamamiento cobra particular fuerza si se tiene en cuenta que, dado que el Ministerio de Salud italiano presenta esta sustancia química como un producto farmacéutico (como si fuera un instrumento terapéutico), las farmacias italianas están obligadas por ley a suministrarlo. Aquí reside, en parte, la insistencia con la que la Academia para la Vida aclara los términos.

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ZENIT Staff

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