ROMA, 20 agosto (ZENIT.org).- «Caramba, qué bien rezan…»: acababa de terminar el viernes pasado la catequesis en lengua árabe, en la iglesia de San Fabián y Venancio, y Claudio, un voluntario de la parroquia expresa así su sorpresa.
Dirigió la catequesis el obispo de Nazaret, Jacinto Boulos Marcuzzo. Lo escuchaban un centenar de libaneses, además de otros jóvenes de Egipto, Siria y Tierra Santa. Hablaron de diálogo, de paz. Temas análogos a los tocados por monseñor Marcuzzo en la iglesia de San Clemente para un grupo muchachos y muchachas de Tierra Santa, Palestina y de Israel, y en Santa Cecilia para un grupo árabe.
Las preguntas que plantearon los jóvenes demostraron la vivacidad y las grandes dificultades de estos chavales. Una joven libanesa pregunta: «La Iglesia nos pide ayuda a nosotros, nosotros confiamos en la Iglesia, cómo hacemos?». «Todos estamos llamados a imitar a Cristo, cada uno a su modo», responde monseñor Marcuzzo.
«¿Qué hacer, cuando en la realidad cotidiana la violencia se hace necesaria para sobrevivir?», pregunta una libanesa. «No es una respuesta válida siempre –responde el obispo–, es necesario alimentar la propia conciencia, incluso para discernir si es necesario el martirio».
Una joven sudanesa dice: «El Verbo se ha hecho carne, abrazando la vida de cada uno. ¿Cómo conciliar la exigencia de unidad, con la globalización?». «De lo particular –responde el obispo–, si se vive en clave absolutista nace el conflicto, si se acoge en él la presencia de Cristo, todo participa en cambio de la armonía de la creación».
Preguntamos a Claude, de 27 años, del Líbano meridional, cual es la primera esperanza que le suscita este Jubileo: «¿Cuál quieres que sea, después de tantos años de guerra? –responde serio–. Paz, paz».