HUNTSVILLE, 15 sep (ZENIT.org).- El diácono Joe Vitella es el capellán católico
de la Prisión Unidad Ellis I en Huntsville (Texas) y se ocupa en especial de
atender a los condenados a la pena capital en el llamado «brazo de la muerte».
Joe Vitella ha explicado a Zenit en qué consiste su labor
pastoral.
«Mi trabajo –explica– se desarrolla con la población general (más de 2.400
prisioneros) y con los internos del «brazo de la muerte». Los internos de la
«brazo de la muerte» son mantenidos en la prisión durante muchos años
hasta que recientemente, cuando uno escapó, han sido trasladados a la
Unidad Terrell en Livingston (Texas). Se trata de una instalación de máxima
seguridad que está a solamente 40 millas de aquí».
«Mi trabajo –añade– también consiste en visitar el «brazo de la muerte»,
ofreciéndoles dirección espiritual, proporcionándoles los sacramentos y
preparándoles para la muerte. Atiendo en especial a los que no pueden
hablar o entender inglés (yo soy hispano) y ellos prefieren que me ocupe
de los católicos, aunque trabajo con todos. Soy lo que se llama una «relación
de apoyo presencial». Somos doce los capellanes que trabajamos en este
ministerio especial. Soy el único católico e hispano».
El diácono Joe Vitella explica cómo debe afrontar la dura experiencia de
acompañar a estas personas hasta el final: «Debo presenciar la ejecución
y estar con las familias de los internos durante ese día, desde el mediodía
hasta la ejecución. Rezo por ellos, les escucho, les explico lo que va a suceder,
ayudo en los preparativos del funeral y llevo a los familiares que quieren ser
testigos al lugar donde tiene lugar la ejecución».
Esta fuerte experiencia, sin embargo, ha enseñado muchas cosas a Joe Vitella:
«Trabajar con estos hombres –explica– me ha ayudado a crecer espiritualmente.
Oír sus historias, sentimientos, ver su amor por Jesús y su espiritualidad, me
han enseñado muchas cosas acerca de la vida, el amor, la solidaridad que
han cambiado mi vida. Voy a ofrecerles un servicio y soy yo el único que
recibe un servicio».
«En una de mis visitas, Jeffrey Dillingham, católico, al que apoyaré con mi
presencia el día 1 de noviembre de 2000, fecha de su ejecución, me comunicó
cómo el Espíritu Santo lo despertó durante la noche, para que escribiera una
carta al pueblo de Estados Unidos», relata.
En la carta de Jeffrey, que nos ha hecho llegar el diácono Vitella, dice lo
siguiente: «Dios me ha inspirado mucho en mi vida y en las vidas de quienes
están a mi alrededor en los últimos diez meses. Me ha inspirado rezar y
ayunar con dos grandes fines: la abolición de la pena de muerte y el renacimiento
de América. Por renacimiento entiendo un despertar de proporciones bíblicas.
Significa una nueva conciencia de la importancia de la obediencia a Dios y un
celo por hacer de la palabra de Dios y sus caminos el objeto de nuestras vidas.
Dios ha puesto en mi corazón el deseo de ayunar y orar por estos objetivos y
yo me he dedicado a hacerlo».
Jeffrey Dillingham pide que se dedique el próximo día 1 de octubre a una jornada
de ayuno y oración por la abolición de la pena de muerte en Estados Unidos y
hace una petición a las diversas Iglesias para que se unan a su llamamiento.