CIUDAD DEL VATICANO, 2 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II aseguró esta mañana que al proclamar la santidad de 120 mártires asesinados en China entre 1648 y 1930 la Iglesia no pretende «legitimar los comportamientos de los gobiernos de la época que tuvieron mucho peso en la historia del pueblo chino».
El Papa pronunció estas palabras esta mañana al recibir en audiencia a los peregrinos que se encontraban en Roma para participar en la canonización de ayer por la mañana en la plaza de San Pedro del Vaticano.
Al mismo tiempo, pidió «perdón» a China por los posibles «límites y errores» de los 33 misioneros europeos que fueron proclamados santos junto a 87 cristianos chinos.
«Todos vosotros sabéis que la mayoría de los 120 mártires derramó su sangre en momentos históricos que revisten un particular significado para vuestro pueblo –dijo el Santo Padre durante la audiencia dirigiéndose especialmente a los peregrinos chinos–. En realidad se trató de situaciones dramáticas, caracterizadas por violentas perturbaciones sociales. Con esta canonización, la Iglesia no quiere dar ciertamente un juicio histórico sobre aquellos años, ni mucho menos legitimar algunos comportamientos de gobiernos de la época que tuvieron mucho peso sobre la historia del pueblo chino. Lo que quiere, por el contrario, es sacar a la luz la heroica fidelidad de estos dignos hijos de China, que no se dejaron atemorizar por las amenazas de una feroz persecución».
Después, refiriéndose al ejemplo de los mártires europeos sacrificados en China, el Papa reconoció: «No falta quien, con una lectura histórica parcial y poco objetiva, sólo ve en su acción límites y errores. Si se dieron –¿acaso está el hombre exento de defectos?–, pedimos perdón. Pero hoy los contemplamos en la gloria y damos gracias a Dios, que se sirve de instrumentos pobres para sus grandiosas obras de salvación».
«Anunciaron con el don de la vida la Palabra que salva y emprendieron importantes iniciativas de promoción humana», añadió el obispo de Roma.
«Con su testimonio, nos indican que el auténtico camino de la Iglesia es el hombre –concluyó el Papa–: un camino entretejido de profundo y respetuoso diálogo intercultural, como nos ha enseñado, con sabiduría y maestría el padre Matteo Ricci».
Este último fue un misionero jesuita que vivió entre 1552 y 1610 y es considerado como una figura nacional incluso por el Partido Comunista, pues llevó al gran imperio de Oriente la sabiduría y la ciencia europeas de aquellos años (en concreto, la trigonometría). La Enciclopedia Britannica dice: «Quizá no hay un nombre europeo de los siglos pasados que sea tan bien conocido en China como el de Li-ma-teu (Ricci Matteo)». Su causa de beatificación ha superado el proceso diocesano, según reveló recientemente el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité vaticano para el gran Jubileo.