China y los derechos humanos

Esta semana, el 9 de octubre precisamente, se cumplen los cincuenta años de
la invasión del Tíbet por los soldados chinos. El acontecimiento da pie
para examinar la situación de los derechos humanos y la libertad, no sólo
en el Tíbet sino en general en China.

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La represión en el Tíbet

Como informó el periódico «El Mundo» (9/10/00), el 9 de octubre de 1950,
40.000 soldados chinos tomaban Chamdo, la capital de la región oriental del
Tíbet, tras una breve operación de 48 horas contra una pequeña fuerza
tibetana de 8.000 hombres, de los que murieron la mitad. No se había
producido ninguna provocación tibetana: el gobierno comunista, recién
instalado en Beijing, había declarado que la «liberación pacífica del
Tíbet» era su primera prioridad.

El Tibet apenas logró su independencia a inicios del siglo XX, después de
liberarse del control chino que se ejercía desde el XVIII. El gobierno
teocrático de Lhasa, mal adaptado al mundo moderno, no supo o pudo
enfrentarse a la presión china. Aislados y presionados en Beijing, sin
poder comunicarse con su gobierno, sus negociadores firmarían en 1951 la
absorción por parte de China. El Dalai Lama la denunció a partir de su
huida al extranjero en 1959.

Según las afirmaciones del gobierno tibetano en exilio durante el pasado
medio siglo la ocupación china ha causado la muerte de un millón de
personas. Además, las autoridades han destruido unos 2.700 monasterios y
han llevado a cabo una campaña de reeducar al pueblo, enseñando el chino
por encima del idioma local y obliterando la cultura tibetana.

Parte de esa campaña incluye la lucha contra las instituciones religiosas
locales. Recientemente salió la noticia del suicidio de cinco monjas, que
fueron empujadas a este acto por semanas de tortura a manos de las
autoridades chinas. Según informó el «Telegraph» (6/10/00), un grupo de
derechos humanos, «Tibet Information Network», afirma que el suicidio tuvo
lugar en la cárcel de Drapchi, al norte de la capital Lhasa. El crimen de
las monjas, que ya se encontraban en la cárcel, fue rehusar cantar himnos
chinos patrióticos. Después de haber cometido ese crimen en dos días
consecutivos las monjas fueron golpeadas duramente y sometidas a largas
sesiones de interrogatorios y torturas.

Igualmente, como comunicó el «UN Wire» (1/8/00), China ha impuesto un
programa de control de población muy severa en el Tíbet. Las mujeres que no
cumplen con los límites se ven sometidas a abortos y esterilizaciones por
medio de la fuerza. Incluso algunas mujeres han muerto como consecuencia de
esos malos tratos.

Según el testimonio de una mujer tibetana, que había huido a India, en su
aldea casi el 70% de las mujeres habían sido esterilizadas. Mientras tanto,
Blake Kerr, un doctor norteamericano que ha investigado la planificación
familiar en el Tíbet, comentó que las condiciones en los hospitales donde
practican las esterilizaciones y los abortos son terribles.

Aunque China ha negado la práctica de esterilizaciones o abortos contra la
voluntad de las mujeres, en 1991 salió a la luz pública un documento del
Comité Central del partido comunista chino sobre este tema. El documento
decía que las autoridades deberían remediar con firmeza las situaciones
donde no se cumplen los límites de nacimientos y que se debe «tratar
severamente a los que violan la política y las reglas» de la planificación
familiar. Desde entonces el informe de 1999 del Departamento de Estado
norteamericano confirma que la esterilización y el aborto forzado son
comunes en el Tíbet.

La falta de libertad política en China

La represión no se limita al Tíbet. En el campo político el partido
comunista chino está determinado a evitar lo que sucedió en Rusia, donde
las reformas llevaron a la derrota de los comunistas. Mientras que en el
campo económico el país ha seguido un camino de liberalización, hasta ahora
los controles sobre la libertad política permanecen firmes.

Por ejemplo, un grupo de disidentes que hace dos años intentaron formar el
primer partido de oposición, hoy en día están en la cárcel. Como informó la
agencia AP (4/9/00), 34 de los líderes del grupo se encuentran detenidos,
víctimas de la represión por parte de las autoridades. El «Partido
Democrático Chino» fue lanzado en junio de 1998, pero en seis meses el
gobierno arrestó a sus líderes.

A diferencia de otros disidentes, este grupo había intentado registrarse
ante las autoridades para poder ejercer legalmente su oposición política.
Los disidentes apelaron a las previsiones de la Constitución del país y a
las previsiones de los tratados de la ONU que China ha firmado. Sin
embargo, el intento falló y sus promotores fueron detenidos.

La pena de muerte en China

Otro tema que ha suscitado protestas por las organizaciones de los derechos
humanos es el empleo muy común de la pena de muerte en China. Como comunicó
un artículo de «Los Angeles Times» (31/7/00), en una semana en junio las
autoridades ejecutaron a no menos de 48 personas como parte de una campaña
contra el tráfico de droga. Una docena más fueron ejecutadas por otros
crímenes en el mismo período.

De hecho en China el número de personas que padecen cada año la pena
capital es superior al total en el resto de los países del mundo. Se puede
morir por delitos que van desde el homicidio al fraude comercial y al robo
de antigüedades. Se calcula que desde 1990 más de 18.000 personas han
sufrido la pena de muerte. Además, los expertos opinan que el número real
de ejecuciones es todavía superior, dado que el gobierno no publica todas
las víctimas y se considera la cifra real como un secreto del Estado.

Durante los últimos años el número de ofensas que pueden acabar en la pena
de muerte ha aumentado. En 1979 había 28 crímenes que merecían la pena
capital. En 1995 la lista aumentó a 74 ofensas, muchas de ellas no
violentas en el campo de los crímenes económicos. El año siguiente, dentro
de una campaña contra el crimen, se cree que hubo más de cuatro mil
ejecuciones. Hoy en día el número de ofensas que pueden causar la muerte se
ha reducido, pero sólo a 68.

La pena de muerte por fraude y corrupción es cada vez más frecuente.
Incluso hace poco Cheng Kejie, ex-vicepresidente del parlamento nacional,
fue ejecutado por haber recibido casi cinco millones de dólares en sobornos.

La persecución religiosa

En el campo de la religión el partido comunista también ejerce un férreo
control. Durante los últimos meses las autoridades han actuado con gran
fuerza contra la libertad religiosa. Por ejemplo, en agosto tres
evangelistas protestantes de Estados Unidos fueron expulsados del país,
según informó «Los Angeles Times» (29/8/00). Además otros cincuenta
seguidores de éstos fueron arrestados, según afirmó el «Center of Human
Rights and Democratic Movement in China», con sede en Hong Kong.

Posteriormente, la agencia AP (1/9/00) comunicó que la policía había
arrestado a un sacerdote y a 23 católicos, entre ellos un seminarista y
veinte monjas. Su crimen fue la participación en las actividades de la
Iglesia católica clandestina, que sigue fiel al Papa en vez de someterse a
las directrices de Beijing. Ya el mes precedente otro sacerdote católico
fue arrestado después de haber celebrado una misa clandestina.

Poco después AP (4/9/00) informó de que un obispo católico fue detenido
como parte de una campaña contra la Iglesia clandestina. Mons. Jiang Ming
Yuan, de la provincia de Hebei, fue arrestado por las autoridades el 26 de
agosto. Otros dos obispos de la misma provincia fueron arrestados en 1996 y
todavía están detenidos.

Pasados pocos días, la fundación Cardenal Kung (16/9/00) comunicó que el
obispo Zeng Jingmu, de 81 años de edad, fue arrestado de nuevo por el
gobierno. Mons. Zeng fue encarcelado por unos treinta a
ños durante el
período de 1955 a 1995 y desde entonces ha sufrido otros episodios de
detención.

También la agencia Reuters (4/9/00) comunicó que las autoridades chinas
levantaron acusaciones criminales contra 85 miembros de una iglesia
cristiana prohibida. La iglesia «Fang Cheng» es uno de los numerosos grupos
protestantes que se denominan «iglesias domésticas», por su pequeño tamaño
y el tipo de actividad que consiste en el estudio de la Biblia en las casas
de los creyentes.

Los cristianos no son los únicos que han sufrido. La guerra del gobierno
contra la secta Falun Gong no cesa. Como informó el «New York Times»
(2/10/00), centenares de seguidores de este grupo fueron arrestados el uno
de octubre después de protestar en la Plaza de Tienanmen. Casi todos los
días la policía arresta a pequeños grupos de miembros de Falun Gong que
intentan practicar en la plaza sus ejercicios físicos. La protesta a
inicios de este mes fue particularmente numerosa para señalar el
aniversario de la fundación del régimen comunista en China.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
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ZENIT Staff

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