BUJUMBURA, 22 oct (ZENIT.org).- Los asesinos del hermano Antonio Bargiglia no eran desertores del Ejército, como se creía en un primer momento, sino soldados en servicio activo.
Bargiglia, italiano, pertenecía a la asociación religiosa milanesa «Amigos de los Pobres». Tenía 43 años y fue asesinado el pasado 3 de octubre en una carretera de Burundi con un disparo a quemarropa. Juan Pablo II, al recibir la noticia de su asesinato, expresó públicamente su dolor y aseguró por él sus oraciones («Burundi: Asesinado un misionero laico católico»)
Antonio, que trabajaba con los servicios católicos de ayuda a los refugiados en Burundi, fue asesinado por cuatro hombres que lo habían parado en un puesto de control de carretera mientras viajaba a Mutoyi desde Bujumbura.
Los primeros datos indicaban que sus asesinos eran desertores del Ejército. Pero según informa ahora la agencia misionera «Misna», Ascension Twagiramungu, ministro del Interior de Burundi ha admitido implícitamente que los cuatro hombres eran soldados.
Según algunas fuentes, el hermano Antonio fue detenido cerca de Bigendana por cuatro hombres que le pedían que les llevase en coche. El misionero se negó explicando que no tenía autorización para llevar a nadie en el automóvil. Entonces le ordenaron que se bajara del coche y le dispararon. Viajaba en compañía de tres jóvenes que lograron huir.
El 1 de octubre, en vísperas de los dramáticos hechos, algunas personas, en Bugendana, habían hecho preguntas sobre las costumbres del hermano Antonio como, por ejemplo, a qué hora solía pasar en coche.
El ministro Twagiramungu, en su discurso durante el funeral del hermano Antonio, celebrado en Mutoyi el 5 de octubre, pidió perdón por parte del Gobierno burundés. La iglesia en la que tuvo lugar el funeral estaba repleta de gente en luto. El 7 de octubre el cadáver del misionero fue trasladado en avión directo a Milán.