ROMA, 26 oct (ZENIT.org).- La petición de poner a disposición todo los documentos en posesión del Vaticano, cuarenta y cinco puntos que analizan aspectos a profundizar y la certeza de no tener que «defender ni a los católicos ni a los judíos», sino de comportarse como historiadores y «responder al mandato que se les ha confiado para hacer luz sobre la verdad histórica», son algunos de los temas hechos públicos hoy por la Comisión Judeo-Católica, convocada por el Vaticano.
La Comisión, compuesta por tres historidaores católicos y tres judíos, que ha trabajado para comprender la posición de Pío XII y de la Santa Sede respecto al nazismo, ha presentado su informe preliminar –en parte anticipado ayer por una filtración al diario francés «Le Monde»– durante una rUeda de prensa en el centro Russia Ecuménica de Roma. Estaban presentes los dos coordinadores, Eugene Fisher, del Comité Ecuménico Interreligioso de la Comisión Episcopal de Estados Unidos, y Seymour Reich, del Comité Judío Internacional para las Consultas Interreligiosas, y seis estudiosos, tres católicos y tres judíos: Eva Fleischener, el jesuíta Gerald Fogarty y el padre John Morley, el experto de estudios sobre el Holocausto Michael Marrus, Robert Suchecky, de la Universidad de Bruselas y Robert Wistrich, de la Universidad Judía de Jerusalén. Los historiadores, que en estos días se han encontrado con varios exponentes de la Santa Sede, se dicen «confiados» en un respuesta positiva del Vaticano sobre la petición de ulteriores documentos, y convencidos de poder seguir su trabajo.
«No hemos obviamente tenido todavía respuesta a la petición de ulteriores documentos –ha aclarado Reich– porque la Santa Sede deberá analizar nuestro informe y saber cómo moverse y no es una cosa que se pueda hacer en un día».
«Estamos lejos –ha especificado el padre Morley– de la polémica altísima que ha ofuscado a menudo una investigación serena: la última cosa que pensamos es ser partidistas, católicos o judíos, y tener que defender algo o a alguien; somos conscientes de la dificultad de la Santa Sede en definir un juicio histórico sobre este tema y además los documentos pueden ser interpretados de diversas maneras».
La católica Eva Fleischner ha aclarado su opinión sobre Pío XII: «Las espectativas sobre el papel que podía jugar contra el nazismo son muy altas, más que hacia cualquier otro líder. Además el Papa Pacelli creía en el papel de la dIplomacia, que también tiene sus reglas y sus límites». «Probablemente –añadió– no comprendió que para detener la máquina mortal destructiva del nazismo hacía falta otra cosa que la oración y la diplomacia: en este sentido mantengo que fué más diplomático que profeta». La «formación de diplomático» de Pío XII y su preocupación por «defender en primera instancia la libertad de la Iglesia» fueron recordados por el padre Fogarty.
Bernard Suchecky recordó que «el anacronismo es un gran enemigo de la historia: no podemos aplicar a la Santa Sede de la época la visión del mundo que tenemos hoy cuando el antijudaísmo católico ha sido puesto en cuestión sólo por el Concilio Vaticano II». Michael Marrus invitó a distinguir entre «información y consciencia: las noticias sobre los crímenes nazis estaban en posesión de la Santa Sede como de los otros Gobiernos, pero la consciencia requiere más tiempo». Wistrich subrayó que «una mole de informacones provenientes de los nuncios estaban en manos del Vaticano ya desde el 42 y luego en el 43 y 44, pero debemos esperar al radiomensaje de Pío XII en Navidad del 42 para una alusión de deploración. Morley le ha hecho eco añadiendo que «en el 42 todo el mundo tenía conocimiento de las deportaciones, y el Vaticano, como los otros, se preguntaba qué debía hacer y cómo hacerlo, y no hablaba».
Ninguna duda por parte de la Comisión mixta, incluso luego de los encuentros de estos días con los cardenales Cassidy y Laghi y con monseñor Mejía, de poder proseguir las investigaciones. «Sabemos –comentó Fisher– que la Santa Sede respeta la libertad de los estudios y está dando ejemplo de ello en toda ocasión». Ciertamente la rueda de prensa de hoy, convocada sin saberlo el Vaticano y para ilustrar un informe todavía provisional, y la difusión de este en Internet, ha podido suscitar alguna reserva en el Vaticano.