CIUDAD DEL VATICANO, 27 oct (ZENIT.org).- Juan Pablo II volvió a pedir ayer un «Estatuto garantizado internacionalmente» para los Santos Lugares de Jerusalén. Formuló su propuesta al recibir al nuevo embajador de Líbano ante la Santa Sede, Fouad Aoun.
Se trata de una reivindicación que el Vaticano está presentando desde hace años, una fórmula que, según se ha dejado claro, no propone de ninguna manera «una internacionalización de la ciudad de Jerusalén». Y la especificación de los Santos Lugares como objeto de tal estatuto es un modo de subrayarlo.
«Lo que nosotros pedimos –había declarado el “ministro” de Exteriores vaticano, monseñor Jean Louis Tauran– es que los santuarios de las tres religiones puedan, en un futuro, conservar su carácter único y sagrado, gracias a garantías internacionales, de modo que en el futuro ninguna de las partes pueda reivindicar para sí misma el control exclusivo sobre estas partes sagradas de la ciudad».
Juan Pablo II el 18 de septiembre, recibiendo al nuevo embajador de Israel ante la Santa Sede, Yosef Neville Lamdan, ya había explicado que la garantía internacional para la Ciudad Santa debería garantizar no sólo «la conservación del patrimonio cultural y religioso de la Ciudad» sino contribuir a una paz justa y estable.
El Papa, al manifestar al embajador libanés sus preocupaciones, definió la «coyuntura actual» en Medio Oriente como «particularmente inquietante. La estabilidad definitiva de la paz y de la seguridad en la región –dijo el Papa– parece alejarse. No se puede dejar de constatar que el recurso a la violencia trae siempre mayores daños para todos, aumentando la rabia y haciendo más difícil la perspectiva de reconciliación. La Tierra Santa donde Dios se manifestó y habló a los hombres debe convertirse en el lugar por excelencia donde florecen paz y justicia. Jerusalén debe ser un símbolo de fuerte unidad, de paz y reconciliación para toda la humanidad».
Juan Pablo II hablando de las posibles soluciones a adoptar para resolver la cuestión de Jerusalén, añadió: «Las relaciones de confianza que se desarrollan entre la sede apostólica y los pueblos de la región, hacen esperar que vendrá el día en el que, a través del diálogo y la negociación, en el respeto de la dignidad y de la identidad de las comunidades, podrá establecerse para los lugares sagrados de la ciudad, un estatuto especial garantizado internacionalmente».
El Pontífice invitó luego a toda la comunidad libanesa «a proseguir con determinación los esfuerzos para afirmar las relaciones cada vez más fraternas» entre católicos y musulmanes, a fin de «construir un Líbano nuevo capaz de superar las incomprensiones y de buscar la prosperidad para todos sus habitantes».
El nuevo embajador libanés Fouad Aoun tiene 60 años, está casado, tiene dos hijos y es diplomático de carrera. Ha desempeñado varios cargos en el Ministerio de Exteriores del Líbano y en las embajadas de este país en Argentina, Colombia, Venezuela y España (1965-1975), Brasil (1978-1983), México (1983-1985), El Cairo (1987-1988) y Suecia (1988-1999).