Aumenta la fusión de compañías y los interrogantes en torno a ellas

Este deseo de promover sinergias contrae también riesgos económicos y éticos

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ROMA (Redacción central), 28 oct (ZENIT.org).- No hay semana en la que no se
anuncie una fusión entre grandes compañías. El dominio que tienen en los
mercados estas nuevas aglomeraciones está causando preocupación tanto en los
países desarrollados como en las naciones pobres. En las semanas pasadas,
por ejemplo, la Unión Europea manifestó objeciones a la fusión entre el
grupo Time-Warner y American On Line.

Las últimas fusiones.
Hace unos días, Chevron y Texaco acordaron unirse, convirtiéndose en la
compañía petrolera más grande del mundo. El «Wall Street Journal» (16 de
octubre) constataba que Chevron pretende adquirir acciones de Texaco Inc.
por un valor de 35,1 mil millones de dólares, en un momento en el que
aumenta la preocupación por el suministro de petróleo.

La fusión tiene como resultado una perdida substancial de empleos, como
suele suceder en estos casos. Se calcula que 4 mil personas perderán su
trabajo, es decir, el 7% de los 57.000 empleados que trabajan en Chevron y
Texaco juntas, según explicaron los ejecutivos.

En los últimos días se ha anunciado también la fusión de las dos mayores
empresas energéticas españolas, Endesa e Iberdrola. Según informa Reuters
(17 de octubre) las dos compañías juntas suministran el 80 por ciento de la
electricidad en ese país. De todos modos, toda fusión necesita la bendición
del gobierno español, quien ha anunciado que rechazará todo plan que reduzca
el número de los agentes en el mercado o que deje a una compañía con una
cuota de mercado superior a la de Endesa, el 45 por ciento.

En esta semana se anunció una de las fusiones más voluminosas, cuando
General Electric reveló sus planes para controlar Honeywell. El «New York
Times» (23 de octubre) explicó que el acuerdo será financiado con 45 mil
millones de dólares en acciones de General Electric. El acuerdo con el que
Honeywell pasa a formar parte de General Electric, produce un conglomerado
que controla una cantidad disparatada de actividades empresariales: desde la
producción de instrumentos para la fabricación de aviones hasta la
realización de televisión a través de la NBC. Honeywell, con sede en
Morristown (New Jersey), produce sistemas aerospaciales, energía, sistemas
de transporte, productos químicos especiales, sistemas de seguridad…

El último informe global sobre fusiones
A inicios de octubre, la agencia de Naciones Unidas, UNCTAD (Organización de
las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) publicó su informe
sobre la inversión mundial («World Investment Report») del año 2000.

El documento analiza la manera en que la globalización está creando
presiones que han llevado al «boom» de estas fusiones y ofrece una gran
cantidad de información sobre este fenómeno. El año pasado, por ejemplo, se
verificaron 109 fusiones transnacionales y compras de empresas por un valor
de transacción de más de mil millones de dólares.

El informe examina, al mismo tiempo, cómo la inversión exterior directa,
traída por las corporaciones transnacionales debería superar los 3 billones
de dólares en este año, tras la ya espectacular cifra del último año, que
alcanzó los 865 mil millones de dólares. En 1998, la cifra era casi dos
veces menor, 481 mil millones. La inversión directa exterior en los países
en vías de desarrollo alcanzó los 208 mil millones de dólares (179 mil
millones en 1998).

El informe explica que el impresionante crecimiento de la inversión exterior
directa se debe al incremento de fusiones y compras de empresas. Éstas han
crecido con un índice anual de un 42% en los últimos 20 años, y su valor
total, en 1999, giraba en torno a los 2.3 billones de dólares, por un total
de 24.000 acuerdos de venta. El valor de todas las fusiones y compras de
empresas internacionales pasó de los 100 mil millones de dólares en 1987 a
los 720 mil millones de 1999.

Se puede constatar también el aumento del volumen de corporaciones globales
a través de las ventas mundiales anuales de filiales exteriores de
corporaciones transnacionales, que en 1999 alcanzó los 14 billones de
dólares (3 billones en 1980), casi el doble del volumen global de
exportaciones. De hecho, las 100 corporaciones transnacionales no
financieras más importantes controlan en los mercados accionarios exteriores
más de 2 billones de dólares y dan trabajo a más de 6 millones de personas
en sus filiales extranjeras.

El informe de UNCTAD identifica una serie de factores que han llevado a esta
reestructuración económica:
— búsqueda de nuevos mercados y el deseo de dominarlos.
–acceso a los niveles de propiedad;
–búsqueda de la eficiencia a través de las sinergias;
–diversificación de las actividades para limitar los riesgos;
–cambios tecnológicos que han hecho aumentar costes y el riesgo en la
investigación y el desarrollo;
–liberalización de los mercados y de las leyes de inversión, junto a la
privatización de empresas.

Al presentar el informe, el secretario general de la UNCTAD, Rubens
Ricupero, comentaba que «en muchos países en vías de desarrollo constatamos
serios interrogantes en la medida en que las corporaciones transnacionales
adquieren compañías locales». Ricupero añadió: «Existe el miedo de que las
adquisiciones exteriores puedan llevar a que las industrias pasen totalmente
bajo el control exterior, amenazando la soberanía nacional. En el caso de
industrias como los medios de comunicación y de entretenimiento la amenaza
para la cultura y la identidad puede ser una causa de preocupación».

¿Tienen sentido las fusiones?
Pero las críticas a las fusiones no se deben sólo a cuestiones de
independencia nacional o cultural. Desde hace algún tiempo, algunos
observadores han explicado que desde el punto de vista económico muchas
fusiones no tienen sentido.

A inicios del año pasado «The Economist» (9 de enero) constataba que muchas
de las esperanzas suscitadas por las sinergias no se han verificado, dejando
a las compañías con estructuras muy costosas. Otro obstáculo que
experimentan las nuevas identidades que surgen de las fusiones es el
conflicto entre diferentes estilos de gestión y de cultura corporativa, algo
que ha creado numerosas tensiones, por ejemplo, en la unión entre Daimler y
Chrysler.

Hace un año, el «Wall Street Journal» (13 de octubre) expresó su
preocupación por el hecho de que la inflación de los precios de los mercados
de valores se debió a una injustificada tendencia a la alza provocada por
las empresas a través de las fusiones. El artículo citaba un estudio de 1997
en el que analizaba 168 acuerdos realizados entre 1979 y 1990. Concluía
constatando que al menos dos tercios de estos acuerdos destruyeron el valor
de los accionistas, en gran parte a causa de las incumplidas expectativas
que prometían las nuevas sinergias.

Este dato ha sido confirmado por un informe publicado por la empresa de
contaduría KPMG en noviembre del año pasado. KPMG, según «The Economist» (4
de diciembre), constató que sólo el 17% de las fusiones transnacionales
dieron valor a los accionistas. En el 53% de estos acuerdos disminuyó el
valor de sus acciones y en el caso del 30% no se dieron cambios
significativos en el valor de sus accionistas. La información se basa en un
estudio realizado entre 107 de las fusiones más grandes que tuvieron lugar
entre 1996 y 1998.

Algunas consideraciones éticas
Si bien muchas fusiones se basan en un deseo justificable por incrementar la
eficacia y están provocadas por las tendencias que promueve la
globalización, permanece la cuestión sobre los
factores éticos implicados.
Los principios de la doctrina social cristiana pueden ser muy útiles para
juzgar si se puede aceptar el entusiasmo suscitado por las grandes fusiones.

La constitución pastoral del Concilio Vaticano II «Gaudium et spes», en el
número 64 explica que «La finalidad fundamental de la producción no es el
mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el
servicio del hombre, del hombre integral».

Juan Pablo II ha alertado también ante el peligro de limitar los objetivos
económicos exclusivamente al hecho de alcanzar beneficios económicos. En su
encíclica «Sollicitudo rei socialis» (n. 37) criticaba «el afán de ganancia
exclusiva» y «la sed de poder».

Como el Papa explicaba unos años después, en la «Centesimus annus» (n. 35),
si bien la Iglesia reconoce la legítima función de los beneficios como
índice de la buena marcha de la empresa, estos no pueden ser el único
criterio que debe guiar la acción de una compañía. «En efecto, finalidad de
la empresa, no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la
existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas
maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y
constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los
beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el
único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales
que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de
la empresa».

La noción de servicio a la sociedad ofrece un criterio útil para analizar el
fenómeno de las fusiones. Como explica más adelante la encíclica «Centesimus
annus» (n. 43) la propiedad privada y el trabajo del hombre no tiene como
único objetivo la ganancia personal, tienen sentido en la medida en que
también están «a favor de los demás y con los demás».

En definitiva, la encíclica observa que la actividad económica se justifica
cuando tiene como resultado el crecimiento del trabajo, la riqueza de las
sociedad y el fomento de la solidaridad.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
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ZENIT Staff

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