El debate sobre la droga

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¿Prohibición o liberalización?
Su distribución controlada no da los resultados esperados

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ROMA (Redacción central), 11 nov (ZENIT.org).- ¿Cómo ayudar a los
toxicómanos? En estos momentos, la pregunta se suele responder con dos
respuestas: unos buscan minimizar las complicaciones ocasionadas por el
consumo de drogas; otros tratan más bien de desalentar su consumo.

La primera respuesta proclama que la prohibición de la droga ha sido un
triste fracaso y, dado que es imposible evitar que la gente consuma drogas,
podríamos al menos asegurar que lo hagan responsablemente y con seguridad.
Por el contrario, la segunda respuesta subraya los serios problemas
sanitarios y sociales derivados del consumo de drogas y busca reducir la drogas «duras», sobre todo la heroína y no tanto los argumentos sobre la
posible legalización de las drogas «blandas», como la marihuana.

En varios países ha surgido así el debate sobre la posibilidad de
establecer centros donde los adictos puedan cambiar sus jeringuillas, o
incluso adquirir las drogas. En Australia, por ejemplo, se han dado
recientemente propuestas para establecer centros de este tipo en Sydney y
Melbourne.

Sin embargo, hace apenas unos días, según informaba el diario «The Age» (1
nov), el Consejo Municipal de Melbourne rechazó la iniciativa que ofrecía
la posibilidad de inyectarse droga de manera supervisada, en el marco de un
nuevo plan de acción sobre drogas. La autoridad de una localidad cercana,
el Consejo de Greater Dandenong rechazó también recientemente un
experimento similar.

En el libro de reciente publicación, «Drugs Dilemma: A Way Forward» (ISBN
0-646-39664-1), el doctor Joseph Santamaria ofrece estudios sobre los
programas aplicados en Suiza y otros países que ofrecen facilidades para
inyectarse o cambiar jeringuillas. El volumen presenta artículos de
expertos en el tratamiento de drogas.

Por lo que se refiere a la situación de Suiza, el libro ofrece las
conclusiones de un grupo de médicos suizos que afirman que la política de
liberalizar la droga en su país ha provocado el aumento del número de
adictos, así como infecciones del virus VIH.

En la ciudad suiza de Zurich, por ejemplo, una clínica administra heroína
proporcionada por el gobierno. Los doctores citan declaraciones del
director general de la Organización Mundial de la Salud en las que expresa
dudas sobre la falta de resultados proporcionados insuficientes para
justificar el uso de heroína en lugar de otros sustitutivos. Además se
constata que la clínica, que opera desde hace unos cinco años, no ha
tratado de liberar de su adicción ni siquiera a un solo usuario.

Santamaria revela también que un programa de distribución de heroína
aplicado en Merseyside, Gran Bretaña, no dio los resultados esperados. En
1994, las autoridades cerraron el experimento. El doctor Jonh Strang, jefe
de la Unidad de Investigación Clínica y Tratamiento de la Dependencia de
Drogas en el Hospital Maudsley de Londres, comentó que «es improbable que
el simple hecho de proporcionar drogas y jeringuillas pueda lograr un
adecuado y duradero cambio de conducta».

Cambio de jeringuillas
Entre las medidas propuestas para afrontar el problema, algunos sugieren
proporcionar a los adictos nuevas jeringuillas. La iniciativa pretende
reducir las infecciones que se derivan de compartir jeringuillas con
quienes están infectados con el virus VIH y otras enfermedades. Sin
embargo, según Santamaria, este objetivo no se ha cumplido. Explica que en
Australia, desde la introducción del programa de cambio de jeringuillas, ha
habido un enorme aumento de infecciones de hepatitis C entre los
toxicómanos. Aparentemente quienes reciben las jeringuillas limpias también
las comparten con otros.

Escribiendo en «Drug Dilemmas», la doctora Janet Lapley observa que es
difícil demostrar una relación causal entre programas de cambio de
jeringuillas y una reducción en las infecciones del virus VIH. Es más,
Lapley indica que un programa aplicado en Vancouver, Canadá, indica que las
infecciones del VIH han aumentado con estas experiencias. Y esto sucede a
pesar de que el programa de cambio de jeringuillas ofrece unos dos millones
de jeringuillas al año.

Prohibición
Si el cambio de jeringuillas o la distribución de heroína no dan
resultados, entonces, ¿qué hay que hacer? Santamaria sugiere que el modelo
sueco podría tener más éxito. En los años sesenta los suecos adoptaron una
política de liberalización de dogas, que consistía en la prescripción
médica de droga a los usuarios de inyecciones intravenosas. Sin embargo en
un par de años no solamente la población de adictos aumentó sino también el
número de delitos.

Se abandonó así la política liberalizadora y el gobierno se propuso el
objetivo de una sociedad libre de drogas. En vez de optar por el cambio de
jeringuillas y el suministro de drogas, las autoridades ofrecieron
servicios de desintoxicación y centros de tratamiento residencial.

Santamaría hace notar que uno de los mayores argumentos usados en favor de
una política liberalizadora es que el mayor daño es producido por la
criminalización del uso de drogas ilícitas. Sin embargo, indica, estas
drogas no son dañinas porque son ilegales. Más bien son ilegales porque son
dañinas y causan serios problemas sociales.

El Vaticano y las salas de inyección
El debate sobre las salas de inyección de droga en la que los adictos
pueden inyectarse sin peligro de ser arrestados, ha entrado también entre
las organizaciones católicas. En Sydney, Australia, una congregación de
religiosas, las Hermanas de la Caridad, ha ofrecido su ayuda al gobierno
del Estado en un centro que se establecerá en King Cross.

Sin embargo, según indica el «Sydney Morning Herald»(23 septiembre), el
Vaticano ha emitido un decreto según el cual ninguna organización católica
debería participar en el ensayo de una sala de inyección legal de heroína,
alegando que sería involucrarse en la cooperación con un «mal grave». La
decisión fue emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Aunque
el documento de seis páginas no ha sido hecho público, el diario obtuvo una
copia en la que se diría lo siguiente: «…la buena intención y la
esperanza de buenos resultados no son suficientes para pasar por alto el
hecho de que constituye una gran cooperación material al grave mal del
abuso de drogas y sus previsibles malos efectos».

El documento explica que «uno de los efectos nocivos más importantes de
este servicio es el escándalo, del que las Hermanas de la Caridad son
conscientes y sobre el que deberían tomar serias medidas. Sin embargo, la
cercanía de la cooperación de una institución católica con un mal serio
podría escandalizar a algunas personas, a quienes les parecerá que se trata
de una cooperación formal».

El documento admite que un servicio de inyección supervisada no es un caso
de «explícita o implícita» cooperación formal en el mal, pero insiste en
que «está fuera de duda» que implica «algún grado de cooperación material
en el mal del abuso de drogas». Y mientras la cooperación con el mal puede
no ser formal, esto no significa que sea «moralmente neutra». En todo caso
es «en sí indeseable» y debería ser evitada.

La oposición de la Iglesia a los medios permisivos de tratamiento de drogas
fue confirmada en un reciente discurso de Juan Pablo II. El pasado 19 de
octubre, hablando en una audiencia ante 35.000 ex adictos, miembros de la
Comunidad Encuentro, afirmó que la «droga no combate con la droga».

En su in
tervención, publicada en la edición semanal de «L´Osservatore
Romano» (3 noviembre), el pontífice explica que «la Iglesia ha dicho en
muchas ocasiones que las drogas nunca son una solución». Indicó que la
Iglesia continuará oponiéndose a la liberalización de las restricciones o
la legalización de las drogas.

Juan Pablo II dijo a los ex toxicómanos que «la droga no se supera con la
droga sino que es necesario un amplio trabajo de prevención para reemplazar
la cultura de la muerte con la cultura de la vida. Se debe ofrecer a la
gente joven y a sus familias razones concretas con las comprometerse y un
apoyo efectivo en sus problemas diarios».
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
(c) Innovative Media, Inc.

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ZENIT Staff

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