ROMA, 20 nov (ZENIT.org).- En pleno debate entre organizaciones ecologistas y científicos sobre los alimentos genéticamente modificados, Roma ha sido testigo de un Congreso en el que científicos, intelectuales y pastores católicos ofrecieron la visión de la Iglesia sobre el espinoso argumento.
El Simposio, que tuvo lugar el pasado 18 de noviembre, fue organizado por el Instituto de Bioética y la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Roma con el tema: «Nuevas fronteras para la bioética: las biotecnologías».
El encuentro tuvo lugar días después de la publicación de una entrevista concedida a Zenit, en la que el vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida y director de ese mismo Instituto de Bioética afrontara las cuestiones éticas fundamentales que plantean las nuevas fronteras de la biotecnología (Cf. «Ética y biotecnología: Una respuesta cristiana»).
Optimismo
El profesor Luigi Rossi del Instituto para las Nuevas Tecnologías, la Energía y el Ambiente (ENEA) de Roma constató al intervenir en el congreso que la mala información al respecto está desviando el debate en torno al uso de las biotecnologías en el campo alimentario.
Citó, por ejemplo, un sondeo realizado a nivel europeo, según el cual, el 40 por ciento de las personas entrevistadas está convencida de que sólo el tomate transgénico tiene genes, mientras que consideran que el natural está exento de genes.
«A mí me parece que en los países industrializados, donde viven mil millones de personas, se asiste a la expansión de un pensamiento único, estilo «New Age», con características verticales, que no toma en consideración los problemas del resto de la humanidad –consideró el profesor Rossi–. No sabe distinguir los peligros reales de los ficticios. Las preocupaciones que surgen a causa de los alimentos genéticamente modificados son una nimiedad en relación con los dramas reales que supone hoy el hambre y la mala alimentación de centenares de millones de seres humanos».
El profesor Giuseppe Bertoni, director del Instituto de Zootecnia de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Piacenza, afirmó que «las biotecnologías, si las conoces, no las evitas».
Y aclaró: «Hay muchos malentendidos y equivocaciones que dan origen a una actitud negativa. La oposición es de carácter ideológico, pues las biotecnologías son consideradas como novedades que no son naturales, olvidando de hecho que la actividad de selección se practica desde hace centenares de años».
El profesor Bertoni concluyó explicando que «en 1910, se producían 20 quintales de trigo por hectárea; hoy se producen 60. Lo mismo sucede con el maíz: en 1910, se producían 15 quintales por hectárea; hoy son 130. Estas mejorías productivas han tenido lugar sobre todo en el norte del mundo, en Estados Unidos y en los países europeos, pero después se extendieron a todo el plantea. Es, por tanto, posible preguntarse si no sucederá lo mismo con las nuevas tecnologías».
Prudencia
Monseñor Agostino Marchetto, observador permanente de la Santa Sede ante las Organizaciones de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, IFAD, PAM), al abordar el tema de las biotecnologías reconoció las «enormes posibilidades que ofrecen en el campo agrícola», pero explicó que «es necesario ver los beneficios y las ventajas concretas».
Por este motivo, monseñor Marchetto propuso que se aplique la restringida legislación en esta materia aconsejada por la FAO (el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
El representante vaticano terminó su intervención con el mismo consejo que había dejado Juan Pablo II a agricultores y ganaderos con motivo del día de su Jubileo: «Caminad en el surco de vuestras mejores tradiciones, y abriros a todos los desarrollos significativos de la era tecnológica, pero conservando celosamente los valores perennes que os caracterizan. Este es le camino para dar al mundo un futuro de esperanza» (Cf. Zenit, 12 de noviembre).