La familia en Gran Bretaña, cuestión disputada

Tony Blair quiere ofrecer apoyos, pero voces en su partido se rebelan

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ROMA (Redacción central), 25 nov (ZENIT.org).- ¿Debe apoyar el Gobierno
británico al matrimonio? Esta es la pregunta que, en las últimas semanas,
ha dividido al Partido Laborista del primer ministro del Reino Unido, Tony
Blair, al discutir la posibilidad de apuntalar al matrimonio como mejor
modelo de vida familiar.

Según el «Independent» (12 noviembre), Blair se ha visto obligado a diluir
su apoyo al matrimonio tras una revuelta de las mujeres con más años en el
Partido. El primer ministro iba a publicar un documento de consulta sobre
la familia, pensado para introducir las credenciales de los valores
familiares en la carrera a la elección, aplaudiendo a las familias basadas
en el matrimonio. Pero, debido a la oposición surgida entre las filas del
partido, el libro blanco «La Familia» ha sido suavizado y ha evitado la
insistencia en que el matrimonio es el «mejor modelo».

La reyerta interna se produce justamente cuando esta semana el Pontificio
Consejo para la Familia publicaba el documento «Familia, matrimonio y
uniones «de hecho»» que advierte sobre los riesgos derivados de la
legislación que equipara las uniones «de hecho´ con el matrimonio (cf.
«Zenit», servicio diario 21 noviembre).

El debate británico
El «Independent» también publicaba un intercambio de puntos de vista entre
Beatrix Campbell y Patricia Morgan sobre la cuestión de si el matrimonio
podría ser promovido por el gobierno. Campbell mantenía que «no hay
evidencia de que en general los niños estén rodeados de malos padres.
Justamente al contrario, los padres y madres están quizá más unidos y les
cuidan más que nunca».

Por otra parte, Campbell argumentaba que los padres británicos no desean
interferencias del Estado en los hábitos morales o sexuales. Afirmaba que
«hay nuevas formas de reciprocidad en las relaciones que no se pueden
incluir en la noción de la familia tradicional».

Sin embargo, Morgan indicaba que los niños nacidos o adoptados y criados en
un matrimonio unido están más preparados para evitar trastornos delictivos
o psiquiátricos, pueden tener una mejor educación y lograr más fácilmente
un empleo remunerado. Asimismo Morgan añadía que es más probable que se
casen, permanezcan casados y alcancen la siguiente generación, en
comparación con quienes han sido criados por un solo progenitor o por
padres que viven en cohabitación sin estar casados, familiares, padrastros,
padres de acogida o en instituciones.

Pero a quienes se oponen a la promoción del matrimonio no les convencen
estos argumentos, como ha quedado claro en la reacción negativa al anuncio
de proporcionar orientación promovida por el Gobierno a cada pareja que se
prepara para casarse.

En un informe publicado por el «Observer» (5 noviembre), se informaba que
la idea de lanzar un libro en este sentido para año nuevo, fueron
condenados por organizaciones de padres solteros y parlamentarios
laboristas. «Promover el matrimonio de este modo es un retroceso cultural»,
dijo Katharine Stinson del grupo de padres solos «Gingerbread». «Alienta el
estereotipo de que hay una jerarquía de relaciones. Y no es el caso».

En respuesta a quienes dudan del valor del matrimonio, Melanie Phillips
(«The Sunday Times», 19 noviembre) indicaba que la ruptura del matrimonio
debe preocupar al Gobierno pues constituye un coste enorme y creciente para
el país la desintegración familiar. Además de provocar sustanciales gastos
extra en seguridad social, sanidad y justicia criminal, el rechazo a
formalizar las relaciones permanentes destruirá las redes familiares que
hacían que las generaciones cuidaran no sólo de sus hijos sino también de
sus padres ancianos.

Sobre la cuestión de un Estado que promueve estas cuestiones morales,
Phillips sostenía que es una ilusión imaginar que se puede tener una
política familiar neutra en valores. Tal postura neutral «es actualmente un
asalto directo al matrimonio y a la libertad de la gente de disfrutar de
sus beneficios. De hecho, la neutralidad en valores ha impuesto una
penalización financiera al matrimonio durante años».

Por otra parte, sigue Phillips, para el Estado no es cuestión indiferente
pues si fracasa el matrimonio al Estado le toca que recoger los pedazos.

Cohabitación versus matrimonio
La fragilidad de las familias que no están fundadas en el matrimonio se
puso de
manifiesto esta semana en un artículo publicado por el «Times» (22
noviembre) en el que se revelaba que los hijos de parejas no casadas tienen
el doble de probabilidad de que sus padres se separen con respecto a
aquellos cuyos padres están casados.

Las parejas que cohabitan no ven el hecho de tener un hijo como una razón
para permanecer juntos y tienen la misma probabilidad de separarse que las
parejas sin hijos. El descubrimiento es el resultado de un estudio basado
en 10.000 británicos de 5.500 hogares.

El «Times» indicaba que el número de hijos nacidos en parejas que cohabitan
ascendía al 2% en 1977 y al 20% en 1997. Mientras que el 70% de los niños
nacidos en el matrimonio viven con ambos padres el resto de su infancia,
hasta los 16 años, tan sólo el 36% de los que han nacido en parejas de
hecho tendrá esa posibilidad.

El profesor Jonh Ermisch, que dirigió la investigación, explica: «La
naturaleza temporal de muchas relaciones de cohabitación significa que no
deberían considerarse simplemente «matrimonios sin promesas». Son una
estructura familiar relativamente inestable que está llevando a un
dramático crecimiento de los nacimientos fuera del matrimonio y a un
significativo aumento del tiempo que los niños viven en familias
uniparentales».

Las parejas que en estos momentos cohabitan, se trata, en el 70% de los
casos, de primeras relaciones, dice el informe compilado por el Instituto
de Investigación Social y Económica. El 60% llegarán a casarse pero más de
un tercio se separará en menos de diez años.

Gran Bretaña hostil a la familia
No solamente el Gobierno de Blair es reacio a apoyar al matrimonio, sino
que en la actualidad Gran Bretaña es uno de los países de Europa con menos
preferencia por la familia. Al menos esta es la denuncia hecha
recientemente por el Instituto Nacional Británico de la Familia y la
Paternidad (British National Family and Parenting Institute). Según el
«Guardian» (20 octubre), a pesar de las crecientes disposiciones sobre el
trabajo flexible, la mayoría de los padres tienen que luchar todavía con
largas horas de trabajo, escasas facilidades para el cuidado de los niños e
inadecuadas ayudas estatales.

El Instituto basa sus acusaciones en un informe derivado de un análisis de
las estadísticas de la Unión Europea y grupos de estudio que han comprobado
las experiencias de un corte transversal de 200 padres británicos. El
informe dice que muchos padres sienten que Gran Bretaña no es tolerante con
los niños y que ser padre requiere a menudo más de un empleo remunerado.
Según el informe, titulado «¿Es Gran Bretaña amiga de la familia?», el
Reino Unido sale mal parado respecto a otros países europeos en una serie
de medidas, incluyendo el equilibrio entre trabajo y vida familiar, cuidado
de los niños, viajes familiares y accidentes de carretera.

Mary MacLeod, directora general del Instituto, dijo: «A pesar de algunas
buenas políticas gubernamentales diseñadas para apoyar a la familia, los
padres en Gran Bretaña todavía sienten que se les ha dejado solos, se
espera que se las arreglen para criar a los hijos y trabajar, con pocas
ayudas para sus responsabilidades familiares vitales».

El p
roblema surge enseguida para los padres con hijos recién nacidos. «A
diferencia de otros países europeos, las mujeres en el Reino Unido no
pueden tomarse mucho tiempo después del nacimiento sin una penalización
económica», dice el informe.

El subsidio de maternidad es inferior a la mitad de la media europea,
equivalente a ocho semanas de salario completo respecto a las 14 semanas o
más en Alemania, Austria, Holanda, Italia y Dinamarca.

Las madres en los grupos de estudio dijeron que se les presionaba para que
volvieran al trabajo lo antes posible. «Necesitas dos salarios para pagar
una hipoteca, así que cuando dejas de trabajar para tener hijos, no puedes
pagarla», dijo una.

El informe revela que la jornada de trabajo de los padres británicos es la
más larga en Europa y las madres trabajadoras dependen mucho de
arreglárselas como pueden para cuidar de los niños.

Queda por ver, ahora, si estas preocupaciones sobre el estado de la familia
en Gran Bretaña tienen más peso para Tony Blair que las voces contrarias a
la familia surgidas dentro de su partido.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
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ZENIT Staff

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