MANILA, 7 enero 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede apoya la posición de la Conferencia Episcopal de Filipinas en lo que se refiere a la necesidad de que el presidente del país, Joseph Estrada, presente sus dimisiones.
En declaraciones a la agencia vaticana Fides, el nuncio apostólico en Manila, el arzobispo Antonio Franco lo ha dejado claro: «La Santa Sede, en el presente y en el pasado, está en perfecta armonía y solidaridad con la Conferencia Episcopal de Filipinas».
El prelado ha puesto de este modo punto final a los rumores aireados por la prensa filipina, según los cuales, la Secretaría de Estado del Vaticano se habría distanciado de la postura asumida por el cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila.
El presidente Estrada está siendo juzgado en estos momentos por acusaciones de corrupción. El cardenal, junto a otras personalidades del mundo católico filipino, presidió en días pasados una manifestación en la que se pedía la dimisión del presidente.
«La Santa Sede –añade el Nuncio– sostiene plenamente el empeño de los obispos filipinos en favor de los valores espirituales y morales que deben guiar también a las instituciones del Estado en su papel de favorecer y proteger el bien común de los ciudadanos».
La diversidad de posiciones entre el Vaticano y los obispos filipinos habría emergido tras un coloquio entre Henrietta de Villa, embajadora de Filipinas ante la Santa Sede, y algunos exponentes de la Secretaría de Estado. Según lo referido por la embajadora, el Vaticano estaría preocupado por la implicación activa de la Iglesia local en la petición abierta de dimisión del presidente.
Según fuentes consultadas por Fides, el encuentro de la diplomática, representante del gobierno de Manila, con exponentes de la Secretaría de Estado, tal como fue presentado por la prensa, no respeta el tono, la estructura y los contenidos de lo sucedido.
Estas mismas fuentes han indicado que no ha habido ninguna intervención oficial de la Santa Sede contraria a las opciones de los obispos filipinos, libres de elegir las modalidades más justas de traducir los valores evangélicos en la vida del país. Añaden que el Vaticano habría sido objeto de una mera manipulación política por parte de ciertos medios de comunicación filipinos.