CIUDAD DEL VATICANO, 10 enero 2001 (ZENIT.org).- El Estado de la Ciudad del Vaticano ha entrado a formar parte oficialmente de los países que harán del euro su moneda de circulación.
La medida se hizo definitiva el pasado 29 de diciembre, cuando el secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, el arzobispo Jean-Louis Tauran, firmó una convención con el ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Lamberto Dini, que ratifica la entrada de la Santa Sede en el sistema monetario europeo.
«Se trata de una decisión –explicó monseñor Tauran, «ministro» de Asuntos Exteriores de la Santa Sede al final del acontecimiento– que confirma la decisión del Vaticano de promover, también a través de la unión monetaria, una Europa de la solidaridad».
El subsecretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, el obispo Celestino Migliore, ha explicado que a los micrófonos de «Radio Vaticano» que «para todos los efectos la Ciudad del Vaticano es un Estado». Por este motivo, al no tener su propio sistema monetario, ha tenido que adherir siempre a un área monetaria, que hasta ahora era la de Italia».
«En el pasado se había estipulado esta relación con otras convenciones monetarias –aclara–. A partir del 1 de enero de 1999, Italia transfirió sus competencias monetarias a la Comunidad Europea, de modo que ya no se podían aplicar los compromisos de la última convención. De este modo, se emprendió una nueva negociación ampliada a los demás socios».
En realidad, según aclara Migliore, para la Santa Sede no cambiará nada, a excepción del nombre de su moneda. «Con esta convención se dice que el Estado de la Ciudad del Vaticano tiene el derecho a utilizar el euro como moneda propia oficial, que el Estado de la Ciudad del Vaticano acuñará moneda en euro y se compromete a aplicar en su territorio las normas comunitarias que se refieren a los billetes y monedas en euro».
Además, añade el obispo, la convención establece la cantidad de dinero que puede emitir cada año el Estado de la Ciudad del Vaticano.
De este modo, según establecen las normas comunitarias, añade Migliore, los euros en circulación en el Vaticano tendrán una cara común al resto de las monedas de los países europeos que han adherido a la moneda única, mientras que la otra cara tendrá características propias. «Según la convención –explica–, el Vaticano tendrá que comunicar a las competentes autoridades comunitarias las características de su cara nacional».
El euro, por tanto, con toda seguridad, llevará el rostro del pontífice.