CIUDAD DEL VATICANO, 14 enero 2001 (ZENIT.org).- Una peregrinación de cristianos ortodoxos de Serbia a la Ciudad Eterna se ha convertido en un motivo inesperado de impulso del diálogo entre la Iglesia católica y el patriarcado de Belgrado.
Entre las decenas de miles de peregrinos que este mediodía se encontraban reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano, se encontraban presentes sacerdotes y jóvenes de la diócesis serbio-ortodoxa de Šabac-Valjevo.
«¡Bienvenidos!», les gritó el Papa hablando en serbio. «Que la peregrinación a las tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de otros santos mártires, de los que Roma custodia su memoria, refuerce vuestra fe cristiana y os sostenga en el compromiso por construir junto a los demás ciudadanos de vuestro país un futuro de paz y de desarrollo».
Antes de que los peregrinos serbios regresaran a sus localidades de origen, Juan Pablo II les pidió que transmitieran al patriarca ortodoxo serbio de Belgrado y al obispo de Šabac-Valjevo su «cariñoso saludo».
La intervención de la Organización del Atlántico Norte contra Yugoslavia fue vista por las Iglesias ortodoxas como una ofensa contra la dignidad del pueblo serbio, considerado por ellas como el principal objetivo. La clara e insistente denuncia por parte del Papa de los interrogantes éticos que planteaba la intervención aliada (Cf. Archivo de Zenit), sirvió inesperadamente para mejorar las relaciones entre el patriarcado ortodoxo de Belgrado y la Santa Sede.
El 2 de abril de 1999, jueves santo, en pleno conflicto, el «ministro» de Asuntos Exteriores del Vaticano, el arzobispo Jean-Louis Tauran, visitó al patriarca ortodoxo Pavle en Belgrado para transmitirle la solidaridad del Papa.
Aquel encuentro, según explicaba entonces explica Slobodan Eric, experto en cuestiones religiosas del diario de Belgrado «Blic», sirvió para que la Iglesia ortodoxa saliera del aislacionismo en el que había tratado de encerrarle Milosevic (Cf. Archivo de Zenit).