La carta apostólica «Novo Milenio Ineunte» (par. 41), firmada el pasado 6
de enero para marcar el comienzo del nuevo milenio, indica que «la memoria
jubilar nos ha abierto un panorama sorprendente, mostrándonos nuestro
tiempo particularmente rico en testigos que, de una manera u otra, han
sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, a
menudo hasta dar su propia sangre como prueba suprema». La carta concluye
con una llamada a todos los cristianos a caminar adelante y difundir el
mensaje evangélico. Esta tarea se encontrará a veces con la hostilidad como
veremos.
Cientos de misioneros asesinados en la última década.
En su boletín fechado el 5 de enero, la agencia misionera vaticana, Fides,
publicaba una lista de misioneros católicos que murieron el año pasado.
Treinta perdieron la vida cuando realizaban su trabajo misionero. Según
comentaba el director de Fides, Bernardo Cervellera, en un editorial, este
número no incluye «los cientos (o quizá miles) de cristianos asesinados en
las Molucas y los muchos seguidores de Cristo, sin nombre, detenidos en las
prisiones de China, Sudán, Ruanda, de los que no se sabe nada».
Fides publicaba un cuadro del período 1990-2000 mostrando a 603 misioneros
asesinados durante su actividad. Indicaba que este número es
considerablemente superior al de la década previa: 115 misioneros. Durante
la última década, contribuyeron al crecimiento un número de factores,
especialmente el genocidio en Ruanda (1994), en el que 248 miembros de la
Iglesia Católica fueron asesinados. Es también importante señalar que Fides
contabiliza a cada misionero asesinado, o muerto, mientras ponía su vida al
servicio de los demás y no sólo aquellos asesinados directamente por
motivos religiosos.
Una ola de persecución
Los últimos días atestiguan que no ha habido disminución en la hostilidad
hacia los cristianos. Cuando el año 2000 llegaba su fin, la agencia
«Reuters» (28 diciembre) informaba que un sacerdote católico había muerto a
causa de los disparos de un grupo rebelde presuntamente islámico en el sur
de Filipinas. Según las autoridades, al padre Benjamín Inocencio le
dispararon en la isla de Jolo, a unos 950 kilómetros al sur de Manila, unos
individuos sospechosos de pertenecer a la guerrilla de Abu Sayyaf.
Se trata de una de las facciones rebeldes que luchan para que se establezca
un estado musulmán en una parte de las islas Filipinas y que logró
protagonismo el pasado 1 de abril con el secuestro de más de 20 personas en
un lugar de veraneo de la cercana Malasia.
Otro hecho de violencia contra fieles católicos tuvo lugar poco después,
esta vez en la isla caribeña de Santa Lucía. Mientras más de 400 personas
asistían a la Misa en la catedral de Castries, la capital, un grupo de
hombres armados con machetes entraron en la iglesia. Según informaba
«Associated Press» (31 diciembre) hirieron con los machetes a algunos
fieles y luego les prendieron fuego. Una religiosa murió, la hermana
Theresa Egan, y otros 12 resultaron heridos. Los agresores se abrieron
camino hasta el altar donde prendieron fuego al sacerdote, el padre Charles
Gaillard, e hirieron a un ayudante de la Misa.
Las noticias de la muerte de la religiosa circulaban aún cuando «Associated
Press» (1 enero) informaba de que una bomba había destruido parte de un
muro que rodeaba una iglesia católica en Yemen, sin causar heridos. La
explosión tuvo lugar al anochecer del primer día de enero y derribó la
parte occidental del muro que circunda la Iglesia de Jesús, en Mina, cerca
de la ciudad portuaria de Aden.
En Yemen sólo hay cinco iglesias, todas ellas en Aden, al servicio de los
3.000 cristianos que trabajan fuera de su patria en este país musulmán. La
Iglesia de Jesús había sido restaurada a principios de los años 90.
Pocos días después «Associated Press» (8 enero) informaba de que el régimen
de los talibanes de Afganistán imponía el pasado lunes la pena de muerte
para quien se convierta del Islam a otra religión. Asimismo, cualquier no
musulmán al que se le sorprenda tratando de obtener conversiones será
condenado a la misma pena, dijo el supremo líder de los talibanes Mullah
Mohammed Omar, a través de la emisora talibán Radio Shariat.
Omar acusó a los seguidores de otras religiones, especialmente a los
cristianos y a los judíos, de tratar de convertir a musulmanes y de
demonizar la rama del Islam practicada por los talibanes. El mismo lunes,
Omar anunció una condena a prisión de cinco años para quienes posean libros
o vendan material crítico con el Islam o de otras religiones.
Nacionalismo religioso
En diciembre pasado, la revista «The World and I» analizaba el incremento
de la persecución contra los cristianos. En su artículo «The Rise of
Religious
Nationalism», Paul Marshall indicaba que en algunos de los países más
poblados de la tierra, tales como China, India, Nigeria, Pakistán e
Indonesia, la persecución religiosa está aumentando.
Señalaba que en India, por ejemplo, un predicador cristiano de 52 años fue
asesinado y luego mutilado por asaltantes desconocidos y éste era sólo uno
de los centenares de ataques por motivos religiosos contra cristianos en
India, en los que ha habido sacerdotes asesinados, religiosas raptadas y
trabajadores de leproserías quemados vivos.
Marshall indicaba que Medio Oriente, la zona subsahariana, los Balcanes, el
Cáucaso, Asia Central y del Sur son lugares en los que confluyen Islam,
cristianismo, judaísmo, budismo e hinduismo. Sin embargo, el artículo
indicaba que hay algunos casos en los que la religión es un factor aislado
y se entrelaza con causas étnicas, políticas, territoriales y de tipo
económico.
Uno de los factores que están detrás del aumento de la persecución es el
incremento de la militancia de los musulmanes. Ha habido un aumento en el
número de ataques a las minorías religiosas, en su mayor parte cristianas,
a través del cinturón islámico que va desde el este de Marruecos hasta el
sur de Filipinas. En países en los que hay una abierta persecución estatal,
está prohibida toda expresión religiosa no islámica y cualquier disidencia
islámica.
Por ejemplo, indica Marshall, las reuniones de cristianos están fuera de la
ley en Arabia Saudí y los servicios de culto fuera de las embajadas de los
países más poderosos son perseguidos por la mutawa, la policía religiosa.
Cualquier saudí que intente abandonar el Islam corre el riesgo real de
muerte. Ésto vale también para los estados del Golfo y del norte de Africa.
En Mauritania, las Islas Comores y Sudán, la penalización por motivos
religiosos es parte del código legal en vigor.
Se ha extendido también la violencia popular contra las minorías, provocada
a menudo por líderes radicales islámicos. Es el caso de Egipto, donde la
Iglesia Copta es víctima de quemas de iglesias y masacres locales. En enero
del año pasado, 21 coptos de la aldea de El Kosheh fueron masacrados por
una multitud.
En Nigeria, el asesinato de cientos de personas a principios de este año
fue provocado por los intentos de los gobiernos de los estados del norte
del país de imponer la sharia, el código islámico. En Pakistán, en 1997,
una ciudad cristiana, Shantinagar, fue prácticamente arrasada.
Otra fuente de persecución viene de los gobiernos comunistas en China,
Vietnam, Corea del Norte, Laos y Cuba. El Gobierno de Vietnam sigue su
represión contra los budistas y los cristianos, especialmente entre las
poblaciones tribales, mientras que Laos ha encarcelado a decenas de
cristianos a causa de
su fe.
Mientras tanto, en Rusia, se han instituido leyes que controlan la religión
a nivel federal. Las normas son incluso más estrictas a nivel local y está
aumentando la violencia contra la minorías religiosas, incluyendo a judíos,
protestantes, católicos y grupos disidentes ortodoxos. Similares niveles de
discriminación contra los grupos religiosos minoritarios existen en
Ucrania, Bulgaria, Rumanía y muchas partes del Este de Europa.
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