Los jóvenes de Siria dan una lección de unidad a los líderes religiosos

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Ortodoxos y católicos exigen a sus pastores la unidad plena

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DAMASCO, 8 mayo 2001 (ZENIT.org).- Los jóvenes cristianos de Siria han dado una lección de pasión por la reconciliación y la unidad de las Iglesias durante la visita de Juan Pablo II a Siria.

El encuentro que el Papa mantuvo el lunes por la tarde con varios miles de chicos y chicas ortodoxos y católicos, en Damasco, no tiene precedentes en los casi 23 años de este pontificado. En televisión y en directo exigieron a sus patriarcas, presentes con ellos, la unidad de la Iglesia porque «Cristo lo quiere».

La cita tenía lugar en la catedral greco-melquita (católica) de Damasco. El patio del atrio estaba plagado de jóvenes con jeans y camisetas, en ambiente festivo. Cantaban: «Cristo ha resucitado»; gritaban: «Bienvenido, Papa de la paz»; y coreaban un futuro para Siria, «Tierra de la Buena Nueva y de la paz».

La cultura cristiana en Siria es de una riqueza única. En esta tierra, en Antioquía, por la primera vez los discípulos de Jesús de Nazaret fueron llamados «cristianos». A través de los siglos han permanecido fieles a su fe, a pesar de que viven en un país que hoy día es en un 90% islámico.

El patriarca greco-melquita, Grégoire III Laham, caldeó el ambiente con una espontaneidad y un humor poco comunes en un patriarca oriental. Se dirigió al patriarca ortodoxo de Antioquía, Ignace IV Hazim, para proponerle avanzar juntos hacia la unidad completa con Roma y celebrar juntos la Pascua en la misma fecha.

Después, rompiendo el programa, Grégoire III pasó el micrófono al patriarca ortodoxo, quien en un primer momento se mostró sorprendido. Sonriendo, dijo: «Corréis muy aprisa hacia la comunión con Roma, aunque esa es la dirección hacia la que queremos avanzar. Sin embargo, vosotros vais con retraso a la hora de pedir la celebración en la misma fecha de la fiesta de la Pascua».

A continuación, la palabra pasó a los jóvenes. Varias muchachas, de cabello negro azabache, evocaron los dos mil años de cristianismo sirio e insistieron en el deseo de unidad que experimentan los jóvenes cristianos del país, así como su compromiso por un futuro de «paz» y «solidaridad» para su país.

Un joven scout tomó la palabra para exigir que nada ni nadie «divida» a los jóvenes sirios, llamados a vivir en una sociedad «en la que todas las diversidades sean respetadas».

Pero lo mejor vino al final. Una joven, sumamente despierta, hablando al micrófono reconoció que no podía concebir otro futuro si no era el de «la unidad de la Iglesia». En tres ocasiones lanzó una pregunta a los jóvenes y a los líderes cristianos presentes: «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». En la primera ocasión, su interrogante fue recibido con gritos y aplausos. «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». Siguieron después gritos típicamente árabes. «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». Estalló el delirio. Nunca en la historia de los encuentros del Papa con los jóvenes había surgido esta pregunta, tan directa, fuerte y unánime, dirigida al pontífice y los patriarcas y obispos.

La muchacha se fue a saludar el Papa, quien la besó en la frente y la abrazó conmovido. Luego, la joven abrazó a los patriarcas.

En esos momentos, la peregrinación pontificia a Siria alcanzó el culmen de intensidad. Los jóvenes impresionaron a Juan Pablo II: «Vosotros, los jóvenes, sois mi esperanza», les dijo. «Profundizad en lo que os une. Como dijo Cristo: «¡Que todos sean uno!»».

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ZENIT Staff

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