NUEVA YORK, 16 mayo 2001 (ZENIT.org).- En el momento en el que el caso de Timothy McVeigh, autor del atentado más sangriento de la historia de Estados Unidos, se cubre de nuevos misterios, la atención de los medios comienza a enfocarse en torno a un documento contra la pena de muerte que está siendo firmado por miles de personas.
Se trata de la «Declaración por la vida», que tiene un mensaje muy sencillo e inequívoco: «Si me matan, no ejecutéis a mi asesino».
La hermana Camille D´Arienzo, religiosa católica de Brooklyn, Nueva York, inició un grupo, en 1993, que se encarga de distribuir la declaración, en la que se afirma que la pena capital es un error en cualquier caso.
Si el firmante es asesinado, pide que el juez no emita una sentencia de muerte para el culpable. «La gente está harta de muerte», explica la hermana D´Arienzo.
Paul Stevens, de Dawson Springs, Kentucky, cuya hija fue asesinada en Evansville, en 1969, es una de las más 20 mil personas que ya han firmado la declaración en los últimos meses.
Stevens, que ahora trabaja como voluntario de prisiones, con los presos del corredor de la muerte, en la penitenciaría estatal en Eddyville, Kentucky, firmó la declaración cuando asistía, el pasado 26 de febrero, a una conferencia del cardenal Francis George, arzobispo de Chicago. El cardenal habló sobre su oposición a la ejecución de McVeigh, exponiendo la doctrina católica sobre este tema.
La declaración ha sido firmada también por personajes famosos como los actores Susan Sarandon y Martin Sheen, el ex gobernador de Nueva York Mario Cuomo y Carolyn McCarthy, cuyo marido fue asesinado por un pistolero en un tren de Nueva York.