ROMA, 24 mayo 2001 (ZENIT.org).- La reconciliación entre dos pueblos es posible y Sudáfrica es un ejemplo. Esta es la conclusión a la que llega monseñor Desmond Tutu, arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y premio Nobel de la Paz, en un libro que ahora aparece en varios países europeos.
Su país, tras el apartheid adoptó una tercera vía: no emprendió ni la dureza de Nuremberg tras la segunda guerra mundial ni y la amnesia de una ley de «punto final». Para el arzobispo, la propuesta sudafricana se explica con el término «ubuntu», que en lengua nguni, alude a la humanidad de una persona.
Esta propuesta se encuentra expresada en el libro «No hay futuro sin perdón» («No Future Without Forgiveness»), que en Italia comenzará a ser distribuido el 25 de mayo. En inglés ya salió a la venta en otros países.
El arzobispo explica que otro juicio como el de Nuremberg no era posible en Sudáfrica. Quienes protestan por no haber adoptado una solución de este tipo, explica, «tienen la memoria muy corta». «Mientras que después de Nuremberg los aliados podían hacer las maletas y volver a casa, los sudafricanos tenían que seguir viviendo unos junto a los otros».
Por otra parte, había quien pedía la amnistía general para todos los reatos, como sucedió en otros países, especialmente en América Latina. En Sudáfrica no se adoptó esta senda, aunque «quien pensaba que tenía derecho a la amnistía, debía hacer una petición individual y aceptar comparecer ante una comisión independiente».
Tutu indica que la ley de amnistía general condena a las víctimas al silencio, y las priva de identidad y de valor. Con el trabajo de las comisiones, indica el prelado sudafricano, «aquellas personas por fin podían contar su historia, podían recordar y, al recordar, encontrar la confirmación de sí mismos como seres humanos, dotados de una personalidad inalienable».
Para el arzobispo, la tercera vía es el resultado de una negociación y un intermedio entre los modelos anteriores: «por un lado se ofrecía la zanahoria de una posible inmunidad a cambio de la verdad; por otra, el bastón de una prolongación de la condena para quien estaba en la cárcel, o el arresto, proceso y detención de quien estaba todavía en libertad».
Explica monseñor Tutu que el camino elegido «es profundamente consecuente con un rasgo fundamental de la visión africana del mundo, la que nosotros conocemos con el nombre de «ubuntu», en el grupo linguístico nguni».
«Ubuntu» alude a la íntima esencia de la persona humana. Decir que una persona tiene «ubuntu» es la máxima alabanza. «Significa –aclara– que la persona en cuestión es generosa, acogedora, benévola, solícita, misericordiosa; que comparte lo que tiene».
«No nos concebimos en término de «pienso luego existo» sino «soy humano porque pertenezco, participo y comparto»», concluye.