CIUDAD DEL VATICANO, 21 mayo 2001 (ZENIT.org).- El consistorio de cardenales, que tiene como objetivo perfilar las perspectivas de la Iglesia católica en estos inicios de milenio, comenzó este lunes con un auténtico maratón de intervenciones de purpurados de los diferentes continentes.
Juan Pablo II participó en las sesiones de la mañana y de la tarde, interviniendo de manera muy breve al inicio y escuchando con atención las intervenciones de los cardenales que fueron tomando la palabra. De los 183 miembros del Colegio cardenalicio, estuvieron presentes 155. Los ausentes son en su mayoría cardenales de más de ochenta años que no han podido venir a Roma por motivos de salud.
El encargado de moderar la primera sesión fue el purpurado con el cargo de mayor dignidad en la Iglesia católica, el cardenal Bernardin Gantin, ex prefecto de la Congregación vaticana para los obispos.
Gantin, beninés, abrió el debate, planteando directamente al argumento central de este sexto consistorio de este pontificado: buscar «los caminos más adaptados a nivel concreto y operativo» para la aplicación de los temas planteados en la carta apostólica «Novo millennio ineunte», con la que el Papa Wojtyla clausuró el gran Jubileo del año 2000.
A continuación, tomó la palabra el mismo Juan Pablo II, quien fue más explícito todavía: «Se trata de focalizar los objetivos misioneros prioritarios y los métodos de trabajo más idóneos, así como de buscar los medios necesarios».
En este sentido, el pontífice ya ofreció una pauta concreta: «es necesario dedicarse a una adecuada formación y valoración de todos los agentes pastorales, pues es muy amplio y complejo el campo de acción apostólica que se presenta ante nosotros».
Las intervenciones de la mañana del lunes comenzaron con un balance del año santo realizado por dos de sus organizadores principales, el cardenal vasco-francés Roger Etchegaray y el italiano Crescenzio Sepe, quienes han sido respectivamente presidente y secretario del Comité vaticano para el Jubileo.
Etchegaray mencionó incluso la gran decepción de ese acontecimiento. Recordó que el Papa quería haber convocado un encuentro «pancristiano» (de los discípulos de Cristo de todas las Iglesias y confesiones) que nunca pudo realizarse ante la oposición de algunas Iglesias. De hecho, reconoció el purpurado, la búsqueda de la unidad de los cristianos «pone a dura prueba nuestra esperanza».
Junto a esta sombra, el Jubileo ha tenido muchísimas luces que el cardenal Etchegaray ilustró, recordando algunos de sus momento más sobresalientes, como el encuentro de líderes de todas las religiones por la paz (octubre 1999); la memoria de los mártires del cristianismo (17 de mayo de 2000); la histórica petición de perdón por los errores históricos de los hijos de la Iglesia (12 de marzo de 2000).
La lista concluyó mencionando un acontecimiento que ha dado un impulso inesperado de esperanza a la Iglesia en ese año santo: los dos millones de jóvenes de todo el mundo que participaron en agosto en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Roma.
Por su parte, el cardenal Sepe trazó un breve panorama sobre la manera en que se había vivido el Jubileo en el mundo y concluyó diciendo: «El Jubileo en Roma, en Tierra Santa, en las Iglesias particulares ha mostrado el rostro de una Iglesia viva y joven, que no está ni mucho menos cansada por los dos milenios de historia que acaban de transcurrir, sino que más bien está dispuesta a afrontar los nuevos desafíos del tercer milenio».
Las sesiones del consistorio continuaron después con las intervenciones orales del los diferentes cardenales que tomaron la palabra en el orden en el que la habían pedido (Cf. ZS01052106). Durante la mañana tuvieron lugar 16 intervenciones. En la tarde, abrió las sesiones el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, para dejar paso después a otro maratón de ponencias.
Mañana, la asamblea continuará un numero superior de intervenciones. El miércoles los purpurados se reunirán en grupos de trabajo para afrontar de manera más práctica las propuestas presentadas en la asamblea general. Al final, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara (México), trazará la relación final en la que recogerá los principales argumentos afrontados.
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May 21, 2001 00:00