CIUDAD DEL VATICANO, 23 octubre 2001 (ZENIT.org).- El terrorismo no se vence con la «revancha» o con «represalias que golpean indiscriminadamente al inocente», advirtió el representante de Juan Pablo II ante la ONU este lunes al intervenir ante la plenaria de la Asamblea General sobre la «Cultura de la Paz».
Las palabras del arzobispo Renato Martino, observador permanente del Vaticano ante las Naciones Unidas, constituyen un pronunciamiento oficial de la Santa Sede sobre los interrogantes que plantea una respuesta militar a los ataques contra Estados Unidos del pasado 11 de septiembre.
«Los actos de revancha no sanarán el odio –reconoció el prelado–. Las represalias, que golpean indiscriminadamente al inocente, continúan la espiral de violencia y son soluciones ilusorias que impiden el aislamiento moral de los terroristas».
«Tenemos que cancelar más bien los elementos más obvios que provocan condiciones de odio y violencia y que son contrarias a todo movimiento de paz», añadió, y mencionó «la pobreza», así como las diferentes formas de violación de los derechos humanos.
«La exclusión social –reconoció el arzobispo italiano en su intervención de diez minutos–, la intolerable situación de los refugiados, de los desplazados internos y externos, y la opresión física y psicológica, son terreno abonado que sólo espera ser explotado por los terroristas».
Por este motivo, según el «embajador» papal ante la ONU, «toda campaña seria contra el terrorismo necesita también afrontar las condiciones sociales, económicas y políticas que alimentan la emergencia terrorista, la violencia y el conflicto».
El prelado, que lleva quince años como observador vaticano ante las Naciones Unidas, explicó, además, que los ataques kamicaze no son las únicas formas de terrorismo actual. «En algunos casos, se trata de situaciones casi institucionalizadas, basadas en sistemas que destruyen completamente la libertad y los derechos individuales «culpables» de no llevar su pensamiento a la corriente de la ideología triunfante».
«Hoy estas personas no son capaces de atraer la atención y el apoyo de la opinión pública internacional y no deben ser olvidadas o abandonadas», pidió.
«Aquellos que honran a Dios deben estar en la primera línea de quienes luchan contra todas las formas de terrorismo», siguió diciendo Martino, quien citando al Papa, añadió: «Como miembros de una familia humana y como hijos queridos por Dios, tenemos obligaciones mutuas que como creyentes no podemos ignorar».
El arzobispo consideró que la paz, incluso en la situación actual, pasa por el diálogo. Para aclarar su propuesta volvió a citar el mensaje del Papa Wojtyla para la Jornada de la Paz de 1983: «Estoy profundamente convencido de que el diálogo –el verdadero diálogo– es una condición esencial para esa paz. Sí, este diálogo es necesario, no solamente oportuno; es difícil, pero es posible, a pesar de los obstáculos que la realidad nos obliga a considerar».
«Desde este punto de vista, el mundo debe reconocer que hay esperanza –admitió el arzobispo–. Construir una cultura de la paz no es un sueño disparatado o utópico».
«Si por estos motivos estamos convencidos de que la paz es un «bien por sí mismo», tenemos que construir una cultura de la paz –concluyó–. La paz es ante todo experimentada, reconocida, querida, y amada en el corazón».
La agencia de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, Fides, al informar sobre la intervención del arzobispo, considera que las palabras de monseñor Martino expresan «la perplejidad de la Santa Sede ante la campaña militar contra el terrorismo lanzada por la alianza anglo-estadounidense en Afganistán».