NUEVA YORK, 13 octubre 2001 (ZENIT.org).- El debate del Congreso de Estados Unidos sobre la decisión del presidente George W. Bush de permitir la financiación federal para la investigación circunscrita a las células madre (o estaminales) procedentes de embriones, quedó aparcado tras los atentados terroristas del 11 de septiembre. Sin embargo, la polémica está lejos de haberse disipado.

La declaración de Bush, del 9 de agosto, autorizaba la financiación de 64 colonias de células madre procedentes de embriones, existentes ya en laboratorios de todo el mundo. Al mismo tiempo, excluía financiar la investigación con nuevas fuentes de células madre, para no aprobar la destrucción de más embriones.

Casi inmediatamente después del anuncio presidencial, surgieron dudas sobre si el número de células madre autorizadas sería suficiente. Según el «Boston Globe» del 9 de septiembre, tras un mes debate sobre el número de colonias de células y su estado, parece que la reserva de colonias de células madre es probablemente suficiente para investigar en el futuro inmediato pero podría no serlo para llegar al final de la década.

Estas células madre se extraen de los embriones humanos antes de que empiecen su proceso de transformación en células especializadas que forman tejidos humanos y órganos específicos. En el proceso de extracción de las células madre, se destruyen los embriones.

Algunos científicos están ya presionando para que se creen nuevas colonias de células madre procedentes de embriones. Un informe publicado el 10 de septiembre por la Academia Nacional de Científicos pedía adicionales colonias de células madre y también apoyaba la clonación para crear nuevas células madre para el tratamiento de pacientes. El informe, sin embargo, había sido escrito antes de que Bush anunciara su decisión.

Según indicaba el «New York Times» el 11 de septiembre, Bush está decididamente en contra de la clonación humana y la Cámara de los Representantes de EE.UU. votó en julio la prohibición de la clonación tanto con fines reproductivos como para la investigación.

Hay también algunas cuestiones legales que resolver sobre el uso de las 64 colonias de células madre elegidas por el presidente. El «Washington Post» indicaba el 28 de agosto que la mayor parte de las 64 colonias están controladas por privados, empresas con ánimo de lucro o laboratorios extranjeros. La Administración ha estado tratando de negociar un acuerdo estándar que permitiría a los investigadores experimentar en una colonia de células que es propiedad de otro.

El «Washington Post» subrayaba el 9 de septiembre otra complicación respecto a la cuestión de la raza. Las 64 colonias de células madre aprobadas provienen principalmente de clínicas de fecundación artificial cuyas pacientes son predominantemente blancas. Algunos calculan que 49 de las colonias proceden de parejas blancas y otras 15 de padres de origen asiático. Algunos expertos han expresado dudas sobre la repercusión que podría tener la diversidad genética en las terapias desarrolladas eventualmente a partir de las células. No está claro, según estas fuentes, si se podrán crear tratamientos aplicables a la población en general.

Unión Europea
Mientras tanto, las autoridades de la Unión Europea han anunciado que no ofrecerán financiación para la investigación que usa células madre de embriones durante el periodo 2002-2006. Según el diario español «El País» del 15 de septiembre, la Comisión Europea no dará ningún apoyo a programas que contemplan el uso de embriones o células derivadas de ellos. Del mismo modo, se excluye la creación de embriones para la investigación. La Comisión ha descartado también financiar la investigación que usa embriones humanos procedentes de países de fuera de la Unión Europea.

La Comisión apoyará, sin embargo, la investigación en células madre procedentes de adultos. La prohibición no afectará a las decisiones de Gran Bretaña y Suecia de apoyar la investigación que usa células madre de embriones a nivel nacional.

¿Australia en primera línea?
Australia podría colocarse de este modo en la cabeza de la investigación con células madre de embriones. Según informaba el «Sydney Morning Herald» el 21 de septiembre, una investigación parlamentaria federal ha aprobado la posibilidad de investigar con células madre de embriones, mientras que al mismo tiempo ha pedido que este campo de investigación sea controlado de cerca por un nuevo organismo nacional encargado de los permisos. El informe deja abierta la posibilidad de que se permita a los científicos australianos clonar embriones humanos como fuente de células madre.

La comisión parlamentaria de diez miembros, presidida por el parlamentario liberal Kevin Andrews, recomendaba una moratoria de tres años para la clonación pero votó a favor de que no se prohibiera esta posibilidad.

El padre Norman Ford, director del Centro Caroline Chisholm para la Ética de la Salud de East Melbourne, lamentó que la comisión haya votado permitir la destrucción deliberada de embriones procedentes de la fecundación in vitro para obtener células madre: «Los embriones humanos no deberían ser sacrificados como simples medios, aunque sea con fines terapéuticos».

Suiza da el paso
Y, el 28 de septiembre, Suiza anunciaba su decisión de pasar a formar parte de la primera línea en la investigación sobre células madre. La Fundación Nacional de Ciencia aprobaba la investigación limitada sobre células madre de embriones con la condición de que los proyectos fueran estrictamente supervisados y no tuvieran fines comerciales, según informaba Reuters.

Modificando su anterior posición que prohibía la producción de células madre en Suiza, el panel aprobó un proyecto de investigación en Ginebra que prevé importar células madre propiedad de investigadores estadounidenses.

La fundación pidió también al Gobierno que redacte legislación detallada que explique como se debe llevar a cabo la investigación en células madre de embriones humanos en el futuro.

Cuestiones éticas
La reacción de los obispos estadounidenses a la autorización de financiar con fondos federales la investigación en células madre ha sido clara. En una declaración, el 10 de agosto, el obispo Joseph A. Fiorenza, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, afirmaba: «El
presidente Bush ha reafirmado su apoyo a la prohibición de la clonación humana y otras políticas que merecen apoyo por ser correctas. Sin embargo, esta decisión es moralmente inaceptable».

Monseñor Fiorenza explica que no es lícito «apoyar la investigación basada en la destrucción de algunos seres humanos indefensos por el posible beneficio de otros». La declaración concluía señalando que ante los significativos avances en el campo de la biotecnología, «debemos contribuir a asegurar que nuestros adelantos técnicos sirvan para mejorar y no para disminuir nuestra verdadera humanidad».

Uno de los argumentos a favor del uso de embriones es que en semejante estado de desarrollo no son merecedores de derechos personales. En una intervención en un debate, propuesto por «National Review Online», Patrick Lee, profesor asociado de Filosofía en la Universidad Franciscana de Steubenville, y Robert P. George, profesor de Jurisprudencia de la Universidad de Princeton, explicaron por qué los embriones humanos deberían ser respetados.

Los embriones, indican, son organismos enteramente humanos que poseen las características de auto-integración y auto-dirección de maduración y crecimiento. «No actúan como partes de otros organismos mayores sino que cada uno actúa como un organismo completo de la especie humana, dirigiéndose hacia su proprio funcionamiento orgánico integral».

Un organismo humano único, argumentan Lee y George, es intrínsecamente respetable justamente por este motivo y no por las características adquiridas en algún momento de la vida. De esta manera, aunque el embrión humano, en sus primeros estadios, obviamente no tiene todas las características externas de una persona adulta, de todos modos tiene el mismo valor intrínseco de un adulto.

La posibilidad de que este argumento haga mella en los promotores de la investigación con embriones está todavía por ver.