MADRID, 24 octubre 2001 (ZENIT.org).- Declaraciones oficiales de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal Española han contradicho las afirmaciones del obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, quien según la prensa aseguró este lunes que «es discutible» afirmar que «todos los terrorismos son iguales».
«Aquellos que honran a Dios deben estar en la primera línea de quienes luchan contra todas las formas de terrorismo», afirmó pocas horas después el arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas al intervenir ante la Asamblea General de esa institución.
«Como miembros de una familia humana y como hijos queridos por Dios –añadió en una intervención que obviamente no pretendía responder directamente a las palabras del prelado vasco–, tenemos obligaciones mutuas que como creyentes no podemos ignorar» (Cf. Zenit, 23 de octubre de 2001).
Este miércoles la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal confirmó en una nota oficial que las declaraciones del prelado fueron pronunciadas a título exclusivamente personal.
La nota señala que «la Conferencia Episcopal Española no ha tenido noticia previa de dichas conferencias ni en estos momentos conoce su texto completo. Su única fuente de información han sido los medios de comunicación social. Monseñor Setién ha expuesto sus opiniones a título exclusivamente personal».
En la nota, la Conferencia Episcopal Española recuerda que se ha manifestado en muchas ocasiones sobre el terrorismo. El último pronunciamiento procede de la Comisión Permanente, que en su reunión de los días 18 y 19 de septiembre pasado, condenó los atentados de Nueva York y Washington en una nota que fue leída en todas las iglesias de España.
«Con la misma rotundidad con que hemos condenado siempre el terrorismo de ETA, condenamos estos crueles atentados, que constituyen también una gravísima ofensa a Dios, una violación de los derechos fundamentales a la vida, a la seguridad y la libertad de las personas y de los pueblos y degradan a quienes los cometen, proyectan o encubren», decía aquel pronunciamiento del episcopado español.
«El terrorismo –concluía la nota–, en cualquiera de sus formas, lugares y expresiones, no tiene jamás justificación ni es camino para la consecución de fin alguno. Sólo la conversión de los corazones, el trabajo y el compromiso por la justicia y por la paz y la solidaridad entre los pueblos podrán conducirnos a una nueva civilización, más justa y fraterna, la civilización del amor».