Sudán: 75 latigazos a la joven cristiana que debía ser lapidada

Se conmutó la pena a causa de la presión internacional

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WASHINGTON, 28 febrero 2002 (ZENIT.org).- Una joven sudanesa cristiana, que había sido sentenciada a morir lapidada por adulterio, recibió en cambio 75 latigazos y fue liberada, según informaron activistas de derechos humanos de Estados Unidos y Alemania a UPI el 25 de febrero.

Estas fuentes revelaron que aunque este castigo seguía siendo cruel, la reducción de la sentencia sin embargo demuestra que Sudán dio oídos a la presión internacional.

El cardenal Roberto Tucci, presidente del Comité de gestión de Radio Vaticano, lanzó el 7 de febrero una campaña a favor de esta joven.

No está claro si la joven de 18 años Abok Alfa Akok estaba todavía embarazada cuando fue flagelada o si ya había dado a luz al hijo fruto la relación adúltera por la que fue acusada.

Albrecht Hofheinz, un experto en estudios islámicos que vive en Berlín, dijo que, según sus fuentes, Akok tuvo al niño mientras estaba en prisión esperando el resultado de su apelación.

Eric Reeves, profesor del Smith College de Northampton (Massachusetts), se mostró en desacuerdo. «Según mis informaciones, estaba todavía embarazada», dijo a UPI. El mismo tribunal que sentenció a muerte a Akok absolvió al padre del bebé. Akok dijo que éste la había violado.

Según la ley islámica, la mujer no puede ser flagelada mientras está embarazada o convaleciente del parto. Ni debería ser azotada en público, según Hofheinz, que fue representante de la Cruz Roja en Sudán.

«Son flageladas en estancias preparadas a este propósito», dijo. «La sharia estipula que, a diferencia de los infractores varones, las mujeres no deben tener el cuerpo cubierto durante la pena. Están sentadas mientras son flageladas».

Faith O´Donnell, especialista en Sudán del Instituto para la Religión y la Democracia, con sede en Washington, ha revelado que durante la flagelación un médico especialista está presente para asegurarse de que el infractor no muera.

Eric Reeves, considerado como uno de los principales expertos en derechos humanos en Sudán, insistió en que el castigo era lo bastante severo como para que la víctima quede marcada para toda la vida.

Un tribunal criminal –no era un tribunal religioso– de Nyala, Darfur, al sur de Sudán, estado predominantemente cristiano, sentenció a Akok a muerte por lapidación el 8 de diciembre. El juicio fue realizado en árabe, una lengua que esta mujer de la etnia dinka no conoce. No contaba ni siquiera con intérprete.

Tras la campaña internacional de protesta que suscitó la condena de la joven, el caso fue revisado por un tribunal de apelación en Jartum, que cambió la sentencia. Ordenó al tribunal inferior dar una sentencia «de reprimenda» a la acusada.

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ZENIT Staff

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