CIUDAD DEL VATICANO, 14 febrero 2002 (ZENIT.org).- La causa fundamental de la falta de vocaciones al sacerdocio es la disminución de la fe entre la gente, afirmó Juan Pablo II este jueves al encontrarse con los sacerdotes de su diócesis, Roma.

«Sabemos que la disminución de las vocaciones en una diócesis o nación es con frecuencia la consecuencia de la atenuación de la intensidad de la fe y del fervor espiritual», dijo el pontífice en el tradicional encuentra de inicios de Cuaresma con el clero romano.

El pontífice se refería en particular a la crisis vocacional que tras el Concilio Vaticano II todavía se verifica en países occidentales y que, como revela el «Anuario Pontificio 2002», ha sido superada a nivel mundial por la Iglesia católica, gracias en parte a África, América Latina y los países de mayor presencia católica en Asia (Cf. Zenit, 10 de febrero de 2002).

«No tenemos que contentarnos fácilmente con la explicación, según la cual, la falta de vocaciones sacerdotales sería compensada por el crecimiento del compromiso apostólico de los laicos --alertó el Papa Wojtyla--, o sería querida por la Providencia para favorecer el crecimiento del laicado».

«Al contrario --afirmó--, cuanto más numerosos son los laicos que quieren vivir con generosidad su propia vocación bautismal más se hace necesaria la presencia y la obra específica de los ministros ordenados».

El pontífice afirmó que con sus palabras no pretendía negar las dificultades que «obstaculizan» «en buena parte del mundo occidental una respuesta positiva a la llamada del Señor».

En concreto, constató que se ha hecho difícil para los jóvenes «emprender grandes y comprometedores proyectos de vida» y, más aún, en respuesta a un «designio de amor» de Dios.

Por ello, el Papa pidió un «gran compromiso común que llama en causa a laicos, sacerdotes, y religiosos, y que consiste en redescubrir esa dimensión de nuestra fe, según la cual, la vida misma, toda vida humana, es fruto de la llamada de Dios, y sólo puede realizarse positivamente como respuesta a esta llamada».

El seminario, «pupila de los ojos» de un obispo
Juan Pablo II, tras pronunciar su discurso, como suele hacer en sus encuentros con sacerdotes, dirigió unas palabras improvisadas, en las que recordó su preocupación por el seminario, cuando era arzobispo de Cracovia.

Según el pontífice, el seminario debe ser la «pupila de los ojos» ("pupilla oculi") de todo obispo.

«Mi augurio es que todos los obispos de Roma, los que vendrán después de mí, y todos los obispos del mundo mantengan este principio y miren con esperanza a través de esta «pupila de los ojos». ¡Que no falten vocaciones"», exclamó con una sonrisa.