LONDRES, 2 febrero 2002 (ZENIT.org). Los animales son ahora, según parece, más importantes que las personas, y para muchos incluso más valiosos. Ejemplos recientes demuestran la desproporcionada importancia que se da a los animales.

En Inglaterra, la firma de chocolates Mars ha abierto un hotel de lujo para animales. Los propietarios de mascotas pueden dejar a sus animales en el Triple A Pet Resort de Newcastle upon Tyne mientras van de vacaciones, o simplemente dejarlo allí para un tratamiento. Las instalaciones incluyen un piscina de hidroterapia, un gimnasio cubierto, jacuzzi, camas con edredón y almohada, sofás donde las mascotas podrán descansar mientras ven vídeos propios o sus espacios de televisión, informaba el Telegraph el 6 de enero.

Los gatos tienen sus propios balcones soleados y escuchan una emisora de música clásica, mientras los guacamayos y los loros africanos tienen a su disposición pantallas de vídeo que muestran una escena estimulante de la jungla, con pájaros tropicales graznando. El hotel tienen incluso su propio cementerio de mascotas, junto con un servicio de planificación de funerales y de consuelo en el luto.

El hotel tiene más de 50 personas en plantilla, y una estancia de dos semanas para un animal puede costar a sus propietarios casi lo mismo que sus propias vacaciones, apuntaba el Telegraph.

Grandes cantidades de dinero se han gastado también en la orca Keiko, estrella de la película “Liberad a Willy”. Hace tres años que volvió a su nativa Islandia, donde fue capturada hace 22 años. Pero como informaba el New York Times el 6 de noviembre, los esfuerzos para animarla a que se adapte a su entorno original han fallado.

Los costes de cuidar a Keiko han llegado a los 300.000 dólares al mes, y algunos estiman que las orcas viven 50 años o más. Hasta ahora, el proyecto de Keiko ha costado 20 millones de dólares. El artículo hacía notar que muchos islandeses se sienten ofendidos por tanto gasto en un único miembro de una especie que no está en las listas de especies amenazadas.

En Australia, el bienestar de un puñado de peces se considera más importante que garantizar agua potable a cuatro millones de personas. El Sydney Catchment Authority mantiene un acuario con ocho peces que nadan en el agua potable destinada a la ciudad, informaba el 12 de diciembre el Sydney Morning Herald.

Estos peces están monitorizados para que cualquier signo de enfermedad alerte a las autoridades de posibles impurezas en el agua. El uso de los peces requiere informes trimestrales sobre su cuidado y una inspección anual. Ahora, los activistas de los derechos de los animales dicen que usar estos peces es demasiado cruel. Piden que la monitorización se haga con criaturas menos importantes, como las pulgas de agua.

Y en los Estados Unidos, el grupo People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) ha criticado a los piquetes de rescate y limpieza del lugar de los ataques terroristas de septiembre. Según un informe de diciembre del Environment and Climate News, PETA había expresado su descontento en cómo las autoridades se habían dedicado principalmente de los seres humanos y dejado de lado los “animales guardianes” sin buscar los animales abandonados en el complejo del World Trade Center.

Volviendo a Inglaterra, golpeada por los escándalos de los pasados meses sobre las carencias de sus hospitales, se ha sabido que un escáner que ha costado millones de libras se ha estado usando para tratar mascotas. Según el periódico Observer del 23 de diciembre, el Bedford Hospital ha tenido que prestar el escáner para conseguir fondos. El hospital tiene pocas enfermeras y posiblemente tenga que cerrar una de sus salas de operaciones.

Uno de los últimos pacientes sometidos al escáner fue un perro de aguas de 13 años, que pertenecía a un abogado de asuntos familiares de Londres. El perro fue sometido a un escáner de cerebro, pagado por su seguro de salud. El Observer hacía notar que el Bedford Hospital es uno de los 20 hospitales que tardan más tiempo en responder a las peticiones de los pacientes.

Ecoterrorismo
Pero no es sólo un problema de gasto de dinero en animales. En un proceso que va en aumento, los activistas de los derechos de los animales están recurriendo a la violencia en sus campañas. En los Estados Unidos, el Animal Liberation Front acaba de publicar la lista de sus actividades en el 2001. Entre ella están los incendios, cortes de árboles, ataques a laboratorios y otros actos ilegales, informaba el Seattle Times el 16 de enero
.
El informe cita 137 actos en el 2001 y habla del incendio que causó pérdidas por 5,3 millones de dólares en la Universidad de Washington el 21 de mayo, como el más destructivo del año. Habla de un incendio en un gallinero en el condado de Snohomish que costó 1,5 millones de dólares, el 5 de abril, que también es atribuible al movimiento.

David Barbarash, un militante canadiense que hizo público el informe y es el portavoz del grupo, se enorgullece de que las nuevas leyes antiterroristas norteamericanas y canadienses no han acabado con el movimiento. El FBI ha tenido poco éxito a la hora de enfrentarse con los militantes activistas, que clasifica como terroristas domésticos.

El extremismo también está presente en Inglaterra. El pasado año, el activista de los derechos de los animales Barry Horne murió como resultado de una huelga de hambre. Horne estaba cumpliendo una condena de 18 años de prisión por una campaña de bombas incendiarias, informaba The Guardian del 6 de noviembre.

Este hombre de 49 años rechazó la comida y la bebida y firmó un acta en la que pedía no ser tratado médicamente. Los funcionarios de prisiones afirmaron que, dada la correcta salud menta de Horne, ellos no podían oponerse a sus deseos.

Horne sufría la pena de prisión más larga impuesta a un activista de los derechos de los animales. La sentencia fue impuesta en noviembre de 1997, tras ser declarado culpable de una campaña de bombas que duró dos años y causó daños por 3 millones de libras esterlinas (4,2 millones de dólares).

La naturaleza extrema de las tácticas usadas por los defensores de los derechos de los animales fue subrayada por un testimonio publicado hace una semana en el Times de Londres. Sally Staples describía como había sufrido persecución por permanecer en una asamblea de vecinos que incluía a un empleado del American Bank que había ayudado a financiar (y que recientemente ha retirado su apoyo) al Huntingdon Life Sciences. Los activista de los derechos de los animales se empeñaron en una larga y violenta campaña contra Huntingdon, una compañía que utiliza animales para pruebas de medicamentos.

El artículo describía como durante los últimos dos meses Staples había sido “bombardeada con llamadas telefónicas obscenas, sufriendo emails obscenos y amenazas de violación. Se ha metido en mi buzón pornografía, revistas de fetiches e incluso una maldición de vudú haitiano”.

Para contrarrestar el movimiento por los derechos de los animales, los científicos han comenzado hace poco una campaña en el Reino Unido para defender la investigación médica usando animales. Un panfleto distribuido por la Research Defence Society utilizaba la imagen de una chica de 16 años, Laura Cowell, que sufre fibrosis cística y diabetes, informaba el Times el 16 de enero.

Ha estado tomando hasta 70 medicamentos en un día, muchos de ellos desarrollados y ensayados en animales, para controlar sus condiciones vitales y mantenerla viva. La Research Defence Society explica que sin estos medicamentos, los doctores consideran que ella habría muerto antes de su primer cumpleaños.

La campaña explica al público que enfermedades fatales como la polio, la tuberculosis, la difteria, la viruela y la tos ferina han sido prácticamente erradicadas de las islas británicas gracias a medic amentos y vacunas que no podrían haber sido desarrolladas sin las pruebas con animales. La investigación sobre otras enfermedades, tales como la fibrosis cística y el cáncer, también necesita de experimentos en animales.

Sin embargo, esto no parece aceptable para los que creen en los derechos de los animales. Tom Regan, uno de los padres ideológicos de los derechos de los animales, propone un tipo de “carta de derechos” para los animales, incluyendo el abandono de la propia mascota, la eliminación de la dieta basada en la carne, y nuevos estándares para la investigación biomédica en animales, informaba el Christian Science Monitor el 9 de octubre.

Pero, como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, “el hombre es la cumbre de la obra de la creación”. Aunque Dios ama a todas las criaturas, considera a los seres humanos mucho más valiosos que los animales (nº. 342-343). Dios ha dado a los seres humanos la dignidad de ser personas, algo que los separa del resto de la creación (nº. 356-357).

Deberíamos tener un gran cuidado de los animales, como más adelante expone el Catecismo, pero de ninguna manera pueden ser considerados nuestros iguales.