El Papa pide no desalentarse ante la crisis de la familia

Discurso a un grupo de obispos argentinos en visita «ad limina»

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CIUDAD DEL VATICANO, 5 marzo 2002 (ZENIT.org).- La crisis por la que atraviesa la familia se convirtió en uno de los argumentos centrales del discurso que Juan Pablo II pronunció a un grupo de obispos de Argentina, que este martes concluyeron su quinquenal visita a la Sede de Pedro.

A diferencia del discurso que pronunció el 12 de febrero al primer grupo de obispos de ese país en visita «ad limina», en el que afrontó la profunda crisis argentina, en esta ocasión el obispo de Roma confesó su particular preocupación por «la institución familiar, hoy tan atacada desde diversos frentes con múltiples y sutiles argumentos».

«Asistimos a una corriente, muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza –denunció el pontífice–. Los mismos fieles católicos, en ocasiones, por variados motivos, no recurren al Sacramento del matrimonio para dar comienzo a su unión en el amor».

Ahora bien, el Santo Padre consideró que «la extensión de la crisis del matrimonio y de la familia no ha de llevar al abatimiento o a la dejadez, al contrario, nos ha de impulsar a proclamar, con firmeza pastoral, como un auténtico servicio a la familia y a la sociedad, la verdad sobre el matrimonio y la familia establecida por Dios».

«Dejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral que induciría a los creyentes al error –advirtió–, así como también a quienes tienen la grave responsabilidad de tomar las decisiones sobre el bien común de la nación».

Según el Papa, no se trata de una cuestión «sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres sin distinción, pues el matrimonio y la familia constituyen un bien insustituible de la sociedad».

Para afrontar esta crisis, Juan Pablo II pidió el compromiso de la Iglesia en todos sus estados de vida.

Ante todo, pidió a «los esposos comprometidos en la Iglesia» «esmerarse en profundizar en la teología del matrimonio, ayudar a las parejas jóvenes y a las familias en dificultad a reconocer mejor el valor de su compromiso sacramental y a acoger la gracia de la alianza que han sellado como bautizados».

«Las familias cristianas han de ser las primeras en testimoniar la grandeza de la vida conyugal y familiar, fundada en el amor mutuo y en la fidelidad», añadió.

En segundo lugar, hizo un conmocionado llamamiento a los pastores: «acompañad a las familias, alentad la pastoral familiar en vuestras diócesis y promoved los movimientos y asociaciones de espiritualidad matrimonial».

En particular, pidió que la Iglesia ofrezca una «adecuada preparación de quienes se disponen a contraer el sacramento del matrimonio», en la que se presente no sólo «los aspectos antropológicos del amor humano, sino también las bases para una auténtica espiritualidad conyugal».

Esta formación, concluyó al afrontar este argumento el Papa, hoy día es indispensable, pues si bien ha aumentado la enseñanza general básica en países como Argentina, «en muchos casos esto no se corresponde con una mayor formación en la vida cristiana».

De hecho, afirmó, «se constata a veces no sólo una grave ignorancia religiosa en las jóvenes generaciones, sino, lo que es más triste, un cierto vacío moral y una acusada carencia del sentido trascendente de la vida».

Otros de los temas afrontados por el pontífice con los obispos argentinos, cuyo saludo fue encomendado al arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Karlic, presidente de la Conferencia Episcopal, fueron la evangelización, la formación y misión de los sacerdotes, la vida parroquial, sobre todo a la celebración dominical del Día del Señor.

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ZENIT Staff

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