CIUDAD DEL VATICANO, 28 marzo 2002 (ZENIT.org).- El Viacrucis que presidirá Juan Pablo II este Viernes Santo en el Coliseo culminará con la deposición de Jesús en el sepulcro, la XIV estación escrita por una joven periodista austríaca.

Marie Czernin, de 29 años, corresponsal Die Tagespost [http://www.die-tagespost.de ], periódico católico editado en Alemania, es una de los catorce periodistas, corresponsales de medios de comunicación de diferentes países, que han escrito las meditaciones de uno de los momentos más entrañables de esta Semana Santa en Roma.

En esta entrevista, revela a Zenit cómo recibió la propuesta y cómo redactó su estación.

--¿Cómo supiste que habías sido escogida para escribir el Viacrucis del Papa?

--Marie Czernin: Fue una sorpresa total. Nos llamaron de la Sala de Prensa del Vaticano para decirnos que teníamos una cita con el obispo Piero Marini, maestro de las Celebraciones pontificias, quien nos quería decir algo. Ante una convocatoria privada y totalmente extraordinaria, creíamos nos hablaría sobre algo muy importante, como la salud del Papa. Monseñor Marini sin embargo, nos explicó que en este año el Papa había escogido a periodistas. Alexej Bukalov, corresponsal de Itar-Tass, tomó espontáneamente la palabra para dar las gracias y reconocer que para nosotros era un gran honor.

--Entonces, tú regresaste a casa, y surgiría una pregunta: «Y ahora, ¿qué escribo?».

--Marie Czernin: Sí, era realmente difícil concentrarse, sobre todo en una ciudad como Roma, llena de ruido, donde es imposible encontrar un minuto de silencio. La vida del periodista es muy frenética y creía que no podría encontrar el silencio para escribir una meditación. No quería que fuera algo que naciera de mi simple reflexión, sino que surgiera de la oración, del Espíritu Santo. Teníamos que entregar el texto el 25 de febrero, lunes, y la semana anterior no había hecho todavía nada.

--¿Nervios?

--Marie Czernin: En esa semana, el Papa estaba de Ejercicios Espirituales y para nosotros, los periodistas, era más tranquila. Me fui de retiro tres días a Umbría, a Gubbio donde san Francisco domó al lobo, el lugar más perdido del mundo. Cuando tengo necesidad de paz y de silencio me voy allí, al monasterio de las Hermanas de Belén y de la Asunción de la Virgen, una nueva comunidad monástica surgida en Francia. Me conocen bien y, cuando voy, ponen a mi disposición una celda. Les conté a las religiosas lo que tenía que hacer y me acompañaron con la oración de manera intensa. Me ofrecieron algunos textos sobre el argumento que podían inspirar mi meditación.

--¿ Por qué escogiste la XIV Estación, «Jesús es colocado en el sepulcro»?

--Marie Czernin: En parte por casualidad. Monseñor Marini sugirió que las periodistas escogieran estaciones en las que aparecen mujeres. Las otras periodistas escogieron las más directamente relacionadas (el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén o María al pie de la Cruz). Yo hubiera escogido la de la Verónica, pero no estaba entre las catorce estaciones. Como nadie escogía la última, opté por ella. Monseñor Marini me dijo sin embargo que las mujeres están sumamente presentes en esa estación: María y las demás mujeres ayudan a colocar el cuerpo de Jesús en el sepulcro.

Me di cuenta entonces que en realidad el Sábado Santo me ha fascinado siempre, desde que era pequeña. Es un día suspendido entre la vida y la muerte, entre la muerte y la resurrección. Un día de silencio. Poco a poco me venían los recuerdos de Pascua en mi casa, un día muy particular. En la espiritualidad bizantina no aparece nunca la cruz sola, sino en proyección de la resurrección, la cruz gloriosa.

--Pero, había que poner todo eso en papel...

--Marie Czernin: El primer día de retiro que había dedicado al Viacrucis, en Gubbio, era un viernes, estaba enferma, y demasiado cansada. Leía los textos que me habían pasado las religiosas, pero me dormía. Las hermanas tenían miedo de que no pudiera hacer nada, pues el lunes tenía que entregar el texto.

El sábado no se mejoraba la situación. Una hermana me preguntó qué tal iba; le respondí que todavía estaba «subiendo el Calvario». Entonces nos pusimos a invocar al Espíritu Santo. De hecho, hice todo el Viacrucis para no quedarme sólo en XIV estación. Viviendo el Viacrucis podía comprender mejor su punto final. Rezaba también por los periodistas que tenían que escribir las estaciones. Experimentaba la comunión de las hermanas que rezaban por mí. El sábado no había hecho nada y sólo me quedaba un día.

El domingo me desperté a las cinco de la mañana, sin despertador, de repente, y me vinieron a la mente con gran fuerza imágenes, como «flashes». Me puse a escribir todo tal y como me venía. A toda velocidad. El silencio de la mañana es mi mejor momento para escribir. Me sucede también con mis artículos.

--¿Cuál fue el «flash» más fuerte que percibiste?

--Marie Czernin: Constatar la dinámica entre muerte y resurrección: el momento de la tumba no es el momento de la nada. Fue un momento en el que Cristo actuaba poderosamente aunque de manera escondida. Esta idea siempre me ha impresionado. Me vino la imagen del grano de trigo (si no cae en tierra y muere no da fruto). Fue el momento de la humillación total, de la «kenosis» absoluta. San Epifanio revive aquel momento recreando un diálogo entre Adán y Cristo. «¿Qué haces entre los muertos?», le pregunta el primer hombre sorprendido a su Salvador.

--Y, como mujer, ¿cómo te identificas con aquellas mujeres que en la mañana llevaron bálsamo y ungüento para tratar el cuerpo de Cristo masacrado?

--Marie Czernin: En mi vida personal siempre me ha impresionado el que aquellas mujeres iban al sepulcro creyendo que estaba muerto. A veces yo también tenía la visión de un Jesús muerto, no era un Jesús vivo: que nos habla, que nos inspira. Era una imagen hecha de prejuicios. Él mismo me ha hecho comprender con el pasaje del domingo en la mañana, cuando las mujeres llevaban los ungüentos, la repuesta a una pregunta: «¿por qué lloro por un Jesús muerto, si está entre los vivos?

--¿Por qué os ha pedido el Papa a los periodistas que escribáis este Viacrucis?

--Marie Czernin: El Papa siempre ha apreciado la labor de los periodistas. Con una especie de gesto pedagógico; nos ha encomendado esta tarea para recordarnos nuestra responsabilidad. Alguno podría criticarlo, pensando que un periodista no debería involucrarse en algo que propone el Vaticano para no perder su libertad y objetivada. Personalmente no veo ninguna contradicción: un periodista puede ser creyente y ser un buen periodista. No pierde por ello objetividad. Escribo en un periódico católico, y, si tenemos que criticar algo, lo hacemos, pues debemos seguir el principio de la verdad.

--¿Cómo es este Viacrucis de los periodistas? ¿Cuál ha sido vuestra contribución específica?

--Marie Czernin: En este año hemos vivido acontecimientos trágicos que nos han conmocionado y cambiado la historia. Al abrir los periódicos me da la impresión de encontrarme ante una Viacrucis viviente. Monseñor Marini nos ha dicho que en las catorce estaciones que hemos escrito hay un hilo conductor: meditamos estos hechos diarios, trágicos, a la luz de la pasión de Cristo.

Pero en esta ocasión, no podíamos escudarnos en la frialdad profesional, teníamos que abrirnos y confesar nuestra fe. No podíamos seguir siendo espectadores del dolor del mundo; ahora ha llegado el momento de la opción, no podemos quedarnos en la indiferencia.