CIUDAD DEL VATICANO, 11 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II exigió afrontar las causas que llevan a miles de ecuatorianos a abandonar su país para buscar un futuro mejor en el extranjero, al recibir este lunes al nuevo embajador de Quito ante la Santa Sede.
La emigración es, según reconoció el mismo pontífice, «uno de los fenómenos más complejos y dramáticos de la crisis económica» que hundió a Ecuador en una profunda recesión en 1999.
El aumento de la emigración fue pilar fundamental en Ecuador para la reactivación económica y la disminución del desempleo. Las remesas enviadas a Ecuador por los emigrantes sumaron 1.425 millones de dólares el año pasado, 100 millones más que en 2000 y 400 millones más que en 1999, un aporte de divisas sólo superado por las exportaciones petroleras, según datos del Banco Central.
El oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) constata que casi un millón de los 12,5 millones de habitantes que tenía en Ecuador en 1999 se radicaron en el exterior entre ese año y 2000, un récord en América Latina.
Los emigrantes salvadoreños, constató el Papa, tienen que afrontar «el problema del desarraigo cultural, el riesgo de desorientación religiosa con el alejamiento de sus manifestaciones tradicionales y, en muchos casos, la dolorosa dispersión del núcleo familiar, sin olvidar las funestas consecuencias de tantos casos de ilegalidad y clandestinidad».
Ante este fenómeno, añadió «la Iglesia no se limita a reiterar el principio ético fundamental de que los emigrantes han de ser tratados siempre con el respeto a la dignidad de toda persona humana, sino que pone en movimiento todos sus recursos para atenderlos de la mejor manera posible».
De hecho, en Estados Unidos, España, Italia y otros países a los que emigran los ecuatorianos las instituciones católicas son con frecuencia «el principal punto de referencia para reunirse, celebrar sus fiestas, manteniendo viva su identidad patria, y donde pueden encontrar un válido apoyo, cuando no el único, para defender sus derechos o resolver situaciones apuradas».
Ahora bien, el pontífice exigió afrontar el problema de la emigración en su origen, la crisis económica, política y social que ha atravesado Ecuador.
«Un progreso de los pueblos, que sea estable e integral –afirmó el Papa Wojtyla–, requiere honestidad en sus administradores, equidad en la distribución de los bienes y una conciencia de responsabilidad y solidaridad entre todos los ciudadanos, es decir, valores éticos, sin los cuales se puede aumentar la producción, pero no conseguir verdaderos bienes».
Por último, el pontífice exigió el compromiso del Gobierno ecuatoriano para luchar «por todos los medios contra cualquier forma de ilegalidad, corrupción o incluso delincuencia despiadada que tantas veces convierte a los emigrantes en un moderno y cruel tráfico de esclavos».
El nuevo embajador de Ecuador ante el Vaticano Marcelo Fernández de Córdoba Ponce, de 60 años de edad, es especialista en un diplomático de carrera especialista en Derecho Canónico. Hasta ahora era embajador en Venezuela.
Según datos oficiales, el 1 de enero pasado había unos 30.000 emigrantes ecuatorianos en España. Sin embargo, la cifra de los que se encuentran sin papeles podría oscilar entre 30.000 y 150.000, según diversas fuentes.