Roma y Atenas lanzan una nueva era de relaciones

La secularización europea une a católicos y ortodoxos griegos

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II aseguró este lunes que «ha sonado la hora de la colaboración» entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa griega al recibir a una delegación del arzobispado de Atenas.

La cumbre entre representantes de la Santa Sede y de la Iglesia griega, que comenzó el viernes pasado, ha sorprendido a todos los observadores. Hace tan sólo unos meses el hielo separaba a Roma de Atenas: ese arzobispado fue la gran ausencia ortodoxa en el encuentro de líderes religiosos por la paz del 24 de enero, en Asís.

La distancia entre Roma y Atenas se ha acortado repentinamente esta semana al constatar católicos y ortodoxos la necesidad de emprender una colaboración común para poder ofrecer la contribución cristiana a la construcción de la nueva Europa.

El 28 de febrero comenzó la Convención que debería modelar su futuro de la Unión Europea. Las marginación que experimentan los cristianos en este proceso ha llevado a superar prejuicios históricos que hasta ahora habían impedido encuentros de este tipo entre católicos y ortodoxos griegos.

Juan Pablo II propuso a sus huéspedes griegos, guiados por el metropolita de Attikis, Panteleimon, caminar juntos hacia el «ecumenismo de la santidad» «que nos llevará finalmente, con la ayuda de Dios, hacia la plena comunión que no significa ni la absorción ni la fusión, sino un encuentro en la verdad y el amor».

Para seguir esta senda, el Papa Wojtyla propuso «profundizar nuestra colaboración y trabajar juntos para hacer que resuene con fuerza la voz del Evangelio en esta nuestra Europa, en la que las raíces cristianas de los pueblos tienen que recobrar vida».

La Sala de Prensa de la Santa Sede publicó este lunes una carta enviada a Juan Pablo II por el arzobispo ortodoxo de Atenas, Christódoulos, quien explica los motivos que le han llevado a enviar su delegación a Roma.

La iniciativa, señala, «quiere crear un puente de comunicación, de reconciliación y de confianza entre nosotros en la Unión Europea, para que nuestro testimonio de cristianos sea más intenso, más creíble, y más eficaz en una sociedad que está a punto de perder los valores tradicionales de la fe en Cristo Redentor».

«Sin negar las realidades dogmáticas y doctrinales que nos separan y obstaculizan –añade–, nuestra oración común y nuestra comunión en los misterios sagrados, somos capaces de colaborar juntos en el campo social, cultural, educativo, ecológico, bioético por el bien de la Humanidad».

Las relaciones entre la Iglesia ortodoxa y Roma nunca han sido fáciles desde el cisma de Oriente de 1054. En su visita a Atenas, el 4 de mayo, Juan Pablo II pidió perdón a Dios «por ocasiones pasadas y presentes en las que hijos e hijas de la Iglesia católica pecaron con acciones u omisiones contra sus hermanos y hermanas ortodoxos».

En su encuentro con el Papa, el jefe de la delegación ortodoxa, el metropolita Panteleimon, reconoció que «en el pasado, situaciones y desaventuras históricas han creado, no sin razón, en una gran parte de nuestro pueblo y de nuestro clero, sobre todo de nuestros monjes, un clima de desconfianza y sospecha hacia la cristiandad de Occidente».

«A inicios del siglo XXI –añadió el representante griego– nuestro deber consiste en volver al camino común de los diez primeros siglos. ¡No será fácil! No será fácil olvidar diez siglos de separación caracterizados por numerosos errores y amarguras. Tendremos que hacer esfuerzos, tendremos que luchar, y sobre todo rezar ardientemente».

«Para alcanzar este objetivo –dijo Panteleimon dirigiéndose al Papa–, solicitamos vuestra comprensión y vuestra ayuda eficaz y sincera».

La Delegación de la Iglesia ortodoxa tiene un apretado programa de encuentros con diferentes exponentes de la Curia romana. Está viviendo también emocionantes momentos de oración en las Basílicas romanas y en las catacumbas, en ocasiones junto a comunidades católicas de Roma. Concluirá su visita el 13 de marzo.

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ZENIT Staff

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