También los japoneses descubren el Evangelio: testimonio de un misionero

En once años, surgen 25 comunidades neocatecumenales

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ROMA, 12 marzo 2002 (ZENIT.org).- Japón ha sido considerado desde siempre como uno de los países en el que el anuncio d
el Evangelio es más difícil. Un misionero italiano, sin embargo, está experimentando que es posible superar este prejuicio.

El padre Antonello Iapicca, llegó en 1990 al país del Sol Levante acompañado por 17 seminaristas de 15 países diferentes, todos del Camino Neocatecumenal, atraído por el celo misionero de monseñor Joseph Fukahori, obispo de Takamatsu.

A su llegada, la diócesis tenía cinco sacerdotes, cuatro de ellos con más de 65 años. Contaba además con dos seminarios, pero no había seminaristas.

«Al llegar no hablábamos una sola palabra de japonés», recuerda el padre Iapicca.

A pesar de la aparente frialdad japonesa ante el Evangelio, ahora hay 25 comunidades neocatecumenales, y se han ordenado ya 27 sacerdotes procedentes del seminario «Redemptoris Mater».

«No es un crecimiento sorprendente, pero se multiplican los signos de esperanza», reconoce el misionero italiano.

«Nuestra fuerza –subraya el padre Iapicca– no es tanto la de llevar adelante la inculturación, sino más bien la encarnación. Es decir, no buscamos meter a Jesús bajo la cultura dominante, sino elevar la cultura al nivel de la encarnación de Jesús».

«Hemos entrado en la sociedad japonesa con humildad –sigue diciendo–, pobres y sin saber ni siquiera el idioma. Pequeños entre los más pequeños. Estamos desarrollando nuestro trabajo comenzando por aquellos que no logran vivir en una sociedad de la eficacia y de la perfección nipónicas».

Hoy en Japón sólo el 0,3% de los ciudadanos es católico. Cuatrocientas mil personas a las que se les añaden otros quinientos mil inmigrantes filipinos y sudamericanos, sobre todo.

«Si eres católico y decides dejar de trabajar a las seis de la tarde para irte con tu familia, entonces eras visto como alguien «diferente», un «perdedor», has acabado con tu carrera –revela el misionero–. Dedicar más tiempo a la mujer, a la familia, y a los hijos significa romper con las reglas sociales dominantes».

«Ahora está surgiendo una generación de jóvenes que prácticamente ha vivido sin padre –concluye–. Nosotros queremos transmitir el conocimiento del Evangelio con el testimonio intenso, en particular, a través del humanismo cristiano. El desafío es enorme, pero no nos falta entusiasmo».

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ZENIT Staff

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