CIUDAD DEL VATICANO, 17 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó este domingo el ejemplo de san José a todo padre de familia y alentó la preparación espiritual de los cristianos a la ya cercana Semana Santa en su encuentro con los peregrinos antes de rezar la oración mariana del «Angelus».
Estas fueron sus palabras.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
1. Pasado mañana, 19 de marzo, celebraremos la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María, y patrón de la Iglesia universal. La extremada discreción con que José desempeñó el papel confiado por Dios subraya aún más su fe, que consistió en ponerse siempre a la escucha del Señor, tratando de comprender su voluntad, para obedecerla con todo el corazón y con todas sus fuerzas. Por este motivo, el Evangelio lo define como hombre «justo» (Mateo 1, 19). El justo, de hecho, es una persona que reza, vive de fe, y trata de hacer el bien en toda circunstancia concreta de la vida.
La fe, alimentada por la oración: este es el tesoro más precioso que nos transmite san José. En su senda se han puesto generaciones de padres que, con el ejemplo de una vida sencilla y laboriosa, han impreso en el espíritu de sus hijos el valor inestimable de la fe, sin el cual cualquier otro bien corre el riesgo de ser vano. Ya desde ahora quiero asegurar una oración especial a todos los papás, en su día: pido a Dios que sean hombres de robusta vida interior para cumplir de manera ejemplar su misión en la familia y en la sociedad.
2. En la tarde del jueves próximo, 21 de marzo, primer día de primavera, tendré la alegría de encontrarme con los jóvenes de Roma, que se reunirán en la plaza de san Pedro del Vaticano en preparación del Domingo de Ramos y de la Jornada Mundial de la Juventud. Invito a los chicos y chicas de todas las parroquias de la diócesis a esta cita. Juntos reflexionaremos sobre el mandato que Jesús confía a todo bautizado: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5, 13-14).
3. Mientras pensamos en estas próximas citas eclesiales, la mirada se proyecta ya hacia la Semana Santa, y hacia los solemnes ritos del Triduo Pascual.
Que la Virgen María nos acompañe en estos últimos días de Cuaresma y nos haga experimentar su consoladora protección. Que todo creyente encuentre en ella una guía dulce y fuerte para encontrarse con renovado fervor con Cristo, en el misterio de su muerte y resurrección.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]