CIUDAD DEL VATICANO, 17 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II condenó este domingo el bárbaro asesinato del monseñor Isaías Duarte Cancino, arzobispo de Cali (Colombia), voz que se había alzado con firmeza contra el narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares.

Según fuentes de la Policía, monseñor Duarte Cancino fue asesinado este sábado al salir de la iglesia del Buen Pastor, en uno de los barrios más pobres de Cali, la segunda ciudad más poblada de Colombia, donde había presidido la celebración de más de cien matrimonios.

«Dos hombres se le acercaron y uno de ellos le disparó a quemarropa», reveló el comandante de la Policía Metropolitana de Cali, general Heliodoro Alfonso Roa.

El religioso fue trasladado con graves heridas en la cabeza y en el pecho a la Clínica Carlos Holmes Trujillo, en donde falleció.

En un primer momento, la policía atribuyó el asesinato a la guerrilla izquierdista, aunque esa misma fuente reconoció que todavía no había elementos que permitieran confirmarlo.

«Pastor generoso y valiente en el anuncio de la Buena Nueva, ha pagado con tan alto precio su enérgica defensa de la vida humana --afirmó el Papa en su encuentro con miles de peregrinos a mediodía hablando en castellano--, su firme oposición a todo tipo de violencia y su dedicación a la promoción social desde las raíces del Evangelio».

«Mientras elevo mis plegarias por el eterno descanso del difunto prelado y expreso mi cercanía a la Iglesia colombiana que llora su trágica desaparición --dijo el Papa tras rezar la oración mariana del «Angelus»--, exhorto una vez más a los colombianos a proseguir por las vías del diálogo».

El obispo de Roma pidió a los colombianos excluir «todo tipo de violencia, chantajes y secuestros de personas», así como comprometerse «firmemente en lo que son los auténticos caminos de la paz».

Colombia vive ya 38 años de guerra interna. En la última década el conflicto ha provocado la muerte de unas 40.000 personas.

El arzobispo, de 63 años, denunció recientemente que las campañas de algunos dirigentes políticos que aspiraban a ser elegidos en los comicios legislativos del domingo pasado, estaban infiltradas por dinero del narcotráfico.

El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alberto Giraldo, arzobispo de Medellín, atribuyó el crimen a «fuerzas oscuras».

«El interrogante que nos queda es qué está pasando, cuáles con las fuerzas oscuras que quieren desestabilizar a este país», se preguntó.

«Era un hombre cercano, amigo, tenaz, luchador, muy sincero. Daba la vida por su comunidad», declaró el arzobispo .

«Si creemos en el Señor, si estamos ciertos de nuestra fe en él, nosotros no podemos perder la calma. Para todo el pueblo colombiano, y de manera muy especial para la Arquidiócesis de Cali, vaya mi saludo fraternal y mi condolencia», concluyó monseñor Giraldo.

«El interrogante que nos queda es qué es lo que está pasando, cuáles son las fuerzas oscuras que quieren desestabilizar este pobre país», dijo.

Varios sacerdotes han sido asesinados en acciones atribuidas a la guerrilla en los últimos años. La muerte de monseñor Duarte Cancino es el hecho más grave que se registra en Colombia después de que el presidente Andrés Pastrana rompió las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el principal grupo rebelde del país con 17.000 combatientes.

El sábado, 28 guerrilleros de las FARC murieron en combates con el ejército en tres zonas del país, mientras que al anochecer una amplia región de Colombia, incluidas las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín, quedaron a oscuras por causas que no eran claras, según las autoridades.

Las FARC lanzaron una escalada de ataques en las últimas semanas y han derribado decenas de torres del sector energético.