BUCAREST, 20 marzo 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia greco-católica en Rumania ha expresado públicamente su indignación por los violentos ataques que han experimentado comunidades católicas por parte de ortodoxos que por la fuerza les han arrebatado sus templos.
Se crispa así la tensión surgida en torno a las iglesias confiscadas por el régimen comunista y pasadas a la fuerza al patriarcado ortodoxo de Bucarest.
Una situación que hace difícil la vida pastoral de la comunidad católica de rito bizantino, presente sobre todo en Transilvania, en el norte del país y salida de la clandestinidad en 1989.
El último episodio de violencia tuvo lugar en la ciudad de Ocna-Mures, en Transilvania. El pasado viernes, 15 de marzo, hacia las tres de la mañana, un grupo de unos cuarenta ortodoxos irrumpió por la fuerza en una iglesia que había sido devuelta a los greco-católicos.
El templo, sin embargo, según ha explicado en declaraciones enviadas a Zenit el arzobispo y metropolita de Blaj, Lucian Muresan, fue declarado por el Tribunal de Justicia de Alba-Iulia como de propiedad oficial de la Iglesia greco-católica, en una sentencia definitiva emitida el 7 de febrero de 2002. Un Tribunal de Justicia de Aiud sin embargo se opuso a la sentencia.
En respuesta a esta última decisión judicial, el 8 de marzo, un grupo de fieles ortodoxos con barras de hierro y guiados por dos sacerdotes ortodoxos, los padres Marcu Cornel y Ioan Tocanel, entraron por la fuerza en la iglesia en la que estaban rezando fieles greco-católicos y sacerdotes.
Los greco-católicos desde la Iglesia trataron de oponerse sin violencia al asalto y para mantener a los intrusos fuera del patio de la iglesia permanecieron en el recinto durante horas, en presencia de la policía rumana.
El 14 de marzo la Corte de Justicia de Alba-Iulia examinó la petición de la Iglesia greco-católica de devolver la legalidad de la situación. El resultado de la causa está todavía en curso.
En la noche del 15 de marzo, a las tres de la mañana, mientras el párroco Alexandru Biris y un grupo de fieles rezaban en la iglesia, un grupo de fieles ortodoxos guiados por los mismos sacerdotes irrumpieron en la iglesia por la fuerza.
Aunque estaban también las fuerzas de policía «no sólo no cumplieron su deber», relata el arzobispo, sino que evacuaron la iglesia y la entregaron a los ortodoxos sin una justificación legal de su acción.
«La situación de Ocna-Mures –afirma el arzobispo greco-católico–, que recuerda mucho la situación de la Iglesia Greco-católica desde 1948, prueba el hecho de que el derecho de libertad religiosa en Rumanía y todo principio democrático del Estado son constantemente violados».
El Consejo de los obispos greco-católicos de Rumanía ha emitido una declaración en la que afirma que «los requerimientos de la Iglesia ortodoxa de prolongar de manera abusiva los procesos legales del tribunal de Aiud son injustificados».
El Consejo expresa «su consternación respecto a la actitud de la jerarquía ortodoxa cuyas reclamaciones falsas e ilegales causan daño a las relaciones ecuménicas construidas en los últimos diez años».
Por otra parte, el arzobispo ortodoxo, Andrei, ha declarado: «La presencia de la Iglesia greco-católica ha sido durante trescientos años para los cristianos de Transilvania una ocasión de discordia, de división, de amargura», ha declarado.